La red de espionaje Avispa envenena aún las relaciones entre Cuba y EE UU
Tres de los cinco agentes cubanos detenidos en 1998 continúan encarcelados en prisiones norteamericanas
JUAN JESÚS AZNAREZ Madrid 24 OCT 2014 - 19:08 CEST
El presidente de los EE UU, Barack Obama, saluda al presidente de CUba, Raúl Castro, en 2013. / GETTY
El presidente de los EE UU, Barack Obama, saluda al presidente de CUba, Raúl Castro, en 2013. / GETTY
La cena de enero de 1998 con Gabriel García Márquez fue profesionalmente suculenta porque se desarrolló en La Habana días antes de la primera visita de un Papa a Cuba, Juan Pablo II, y meses después de la secreta entrevista del escritor con Bill Clinton. Éramos cinco comensales enganchados al anecdotario y revelaciones del premio Nobel de Literatura, que nada dijo, sin embargo, sobre un asunto trascendental: su reunión de meses atrás con el entonces presidente norteamericano para entregarle una propuesta de Fidel Castro: la colaboración conjunta de Estados Unidos y Cuba contra el terrorismo. Durante la sobremesa, García Márquez pormenorizó mediaciones de altura para liberar a presos políticos y acercar posiciones de gobierno, pero calló sobre su reciente gestión ante un expresidente cuya novela preferida es Cien años de soledad.
Los años anteriores a la cena caribeña fueron convulsos. Tras el derrumbe de la URSS y la pérdida de sus subsidios, el PIB de Cuba cayó más del 30%, y el desabastecimiento hizo estragos. A duras penas, los dos países solucionaron las consecuencias de la estampida de 30.000 cubanos hacia las costas de Florida, en la crisis de los balseros de 1994: hilvanaron una distensión que saltó por los aires en 1996 cuando dos avionetas del grupo anticastrista Hermanos al Rescate fueron derribadas por cazas MIG de la fuerza aérea cubana. Murieron sus cuatro ocupantes. Al año siguiente se registraba una oleada de bombas y atentados en La Habana para abortar el despegue de la industria turística isleña. Murió un turista italiano.
Fidel Castro llamó entonces a su amigo Gabo para pedirle que informara a Clinton sobre un "siniestro plan terrorista contra Cuba". El escritor lo hizo durante un encuentro con Thomas McLarty, consejero presidencial para América Latina. Las gestiones fructificaron y en junio de 1998 tuvo lugar en la isla una inusual reunión entre agentes del FBI y de la Seguridad del Estado cubana. Los delegados de Oficina Federal de Investigaciones recibieron videos, fotografías y grabaciones probatorias de la complicidad del exilio ultra en la campaña de atentados contra el turismo en Cuba, mediante la aportación de dinero, explosivos, mano de obra y nuevos objetivos, según fuente oficiales cubanas
Apenas dos meses después fueron detenidos los agentes cubanos que habían conseguido la documentación compartida con el FBI en la insólita reunión policial. Quedaba desarticulada la Red Avispa. "En lugar de actuar contra los promotores del terrorismo, Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, nos detuvieron a nosotros, que teníamos a misión de impedirlo", recordó en Madrid Fernando González, de 50 años, detenido en aquella redada. Cumplió 15 años, cinco semanas y quince días de prisión con cargos de espionaje. "¿Por qué nuestra detención en ese momento? Porque a la extrema derecha de Miami y a su colaborador Héctor Pesquera, entonces jefe de la oficina del FBI en Miami, les molestaba que Estados Unidos y Cuba empezaran a entenderse en algo y se movieron políticamente para sabotear el acercamiento".
El 12 de septiembre de 1998 se ejecutó la operación contra la red cubana, acusada de haber intentado infiltrarse en elsanctasanctórum informático del Comando Sur del ejercito. De madrugada, simultáneamente, equipos SWAT irrumpieron en domicilios del sur de Florida y Los Ángeles, y procedieron a la detención de Fernando González, condenado a 19 años de prisión, René González, condenado a 15 años, Antonio Guerrero, a 21 años, Ramón Labañino, a 30 años, y Gerardo Hernández, sentenciado a dos cadenas perpetuas al relacionarlo con el derribo de las avionetas. Los cargos en el juicio del 2001 fueron actuar como agentes extranjeros sin registrarse como tales, conspiración para cometer espionaje y conspiración para cometer asesinato.
La infiltración en los grupos anticastristas resultó ardua. Los agentes de inteligencia memorizaron biografía falsas, fingieron desencanto político y decían que la revolución se había convertido en una dictadura policial, y que algo había que hacer. En aras de la credibilidad, René González, que cumplió 13 años de prisión, aterrizó cerca de los cayos de Florida pilotando una avioneta robada, y Fernando González se inventó una misión comercial itinerante para desaparecer de la isla. Según Gerardo Hernández, considerado el jefe operativo de la Red Avispa: "Los cubanos pueden llegar a Estados Unidos por cualquier vía. Lo único que tiene, que decir es 'vengo en busca de libertad'", e inmediatamente se les da todos los documentos".
El juicio contra "los cinco héroes antiterroristas", como se le llama en Cuba, duro siete meses y tuvo amplia resonancia al celebrarse en la efervescente Miami,
Las dificultades afrontadas para no ser descubiertos fueron muchas. No sólo debían extremar las precauciones en sus contactos, correos y utilización de códigos. La clandestinidad afectó también la vida amorosa de los agentes, casi todos treintañeros. Hernández comunicaba a sus jefes las suspicacias del vecindario, extrañado de su ascética y solitaria vida siendo joven y atractivo. ¿Convendría más promiscuidad y frecuentes cambios de pareja? El agente optó por el traslado a Miami de su esposa en Cuba. La novia norteamericana de Antonio Guerrero, que había conseguido un trabajo de portero en la base naval de Boca Chica, apremiaba con el matrimonio, y fruncía el ceño con las evasivas. No salía de su asombro cuando su pareja utilizaba una cabina pública, en lugar del teléfono fijo de casa, para contestar llamadas a deshoras.
El juicio contra "los cinco héroes antiterroristas", como se le llama en Cuba, duro siete meses y tuvo amplia resonancia al celebrarse en la efervescente Miami, con más de 700.00 habitantes de origen cubano. Robert Pastor, miembro del Consejo Seguridad Nacional con el presidente Jimmy Carter (1977-81), escribió en el New York Times: "Celebrar en Miami un juicio contra cinco agentes de la inteligencia cubana es tan justo como celebrar un juicio contra un agente de la inteligencia israelí en Teherán". Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Gerardo Hernández continúan presos.
Hace siete años, en declaraciones a un periodista de la cadena británica BBC, Hernández, negaba haber aportado la información que llevó al derribo de las dos avionetas de Hermanos al Rescate el 24 de febrero de 1996. En enero de aquel años, habían sobrevolado La Habana lanzando octavillas que animaban a la sublevación. "Si usted revisa las informaciones sobre esos días, verá que José Basulto (dirigente del grupo anticastrista), lo anunció mucho antes de viaje. Él lo dijo: Nosotros estaremos allá (en Cuba) el 24 de febrero".
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