miércoles, 6 de agosto de 2014

La vida se estrenó otra vez

(*) a Estela y Guido

Como dos imanes, dan vueltas, se alejan, se acercan hasta no poder más con la fuerza del magnetismo que los abraza. Y se encuentran para siempre. Porque es una vertiente tan intensa y poderosa que conmueve hasta los cimientos de un país mejor. Acerca todas las diferencias y llega clara como las verdades verdaderas. La identidad irrefutable, avasallante, brisa tierna y reparadora también.

Como entrando a la vida después de 37 años, así estamos. Fue un parto doloroso pero liberador. Hay toda una generación que surca sus historias, que renace con sus revelaciones. Varias generaciones que sienten a piel desnuda. Desarropamos las sombras con la lentitud de los que caminan en la cercanía, con la certeza de los amoresparasiempres, con la seguridad de los que van lejos, horizonte adentro.

No hay heridas suficientemente grandes para vencerlas, para desgarrarlas. Sus sonrisas son palomas blancas en el aire que nos sanan la memoria, ese pedazo de tierra o alma de los hombres y las mujeres de luz. Nos parieron el ejemplo, nos parieron la dignidad. Madres nuestras de cada día, que nos libran del mal. Pero también nos libran del odio y de la venganza o de alguna otra impureza de los sentidos. Es la rebeldía cobijada en sus miradas de amor inquebrantables, en sus manos tejedoras.

Hoy amenguaron los dolores ancestrales. El reflejo de los cuerpos quemados, violados, vulnerados se tomó descanso en mis espejos, pero solo para respirar profundo, llenar los pulmones de dignidad, doblegar a los insensatos y redoblar la apuesta. Porque la vida se estrenó otra vez. Y no podía ser más que música. Melodía en el aire que nos deja en un ensueño de felicidad, pero en una lucidez de quienes van por más, de quienes van por todo lo que seremos.

Desde el centro de la poesía te estaba buscando, como una estela de vida en los sonidos de la tierra. Y ahí estabas, esperándolo, sabiendo que llegaría y sería sangre de tu sangre aparecida.

por Sebastián Echarry

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