jueves, 18 de febrero de 2016

A 20 años del derribo de las avionetas: Cómo se gestó una gran provocación

Por: Lázaro Barredo

17 febrero 2016 

Como agradecimiento por la gestión de los aviones, Basulto le entrega a la congresista Ileana Ros un álbum con las fechorías de Hermanos al Rescate. Foto: Archivo.
Como agradecimiento por la gestión de los aviones, Basulto le entrega a la congresista Ileana Ros un álbum con las fechorías de Hermanos al Rescate. Foto: Archivo.
El lamentable incidente del derribo de las avionetas hace 20 años, el 24 de febrero de 1996, pudo haberse evitado. El Gobierno de William Clinton tenía las posibilidades de impedir lo que sucedió.
La parte cubana, hasta ese instante, había actuado por los canales diplomáticos en 24 oportunidades anteriores, durante el transcurso de unos 20 meses, a la espera de una reacción en correspondencia con la distensión propiciada por las conversaciones migratorias iniciadas después de los acontecimientos de agosto de 1994.
A finales del año 2009, El equipo (I Team) del canal CBS4, de Miami, divulgó en un reportaje el resultado de la investigación realizada durante un año a partir de documentos secretos sobre aquel derribo y realizó entrevistas con casi una docena de los principales 
actores del acontecimiento. Esos documentos desclasificados demuestran que esta tragedia podría haberse evitado si alguien en el Gobierno de Estados Unidos hubiera tomado medidas más concretas antes de que fuera demasiado tarde, porque algunos funcionarios de alto rango en la administración estadounidense sabían que un derribo no solo era posible sino probable.
Uno de los entrevistados, el asesor principal sobre Cuba para el presidente Bill Clinton, Richard Nuccio, reconoció que después de la implementación de la política inmigratoria las acciones de Hermanos al Rescate se tornaron más provocadoras y más políticas. “Ellos (los Hermanos al Rescate) comenzaron a redefinir su misión y convertirla en una agenda política de acoso y amenazas al Gobierno cubano con más vuelos, y el lanzamiento de panfletos (desde el aire sobre Cuba)”, dijo Nuccio a los investigadores del I-Team.
Lo que sucedió aquel 24 de febrero de hace 20 años no era una acción inocente, sino un acto provocador, que perseguía un fin político. Eran abiertas y deliberadas incursiones violatorias del espacio aéreo de Cuba, rechazadas por todas las normas del derecho internacional que establece la Carta de las Naciones Unidas, en la cual se dice que la personalidad de cada Estado será respetada, así como su integridad territorial e independencia política.
Cada día se verifica más y más que Hermanos al Rescate no hizo estas provocaciones por iniciativa propia. Su desafío a la soberanía cubana era parte de la agenda política de los grupos de poder en Estados Unidos para negar la legitimidad del Gobierno de Cuba, y de ahí la abierta complicidad de esas autoridades norteamericanas.
¿Cómo no le pasó nada a esta gente cuando el Gobierno de Estados Unidos conoció de tales incursiones? ¿Por qué Estados Unidos no ejerció sus amplios poderes para detenerlas ni tuvo en cuenta las repetidas y urgentes protestas de Cuba, que le entregó durante dos años (1994-enero de 1996) nueve notas diplomáticas con la comunicación de las distintas violaciones, exigió adoptar las medidas necesarias para poner fin a estos hechos y advirtió una y otra vez las consecuencias que podrían originarse de los actos provocadores de este grupo?
Las autoridades de Estados Unidos aprobaron los planes de vuelo y permitieron la salida de Hermanos al Rescate, a pesar de saber que esos planes de vuelo eran falsos. No ocuparon las aeronaves como podían haberlo hecho, según sus propias leyes, por estas violaciones reconocidas por el Departamento de Estado y por la FAA, o sea, por la Administración Federal de Aviación.
No buscaron una orden de la corte, como hacen tantas veces, contra aquellos vuelos, en correspondencia con sus propios procedimientos para haber abortado todos los vuelos desde julio de 1995.
Baste un ejemplo: después de que abiertamente el jefe de esa organización de corte terrorista trajo las cadenas de televisión, se vanaglorió, se ufanó, fanfarroneó ante las cámaras, y se burló de los altos funcionarios de la Administración Federal de Aviación que le llamaron la atención.
Tampoco establecieron procesos criminales contra los involucrados en estas transgresiones; solo tres meses después del incidente del 24 de febrero se dignaron adoptar una medida que puede calificarse como una “curita de mercuro cromo”, porque lo que les pusieron fue una limitación de la licencia como piloto por varios meses.
La provocación no surtió el efecto deseado. Pero por poco Estados Unidos lanza una descomunal agresión contra puntos seleccionados en Cuba con cohetes Crucero y bombardeos aéreos. Aunque sirvió de excusa para aprobar la ley Helms-Burton, que proclamó de forma abierta y consagró como política de Estado el fomento de la oposición interna y la subversión política, lo que antes las agencias de inteligencia y subversión de Estados Unidos, en especial la CIA, hacían de manera encubierta.
Mientras, la Administración cedió al Congreso la dirección de la política exterior norteamericana con respecto a Cuba.

