Los nuevos desafíos que presenta la amenaza
terrorista para vulnerar el proceso de acercamiento diplomático entre Cuba y
Estados Unidos requieren de ambas partes urgentes medidas a adoptar. Algunas de
estas debe realizarla cada nación por separado para garantizar su seguridad
nacional, a la par que otras han de hacerse conjuntamente, sobre la base de una
acción coordinada y con total transparencia.
La condición esencial para lograr un enfrentamiento
eficaz ante el reto terrorista es la apertura inmediata de canales de
comunicación seguros, transparentes y en tiempo real entre los órganos de
enfrentamiento entre ambos países.
Cada parte ha de garantizar a su par el envío de
información oportuna y con inmediatez para salvaguardar que las acciones
terroristas en marcha sean desarticuladas a tiempo. Cuba, particularmente, ha
cumplido decorosamente con este precepto, informando a los EEUU sobre cualquier
acción que ponga en peligro su institucionalidad y seguridad ciudadana. EEUU
debe empezar a hacerlo con honestidad.
Corresponde a la parte cubana estudiar
detalladamente los nuevos escenarios a los que se enfrenta ante la apertura de
una embajada norteamericana en su territorio. En esta dirección, las
autoridades cubanas deben prestar total atención al desempeño del terrorismo
internacional, particularmente al yihadismo radical, así como evaluar en qué
medida su territorio puede ser usado para un ataque contra EEUU y sus
objetivos.
El perfeccionamiento de la labor de monitoreo
permanente del terrorismo internacional pasa a ser una cuestión de primer orden
–tal como lo será la nueva actividad de inteligencia que desarrollarán en suelo
cubano las agencias norteamericanas, ya que ha sido demostrado que la CIA , la NSA y otros espías a sus
propios amigos-.
Tal desafío impone un replanteo del trabajo de
seguridad en las fronteras cubanas, el intercambio de las bases de datos sobre
grupos terroristas, el adiestramiento de las fuerzas, el estudio concienzudo de
las vulnerabilidades, el compromiso de las masas agrupadas en los CDR en la
vigilancia en la retaguardia, el desarrollo de una agentura más a tono con los
nuevos peligros potenciales, así como una concientización interna de la
incidencia de este fenómeno en el nuevo contexto.
Prepararse para las nuevas potenciales amenazas ha
de ser un reto que debe ser tenido en cuenta por ambas partes.
A Estados Unidos le corresponde hacer por primera
vez en su historia un serio estudio de los grupos terroristas anticubanos
asentados en su territorio. El mismo debe combatir y neutralizar el compadrazgo
de estos grupos con influyentes sectores de la ultraderecha en el Congreso y
las élites de poder político y económico. La propia historia demuestra que
estos grupos carecen de respeto por EEUU y acuden a la violencia como arma de
su política anticubana.
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