Por Daicar Saladrigas González (*)
Los Cinco luchadores antiterroristas cubanos encarcelados injustamente en los Estados Unidos no estuvieron en el asalto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba.
Ni siquiera habían nacido aquel 26 de julio de 1953. René González nació tres años y 18 días después –el 13 de agosto, coincidentemente cuando Fidel Castro
cumplía, en el exilio, sus 30 años.
Antonio Guerrero nació en 1958, pocos días antes de que comenzara la ofensiva del Ejército Rebelde hacia la victoria final; Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Fernando González cuando ya la Revolución triunfante daba pasos seguros hacia este futuro que hoy disfrutan y preservan los cubanos. Sin embargo, mientras nuestro pueblo celebra con nuevas obras y nuevos compromisos el Día de la Rebeldía Nacional , los Cinco trascienden no sólo como héroes de su tiempo, sino como fieles continuadores del espíritu de esa histórica mañana de la Santa Ana.
Ellos no estuvieron en el asalto al Moncada, pero sus vidas y el sentido que cada uno les dio, los sitúan -en ideales y en coraje- junto a los casi muchachos que en la Granjita Siboney , minutos antes de aprtir hacia el cuartel Moncada en Santiago de Cuba, declararon su confianza en que el movimiento triunfaría aunque fracasara aquella acción, y pactaron un juramento de honor con la Patria : ¡Libertad o Muerte!
Ellos no estuvieron en el Moncada, pero sus vidas adquirieron como único sentido la continuidad del 26.
Primero, como parte del pueblo en la construcción de la sociedad diferente que anunciara Fidel en el juicio y por la cual lucharon y murieron valiosos cubanos; luego, desde el sacrificio y el anonimato, en la defensa de las conquistas, que después de 1959 no se limitaron a solucionar únicamente los seis problemas enunciados como más acuciantes, sino a soñar un porvenir pleno, de logros que no podían preverse hace 53 años e inimaginables para una nación asediada, bloqueada y subdesarrollada.
Su labor antiterrorista defendió la tranquilidad de sus compatriotas y sus posibilidades para seguir en la ruta de la igualdad y el crecimiento que se inició en 1953; y frustró numerosos planes de quienes intentan regresar a Cuba al deprimente panorama que impulsó a los jóvenes del Centenario a asaltar el Moncada y el futuro.
La mafia anticubana radicada en Miami, entre cuyos principales miembros figuran asesinos de la fuerza que ocupaba entonces los cuarteles de Santiago y Bayamo, y el gobierno fascista de W. Bush, con su “asistencia a una Cuba libre” –como si Cuba necesitara más libertad que ésta de la que se enorgullece y por la cual sus mejores hijos están dispuestos a cualquier sacrificio- pretenden devolvernos aquella República.
Y con ella, devolvernos su “democracia”, su ¿sistema? de salud, educación y seguridad social. Y pretenden, entre otros males, instaurar un ejército como aquel que ultimó a los revolucionarios y simuló un combate para negar la masacre, que salió a las calles a aprehender a civiles inocentes porque necesitaba juzgar a alguien, que torturó a los revolucionarios y a sus seres queridos, que amenazó a la prensa y rompió cámaras para que no se publicaran las fotos del horror.
Por eso les insulta que hombres como los Cinco estén dispuestos al silencio y la consagración. No pueden entenderlos. Desconocen que provienen de un pueblo heroico, que llevan en su sangre insurrecta el valor de muchos, que tienen la estirpe de los combatientes y los mártires de entonces: la fidelidad de Abel Santamaría, la entrega de Fernando Chenard, la poesía de Raúl Gómez García, el arrojo de peleas de Giraldo Córdova Cardín, la incondicionalidad de Renato Guitart.
Desconocen, como desconocen toda nuestra historia, que no han sido originales en sus injusticias, porque tras los hechos del Moncada el régimen de Fulgencio Batista se ensañó en los revolucionarios tal y como ellos se ensañaron en los Cinco tras la detención del 12 de septiembre de 1998.
Como Fidel y sus compañeros, los Cinco enfrentaron un juicio amañado, en un ambiente hostil, lleno de falsos testimonios y acusaciones absurdas, del cual se impusieron injustas sanciones; como ellos, no se retractaron de sus verdaderos “crímenes”: aquellos, el de asaltar una fortaleza e intentar un cambio para su pueblo; éstos, el de penetrar organizaciones anticubanas e impedir planes de terror contra el mismo pueblo.
Como ellos, se convirtieron en acusadores y en sus alegatos, al igual que Fidel, no pidieron clemencia, denunciaron a los reales criminales, confirmaron su patriotismo, ratificaron su fe en la victoria y en la justicia. Como ellos, caminarán libres un día porque, como entonces, el reclamo popular sacará a la luz la verdad.
Durante casi ocho años(*), los Cinco han estado junto a nosotros en cada celebración y alegría, en cada batalla y confirmación, en cada sueño y realización.
Este 26 de julio no será diferente, se escuchará otra vez su mensaje desde lejanas celdas, y hasta allá les llegará el clamor de su gente, el entusiasmo por el bien hecho, el ánimo para los combates por venir, la disposición para conseguir nuevos triunfos.
Este 26 de julio estarán también junto a nosotros porque la lucha incesante por su libertad es una de nuestras mayores razones para seguir vistiendo el rojinegro -como roja y negra es la bandera del 26 de Julio- uniforme de la rebeldía.
(*) El artículo está fechado en julio de 2006
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