La llamada Crisis de los Balseros

Fueron excepcionales las circunstancias en que tuvo que desenvolverse Cuba para resistir entre los años1990-1994 que dieron inicio a lo que se ha dado en llamar “período especial”. Con el derrumbe del campo socialista y la desintegración de la URSS, el Gobierno de Estados Unidos, con un oportunismo político digno de la mejor clase, consideró llegado el momento de dar un tiro de gracia al socialismo cubano. Así, el Congreso aprobó en 1992 la enmienda a la ley del presupuesto militar, que todos llaman hoy Ley Torricelli, que reforzó la esencia de la política criminal del bloqueo como instrumento de presión para forzar los cambios hacia una sociedad postcastrista.
Tanto la desaparición de la Unión Soviética como ese recrudecimiento del bloqueo estadounidense, le provocaron a Cuba en menos de 18 meses pérdidas multimillonarias de poco más del 35 por ciento de su producto interno bruto (PIB), además de impedirle el acceso a cualquier organización financiera internacional. Se perdieron de la noche a la mañana los mercados naturales hasta ese entonces y tuvo que enfrentar la titánica tarea de reorientar sus intercambios económicos.
La mafia en Miami se agitó extraordinariamente y comenzó a preparar sus maletas. El periodista Agustín Tamargo pedía en la radio miamense una “licencia de tres días para matar”, mientras escribía en la prensa la necesidad de crear las “células secretas” para conspirar y provocar el desorden interno.
Las reformas económicas incentivadas por Fidel a principios de 1994 fueron una demostración de la fuerza de la Revolución. Más de 100 mil parlamentos obreros se realizaron en los centros de trabajo, en las bases campesinas y entre los estudiantes universitarios, para discutir las medidas económicas y enfrentar ese momento tan peliagudo del período especial. Realmente, nunca el país se vio en una situación tan delicada.
Este año 1994 tiene, además, contabilizados por lo menos 10 actos de terrorismo contra Cuba, como los más significativos. El que más se recuerda es el plan de atentado al Comandante en Jefe Fidel Castro durante la Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno en Cartagena de Indias, Colombia. Empiezan también las agresiones contra los hoteles para sembrar el miedo entre los turistas que visitaban a nuestro país -en uno de los sectores donde teníamos las esperanzas cifradas para finalmente remontar la crisis-, y las infiltraciones de grupos terroristas con la intención de poner bombas e incentivar el desorden interno que justificase una escalada.
La reacción en Miami comprende que lo mejor para lograr sus propósitos, tras el pánico provocado por Mariel en 1980, es estimular una oleada migratoria que para Estados Unidos sería un problema de seguridad nacional, tanto como para Cuba.
Todas las emisoras enclavadas en Estados Unidos contra la Isla se pusieron de acuerdo para convocar a la salida en masa y decirle al mundo que la gente huía del país, mientras, intentaban convertirla en una olla de presión.
La “crisis de los balseros” aceleró las ansias anexionistas de algunos como el terroristaCarlos Alberto Montaner, quien cual gurú ya había pronosticado en el diario El País de España, en 1993, la “inminente caída del régimen” a más de asegurar que él sería generoso con los castristas derrocados. En agosto de 1994 escribió con vehemencia en el Nuevo Herald de Miami sus recetas intervencionistas ¿Cómo convertir este nuevo Mariel en el final de Castro? Su conclusión era pedirle a Estados Unidos que buscara en el Consejo de Seguridad de la ONU o en el seno de la OEA, un mandato para el bloqueo naval a la Isla y acelerar la confrontación interna o externa para acabar con el “problema cubano”. “Todo lo que no sea eso, no son más que parches inútiles”, reclamó.
Sin embargo, el establishment estadounidense concluyó que el bloqueo económico no era suficiente para derrocar a la Revolución y que una situación económica desesperada podía provocar la oleada migratoria espectacular, por lo que había que ensayar otros instrumentos de persuasión.
El Acuerdo Migratorio del 9 de septiembre de 1994 entre Cuba y Estados Unidos encajó en esa lógica y quedó probado que cuando existe un interés superior y una voluntad política negociadora por parte de la Administración, los lobbies de presión pueden no ser tomados en cuenta a la hora de la toma de decisiones.
La mafia de Miami entró en pánico con la firma del acuerdo, porque, al menos en ese momento puntual, eliminaba la inmigración ilegal desde Cuba y propició una nueva atmósfera política positiva entre los dos países. La contrarrevolución inició una fortísima reacción para boicotear cualquier posible entendimiento.

