La Revolución sandinista logró derrotar una de las dictaduras más persistentes y sangrientas de la historia centroamericana
Foto: 19DIGITAL
Incluso si obviamos la historia por un segundo, las cifras e indicadores sociales de las últimas décadas en Nicaragua mostrarían que fue el 19 de julio de 1979 el punto de giro, el movimiento tectónico que sacudió los cimientos de la nación.
Tras varios años de lucha, una revolución inspirada en los ideales del General de Hombres Libres, Augusto C. Sandino, barrió una de las dictaduras más persistentes y sangrientas de las que recoge la larga lista centroamericana.
Somoza y sus herederos, como muchos otros militares golpistas latinoamericanos, gozaron por más de cuatro décadas de total apoyo de los Estados Unidos.
Cuentan que el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt dijo una vez: “Puede que Somoza sea un hijo de perra, pero es nuestro hijo de perra”. La política del “buen vecino” que había estrenado la potencia imperial consistía básicamente en sustituir las invasiones y ocupaciones directas por “hombres fuertes” que hicieran el trabajo sucio de evitar una explosión social.
Pero el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), con el Comandante Daniel Ortega al frente, capitalizó el malestar popular por las desigualdades y la represión para llevar adelante un proyecto de cambio socialista que triunfó por la vía armada el 19 de julio de 1979.
Nicaragua, uno de los países más pobres y atrasados del continente, comenzó a dar saltos agigantados en materia de salud, educación y producción agrícola, una tarea en la cual contaron siempre con el apoyo de la Revolución Cubana y decenas de miles de colaboradores de nuestro país que trabajaron junto a los nicaragüenses para comenzar a saldar las deudas de la guerra y el subdesarrollo.
Las profundas transformaciones vividas en ese periodo, así como la edificación de una institucionalidad militar y policial de primera línea, son la única explicación para que el país se mantuviera al margen de uno de los fenómenos que marcan la vida de los países de la región: la violencia de las maras y el narcotráfico.
Pero Estados Unidos no podía permitir que se extendiera el ejemplo de la Revolución Cubana y que otro país de América Latina demostrara cuánto se puede transformar una nación, incluso si es pobre, cuando se comienza a distribuir la riqueza de forma más equitativa.
Washington desató contra Nicaragua todo su arsenal de guerra no convencional, el mismo que aplica hoy con métodos aún más sofisticados contra los gobiernos progresistas de la región como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil y Argentina.
La Casa Blanca llegó incluso a utilizar métodos ilegales de financiamiento para armar a la contrarrevolución nicaragüense, en el famoso caso Irán-Contra.
La agresión psicológica y mediática, así como los enormes recursos que debió destinar la naciente revolución a la lucha armada, influyeron de manera definitiva en los resultados de las elecciones a comienzos de febrero de 1990, que llevaron al poder a una representante de la oligarquía local, Violeta Chamorro.
Contrario a lo que difundían los grandes medios de comunicación, los sandinistas reconocieron los resultados de las elecciones y se prepararon para dar la batalla en el frente político.
Los 16 años de desastre neoliberal que siguieron a la derrota sandinista significaron un retroceso en muchos frentes para Nicaragua, pero constituyeron también una muestra de que la mano ciega del mercado no soluciona los problemas acumulados durante siglos de atraso y
desigualdad.
El FSLN triunfó en los comicios del 2006 y a partir del 2007, con el Comandante Daniel y la Compañera Rosario Murillo al frente, el “Gobierno de
Reconciliación y Unidad Nacional” le ha vuelto a cambiar el rostro a la tierra de lagos y volcanes.
Al mismo tiempo, Nicaragua ha sido una voz de peso en el concierto latinoamericano a favor de la integración y la unidad regionales.
Los progresos de los últimos años en el plano interno son incuestionables en casi todos los frentes, con un crecimiento económico promedio cercano al 5 %.
Y el futuro se ve aún más prometedor, con planes para transformar la sociedad, la economía e incluso los mapas del país, como es el caso de la construcción de un Gran Canal Interoceánico que ya lleva adelante una concesionaria china y que podría estar listo para el 2020.
Los analistas apuntan que los beneficios para el país serán importantes y consideran que una vez puesto en marcha se podría duplicar en pocos años el PIB nacional.
Este 19 de julio los nicaragüenses tendrán más de un motivo para celebrar el aniversario 36 de su Revolución y recordar el momento en que su país comenzó el largo viaje hacia el futuro.
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