Esto es lo que dice el presidente Macri y que recoge el medio oficialista Infobae
El Presidente aseguró “no hay ninguna prueba” para responsabilizar a Gendarmería por la muerte de Santiago Maldonado
1 de noviembre de 2017
El presidente Mauricio Macri
Mauricio Macri volvió a
hablar sobre Santiago Maldonado, el joven que fue detenido por Gendarmería
y semanas atrás apareció muerto en el río Chubut tras ser buscado durante 78
días, y reiteró que no se trató de un caso de desaparición forzada.
“Desde el primer día les dije al Jefe de gabinete, a Patricia Bullrich y
a Germán Garavano, que la verdad debería estar arriba de la mesa”, dijo el
Presidente, y agregó: “Les dije que si acá hubo
responsabilidad de la Gendarmería, seríamos los primeros en señalarlo y así fue. Se les tomó
declaración a los setenta gendarmes que estuvieron allí y le dimos la
información al juez”.
Luego añadió: “Colaboramos
con la Justicia y no prejuzgamos. Para mí es tan inocente un
gendarme como un ciudadano común. No voy a seguir esa lógica
que dice que cualquier ciudadano hasta que no se demuestre lo contrario es
inocente y una fuerza federal es primero culpable y debe demostrar su
inocencia”.
“Para mí es tan inocente un gendarme como un ciudadano común”, dijo
Además, aseguró: “No
vamos a aceptar que digan que esto es una desaparición forzada. Es imposible
que este gobierno democrático participe en hacer desaparecer a nadie y no vamos
a juzgar a la Gendarmería porque no hay ninguna prueba”.
Consultado acerca de la comunicación
del Gobierno sobre el caso, explicó: “Enfrente encontramos un conjunto de
organizaciones que afirmaba que era una desaparición con testigos que después
se demostró que eran falsos. Era una avalancha frente a nosotros. No podíamos afirmar contundentemente que estamos seguros que Gendarmería
no había participado ni tampoco condenarla”.
Para finalizar, dijo: “Esto nos debe servir de experiencia para no agredirnos y utilizar la
vida de una persona para hacer política”.
EDITORIAL DIARIO LA NACION del 31 octubre 2017
Gendarmería: las cosas por su nombre
Corresponde que quienes produjeron tanto daño y dolor, de modo tan
artero o equivocado, ahora expresen públicamente: “Perdón, Gendarmería”
Quedará en los anales de la ignominia y la hipocresía el uso de una
muerte accidental para crear y endilgarle al gobierno de Mauricio Macri una
desaparición forzada. La construcción del caso involucró necesariamente una
cadena de mentiras y falsos testimonios. Se sacó provecho, además, de la
sensibilidad de una parte de la sociedad cuando algo se refiere a los llamados
“pueblos originarios”.
Un reclamo de una fracción mapuche contestataria y claramente infiltrada
por corrientes subversivas, identificada como Resistencia Ancestral Mapuche
(RAM), cortó la ruta 40 en un tramo cercano al territorio que reivindican como
propio. La Justicia ordenó proceder a la disolución del piquete y la liberación
de la ruta, tarea que le cupo a la Gendarmería Nacional, para concretarla con
el menor daño posible a los involucrados. Sin disparos de armas de fuego, sus
efectivos recibieron numerosos impactos de piedras y elementos contundentes por
parte del grupo activista, respondiendo con idénticos elementos. En cualquier
lugar del mundo la acción de las fuerzas del orden frente al corte violento y
prepotente de una ruta hubiera parecido de una levedad inapropiada.
Los violentos huyeron y se lanzaron a cruzar el río en busca de un lugar
más protegido. Entre ellos estaba Santiago Maldonado, un artesano que por
ideología, espíritu de bohemia o aventura los acompañaba. Sin las habilidades
físicas de los mapuches, dado que no sabía nadar, y con una gruesa carga de
ropa, según surge del resultado de la autopsia, no habría podido llegar por sus
propios medios a la orilla opuesta. Su acompañante no pudo ayudarlo y Maldonado
murió ahogado o por hipotermia. Todo su grupo lo sabía, pero guardó el secreto
y elaboró la versión y el testimonio de su apresamiento por parte de la
Gendarmería, cumpliendo con quienes armaron el libreto de la desaparición
forzada. Está claro hasta aquí que la utilización política de la situación por
parte de una facción ha pretendido alterar hechos que, si bien aún aguardan
confirmación, todo parece indicar que habrían tenido un derrotero muy distinto
al del “relato” que una vez más una ideología violenta y combativa buscó
imponer desde distintos frentes al grito de “Macri, basura, vos sos la
dictadura”. Horacio Verbitsky lo hizo desde Página 12 y las tropas
kirchneristas y las izquierdas combativas impulsaron la falaz versión.