José Basulto y Hermanos al Rescate

El 8 de agosto de 1940 nació en Cuba José Jesús Basulto León. Hijo de un alto ejecutivo de la compañía norteamericana Punta Alegre Sugar Sales Company, marchó a Estados Unidos en 1957 donde concluyó sus estudios de piloto; regresó a su país de origen durante un corto período, pues ya en 1960 retornó a territorio estadounidense y es reclutado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Desde el mes de mayo del propio año formó parte de una de las operaciones más secretas ejecutadas por esa organización, denominada la Operación 40, y fue infiltrado en territorio cubano, semanas antes de la invasión por Playa Girón, como parte de un grupo de terroristas encargado de crear condiciones operativas favorables para la criminal agresión. Tras el fracaso, fue el único de su grupo que logró huir del país a través de la cerca de la Base Naval de Guantánamo en junio de 1961. En este lugar fue inmediatamente recibido y devuelto a Estados Unidos, donde se reincorporó a varias organizaciones terroristas.
Basulto reconoció abiertamente en un programa de televisión de Miami que la CIA no solo entrenó a grupos cubanoamericanos en el uso de armas y explosivos, sino también dirigió las actividades terroristas contra Cuba. Así, por ejemplo, reconoció que el 24 de agosto de 1962, junto con Luis Posada Carriles, atentó contra un hotel habanero desde una embarcación cercana a unos 200 metros de la costa del barrio de Miramar. “En el año 1962, tiré con un cañón contra un hotel en Cuba y hasta ahora no me han venido a entrevistar”, espetó Basulto, al contestar una pregunta del conductor en ese programa de amplia audiencia. “A mí me entrenaron en el uso del cañón las propias autoridades de EE.UU.” en bases de la CIA, se jactó sin vergüenza alguna.
En el año 1963, el Gobierno de los Estados Unidos ofreció a un grupo de terroristas de origen cubano, en su mayoría miembros de la Brigada 2506, entre los que se encontraba Basulto, un curso especial de adiestramiento en la academia militar de Fort Benning, en el Estado de Georgia.
Este nefasto personaje formó parte también de la operación Irán-Contra que sirvió de agresión contra la Revolución Sandinista en la década de los 80 y se le vinculó con el negocio de la droga para adquirir fondos con este fin. Un artículo del periodista Peter Day Scut, donde se recoge el testimonio de Celerino Castillo, agente de la Agencia para el Control de Drogas (DEA), desarrolla toda la información del vínculo de Basulto como parte de esa operación que dirigió el teniente coronel Oliver North, junto con Félix Rodríguez Mendigutía, el Gato, en un plan de vuelos para darles tratamiento a los heridos de la Contra.
El periódico The New York Times, el 20 de enero de 1987, señaló que la mayor ayuda a los contra venía de tres fuentes: la CIA, la operación ilícita de Oliver North y el tráfico de drogas, pues se dice por la DEA, que había compilado evidencia convincente de la operación de suministro a la contra en la base de la Fuerza Aérea de Ilopango en El Salvador, donde estaban Luis Posada Carriles, Félix Rodríguez y José Basulto, que también contrabandeaban cocaína y marihuana hacia Estados Unidos.
