Es evidente que un sector de la intelectualidad llamada de izquierda, poco o nada entiende de la realidad latinoamericana caribeña, de sus luchas históricas, de sus intentos por alcanzar la unidad, condición sine qua non es imposible hablar de independencia o socialismo.
Desde sus púlpitos dorados se creen con autoridad para absolver o condenar cualquier proceso revolucionario que se dé en el planeta. Con una ignorancia que a veces limita con la mala intención, estos personajes creen gozar de un privilegio que nadie –más que los sectores dominantes- les ha atribuido.
Ni bien aparecen procesos revolucionarios, en los momentos de alza de masas y triunfos populares, estos sujetos brotan por todos lados, anunciando que ya habían predicho lo que iba a suceder. Sin ruborizarse en nada pasan a apoyar a los gobiernos revolucionarios, haciendo ver que ellos han incidido en los acontecimientos, que pueden cumplir un rol estelar aconsejando y orientando (caso Heinz Dieterich, por ejemplo). Ahora, cuando el proceso revolucionario comienza a tener algún traspié –que por otra parte es inevitable en cualquier proceso verdaderamente revolucionario-, estos oportunistas comienzan a tomar distancia.
Sobre el caso actual de Nicaragua han aparecido intelectuales con una conducta patética. Cuando el país hermano es acosado violentamente por el imperialismo y sus aliados nativos, cuando se pretende dar un golpe de estado financiado por los Estados Unidos, ellos, muy sentados en sus cómodos sillones, salen a despotricar contra la “dictadura de Ortega-Murillo”.
Un análisis básico y elemental: ¿A quién beneficia hoy la caída del gobierno sandinista? ¿Al pueblo nicaragüense?, ¿Al ALBA?, ¿A Venezuela?, ¿A Cuba?, ¿A la democracia?, ¿A los derechos humanos?… Todo lo contrario sabemos que es la respuesta, ya que el principal beneficiario sería hoy el imperialismo yanqui, la oligarquía nicaragüense y con ella todas las oligarquías de la región.
Esta ecuación tan simple no parece ser de importancia para estos intelectuales de academia. ¿No sospechan en ningún momento que sus posiciones coinciden con quienes ellos mismos consideran fuerzas de la reacción? O es que para ellos es más importante la apariencia que la profundidad, la forma que el contenido?
¿De dónde sacan sus informaciones para afirmar lo que afirman? ¿De los medios de comunicación de la derecha? ¿De sus amigos, dado que si son amigos de ellos tienen el don de la verdad en sus palabras? ¿Son tan inocentes que compran la basura mediática sin mayor objeción?
Algunos de estos intelectuales, que ayer apoyaron al gobierno bolivariano cuando era atacado por los mismos que hoy atacan a Nicaragua, no pueden entender que es la misma acción desestabilizadora impulsada por el imperialismo yanqui. ¿No pueden entender o no quieren entender?
¿Será que el canto de sirenas de los “intelectuales serios” (Cardenal, Baltodano, Ramírez, Vargas, entre otros) los ha turbado?¿Qué clase de investigadores son si sus fuentes son tan precarias e interesadas?
Por otra parte hay que destacar la labor desplegada con gran capacidad intelectual e investigativa como los compañeros Stella Calloni, Stephen Sefton, Carlos Fonseca Terán, Jorge Capelán entre tantos otros verdaderos intelectuales al servicio del pueblo y de la verdad.
La culpa no es del chancho sino del que le da de comer
En última instancia estos intelectuales acomodaticios son meramente intelectuales, y no hay que darles más importancia de lo que realmente tienen. Los intelectuales son personas que en muchos casos contribuyen al progreso de la humanidad y en otro son meros “opinadores profesionales”, sobrevalorados en el mercado de la charlatanería.
El problema radica en la militancia popular, en las organizaciones revolucionarias, que muchas veces coloca a estos intelectuales como orientadores, pensadores infalibles, maestros, guías. Los conductores de pueblos no necesariamente son intelectuales como vulgarmente se entiende el término, aunque muchas veces se dan ambos atributos, el caso Fidel y Chávez, Lenin y Mao por ejemplo.
El intelectual de izquierda entonces debe de estar al servicio de la causa del pueblo, comprometido, ser protagonista de las luchas populares, no mero espectador; aportar cuando tenga que aportar y haya investigado, o callar, que muchas veces es más sabio que opinar disparates.
Al respecto Mao aportaba lo siguiente: “Si usted no ha investigado un problema, se le priva del derecho a opinar sobre él. ¿Es esto demasiado brutal? No, en lo más mínimo. Puesto que el que no ha investigado el estado actual del problema ni sus antecedentes, e ignora su esencia, cualquier opinión que exprese al respecto no pasará de ser un disparate… Hay muchos que, apenas descienden de su carroza, comienzan a vociferar, a lanzar opiniones, criticando esto y censurando aquello; pero, de hecho, todos ellos fracasan sin excepción, porque sus comentarios o críticas, que no están fundamentados en una investigación minuciosa, no son más que cháchara”.
Las revoluciones no necesitan a estos intelectuales de ONGs. Las revoluciones necesitan de hombres y mujeres comprometidos, trabajadores manuales e intelectuales, que luchen por superar los obstáculos, dispuestos a asumir las transformaciones en las buenas y en las malas; con espíritu crítico y autocrítico, capaces de transitar avances y retrocesos, pero siempre dispuestos a profundizar la revolución ante las embestidas del enemigo.
Nada me extraña las posiciones con respecto a Nicaragua de Alberto Acosta, Pablo Solom o Edgardo Lander, por ejemplo, detractores de Rafael Correa, Evo Morales y Nicolás Maduro respectivamente; pero sí me llama la atención el caso del chileno Manuel Cabieses, aunque no tanto el portugués Boaventura de Sousa Santos. Otros siguen la misma senda que siempre han transitado: atacar por “izquierda” a los gobiernos populares cuando están atravesando dificultades.
Ya tuvimos el caso de Libia, donde una vocería de “izquierda” pedía a gritos el derrocamiento del coronel Kadafi, haciéndole el juego a la OTAN y con las consecuencias que hoy todos conocemos ¿Qué dicen ahora Alba Rico o Tarek Alí al respecto? Como se dice en Argentina se hacen los pelotudos, miran para otra parte.
Las fuerzas revolucionarias deben tomar nota, saber donde están los amigos y dónde quienes aparentan serlo. Nosotros también a veces somos responsables de darle importancia a aquellos que no la merecen. Como decía Jesús, saber separar la paja del trigo.
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