Desconociendo el dolor de una familia y de toda una sociedad, con la hipótesis
de una desaparición forzada que responsabilizaba a la Gendarmería y al propio
Poder Ejecutivo Nacional, se convocó a la protesta y a las marchas, con remeras
estampadas con la cara del joven artesano y pancartas con mensajes
desestabilizadores que cobraban fuerza en el marco preelectoral. La televisión
incluso dio cuenta de situaciones en los colegios en los que las maestras
tomaban lista a sus alumnos incluyendo el nombre de Santiago Maldonado y lo
mismo sucedía en turnos de hospitales, oficinas públicas, y hasta en salas de
cine. La propia Cristina Kirchner llegó a pavonearse portando la imagen de
Maldonado en una misa y en actos públicos, olvidando seguramente que atrás
quedaron los días en los que la desaparición de Julio López fue también motivo
de interpelación para su gobierno. Un grupo de activistas clamaba por la
aparición con vida del muchacho, aunque por sus dichos y procederes quedaba
suficientemente en evidencia que buscaban confirmar lo contrario para poder
sostener así el cargo de “desaparición forzada” que tanto rédito político les
hubiera dado.
La Gendarmería pasó a ser sindicada como una siniestra fuerza a las
órdenes de un gobierno de inhumanos y perversos personajes. Muchos
comentaristas se inclinaron por la versión de la captura ilegal, algunos por
ideología, otros por la propensión a las teorías conspirativas. Aun después de
la aparición e identificación del cuerpo insistían en que había sido colocado
en el lecho del río por la Gendarmería. Todavía hoy, cuando la autopsia y la
confesión de un testigo comienzan a arrojar mayor claridad sobre el suceso,
muchos persisten en la mentira. Debe lamentarse la actitud del hermano, Sergio
Maldonado, quien, más allá de la comprensión que merece por su dolor, reaccionó
con destempladas críticas y acusaciones fuera de lugar, que en nada
contribuyeron a apaciguar los exaltados ánimos y que poco sumaron a la hora de
acercarse a la dolorosa verdad sobre lo acontecido.
Desde los primeros momentos, la ministra de Seguridad, Patricia
Bullrich, fue fuertemente atacada cuando apoyó incondicionalmente a la
Gendarmería a sus órdenes, aun cuando muchos sostienen que habría sido una
buena medida desafectar a los gendarmes involucrados hasta tanto se
clarificaran los hechos. En algunos colegios, los hijos de gendarmes fueron
sometidos a burdos escarnios, hasta el punto de haberse teatralizado escenas de
falsos fusilamientos a cargo de oficiales de la fuerza, en el afán de
abochornar y denigrar la acción de quienes tienen bajo su responsabilidad la
defensa de la ley y el orden en nuestro territorio. Recordemos que en estos dos
meses los feroces y provocadores ataques con bombas molotov a destacamentos en
el Sur sólo dispararon mesuradas reacciones defensivas propias de una fuerza
profesional que respeta las órdenes recibidas sin desbandes ni excesos.
Ante la duda general sobre lo que podría haber conducido a la
desaparición de Maldonado, la Gendarmería fue vil y apresuradamente demonizada,
algo frecuente cuando amplios sectores de la ciudadanía asocian “la represión”
con los violentos años del proceso militar, sin comprender que cualquier
extralimitación contraria a las leyes y el orden es dable de ser legalmente
controlada, con el aval de la Constitución, para garantizar o recuperar la
normalidad y la vigencia de las instituciones.
Nos preguntamos si quienes produjeron tanto daño y dolor, de modo tan
artero o equivocado, no deberían expresar públicamente: “Perdón, Gendarmería”.
Las palabras deben recuperar su sentido más cabal y dejar de ser
instrumento de facciones que buscan tergiversarlas en un peligroso afán por
vaciarlas de su auténtico contenido, poniéndolas al servicio de vetustas
ideologías. El caso Maldonado nos ofrece una clara oportunidad para que, como
sociedad, reflexionemos y repasemos cuál es el rumbo que elegimos. Sólo si cada
uno puede reconocer los propios errores, de ayer y de hoy, seremos capaces de
construir juntos el futuro que nos convoca. Es tiempo de comenzar a llamar a
las cosas por su nombre.
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