Durante varios años militó en un abanico de organizaciones terroristas en Estados Unidos y participó en planes de actos violentos contra Cuba y de atentados contra la vida del Comandante en Jefe Fidel Castro. En mayo de 1991 reaparece en la palestra pública como un “gran humanista” cuando funda una organización (se asegura que a instancia de Jorge Mas Canosa, chairman de la Funadación Nacional Cubano Americana) llamada Hermanos al Rescate para “salvar balseros”, la cual le serviría de pantalla ideal en los estudios de la situación operativa de las costas cubanas, cayos adyacentes, así como en el rastreo de las comunicaciones aéreas, marítimas y de instalaciones oficiales de la isla.
La congresista Ileana Ros-Lethinen y Jorge Mas Canosa, le pidieron al presidente George Bush padre la entrega a Hermanos al Rescate de tres aviones propiedad de la Fuerza Aérea de EE.UU. tipo 0-2, versión militar del Cessna, que habían sido utilizados durante la guerra en Vietnam y El Salvador, por ser aeronaves especiales de combate para la exploración militar y la labor de inteligencia.
El 19 de julio de 1992 aparecen fotos por primera vez en la prensa, en un reportaje del editor del periódico Miami Herald, David Lawrence, de los aviones entregados a ese grupo contrarrevolucionario, que todavía tenían claramente visibles las siglas USAF (Fuerza Aérea de EEUU). Lawrence realizó un vuelo con ellos.
A mediados de 1993, Basulto concibió ejecutar el denominado plan Pan, Amor y Libertad, que preveía crear desórdenes en la Isla. En un programa de la mal llamada Televisión Martí explicó que el objetivo era “la voluntad de participar con estas aeronaves en acción de apoyo a un levantamiento y constituyen los elementos esenciales en este sentido. Esa es la vía idónea para resolver los problemas de Cuba”.
A lo largo de esos primeros años había trabajado para estimular las salidas ilegales del país y violar sistemáticamente nuestro espacio aéreo, lo que venía haciendo ya desde 1992 en abierta actitud provocadora. También pretendía volar por el corredor aéreo Girón para tomar fotos de áreas sensibles de nuestro territorio, con intenciones de sabotearlas posteriormente.
Para ello orientó realizar un “scanner aéreo” y se interceptaron frecuencias de la PNR y Guardafronteras cubanos, mientras desde el hangar de Hermanos al Rescate y la camioneta de Basulto se escanearon las frecuencias del FBI en Miami y del Servicio de Guardacostas. Algunas otras medidas incluían “acostumbrar” a los radares cubanos a la presencia de aviones de HAR; tratar de colocar de forma virtual información en las pantallas de los radares cubanos y tratar de determinar la vulnerabilidad de la defensa cubana diurna, acciones todas de un carácter ilegal, que evidenciaban una vez más los objetivos criminales de esta organización.
Está probada la intención de Basulto de pedir la autorización para utilizar un Mig-23 estacionado en Oppa Locka, donde estaba el hangar de Hermanos al Rescate, para sus actos de provocación. En un informe desclasificado de la CIA del año 1998, donde aparecen más de 100 intentos por armar actos de confrontación con Cuba, uno de esos elementos de provocación era, precisamente, simular el ataque de un avión Mig, con las insignias cubanas, a un barco norteamericano, con el propósito de crear un conflicto entre las dos naciones.
A principios del año 1993, publiqué un artículo en el periódico Juventud Rebelde: “¿Para qué quiere la CIA naves aéreas soviéticas?”, donde denunciaba que varios exagentes de la CIA y personas vinculadas al tráfico de armas estaban realizando una operación muy secreta de la Agencia Central de Inteligencia en la compra acelerada de aviones Mig, helicópteros MI-8 y las aeronaves de transporte AN-26 y AN-24, que eran los medios aéreos utilizados por la Fuerza Aérea de Cuba, con el propósito de ser empleados en actos provocadores. Uno de los personajes que se decía estaba vinculado a esta operación era José Basulto.
El jefe de Hermanos al Rescate también instigó públicamente a atentar contra el presidente Fidel Castro y practicar la violencia contra Cuba, así como ratificó su disposición de asumir los “riesgos que de ello se derivan”. Por ello, entrenaron para propiciar la voladura de la refinería de Cienfuegos, y en abril de 1994 sobrevolaron a muy baja altura la ciudad de La Habana y lanzaron bombas de humo.
Después del fracaso de los acontecimientos del 5 de agosto de 1994 en La Habana, Basulto y sus hermanos terroristas aceleraron el deseo de realizar una escalada que definió como lograr un Maine volante o aéreo, lo que equivalía, a fabricar una provocación al estilo del histórico acorazado para tratar de promover una reacción norteamericana capaz de desencadenar una acción militar directa de ese país contra Cuba.
En esos meses del año 1994 se produjeron por lo menos otras siete violaciones de este grupo, las cuales no eran desconocidas para las autoridades norteamericanas. El Acuerdo Migratorio firmado entre los gobiernos estadounidenses y cubano supuestamente anulaba el papel protagónico de Hermanos al Rescate y Cuba esperaba del Gobierno de Estados Unidos una acción más enérgica para impedir esas provocaciones.
Las reformas económicas que se adoptaron en 1994 tras los más de 100 mil parlamentos obreros fueron una manifestación de fuerza de la Revolución en medio del peor momento.
Durante conversaciones sostenidas en aquel septiembre de 1994 entre las administraciones de aviación civil de ambas naciones, la parte cubana proporcionó informes en los que se ofrecían detalles de cómo en varias ocasiones las aeronaves de Hermanos al Rescate penetraron dentro del espacio aéreo territorial cubano. En el encuentro, la parte norteamericana expresó su preocupación por tales hechos y reconoció que dichos vuelos constituían una amenaza a la seguridad.
Pero todo eso era una cortina de humo. El 8 de mayo de 1996, un mes y tanto después del incidente del 24 de febrero cuando son derribados estos aviones de Hermanos al Rescate, Dennis Hays, hasta ese momento jefe del Departamento Cuba en el Departamento de Estado, compareció ante una audiencia del Senado de Estados Unidos. A instancias del senador Christopher Dodd, quien lo inquiere, reconoció que él voló en los aviones de Hermanos al Rescate entre los años 1993 y 1994 y acepta más: “Mi predecesor también lo hizo en similares circunstancias”.
Es decir, desde que surgió Hermanos al Rescate, funcionarios del Gobierno de Estados Unidos estuvieron volando con ellos, como si fuera un viaje de placer, durante los años 1992, 1993 y 1994, según reconoció Hays en esa audiencia senatorial. También salió a relucir el hecho casi oculto hasta entonces de que dos aeronaves dirigidas por Basulto despegaron desde la Base Naval de Guantánamo, permitido por las autoridades norteamericanas, para lanzar panfletos sobre Cuba.

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