Los caminos de la libertad. Historias de solidaridades, proyectos y arte que se niegan a aceptar jerarquías y opresores.
Por Nazareno Bravo
Pintura de Santiago en Mendoza. |
Al llegar a la provincia, además del grupo con los que convivió ese tiempo, Santiago encontró una conexión con su propia historia.
“Pensaba mucho en la historia familiar, en sus abuelos, que trabajaban en relación con la producción de olivos y acá se sintió identificado con el paisaje. Tenía mucha relación con la familia, con la madre, muy pegado a la abuela… lo llamaban día por medio y se iba al patio para hablar tranquilo, charlas largas”.
En Mendoza trabajó como tatuador, pero también ofreció talleres de preparación de tinturas madre con hierbas en el Centro Cultural La Lagunita de El Bermejo, y pasó algunos días de montaña en Las Vegas.
“Siempre fue muy divertido, tranquilo pero activo. Ya tenía incorporadas muchas prácticas y miradas alternativas cuando llegó. Él siempre había acompañado distintas luchas, aunque sin formar parte de una estructura o de un partido. Hasta donde sabemos, salvo algunas detenciones por averiguación de antecedentes, nunca había estado en un evento represivo como el del 1 de agosto”.
Lejos del mote de “artesano” que logró imponer Clarín para calificarlo, Santiago mostró en Mendoza que tenía vocación por el arte. Dibujos, tatuajes, pinturas, murales, letras de canciones, música y textos quedaron como recuerdos de días con ánimos muy distintos a los actuales.
“Escuchaba mucha música y hasta grabó por su cuenta algún tema al que le había hecho la letra. Siempre estuvo el punk pero cuando llegó acá, casi todo lo que escuchaba era hip hop. Se despertaba y ponía algún disco de Marmotas en el Bar, de 89 Puñaladas, o de Folié a Trois…”.
Esos y otros artistas, construyen sonidos para la vida cotidiana de miles de inconformes como el Brujo, que no se contentan con la queja constante sino que ponen en práctica los principios que promueven.
Así, la perspectiva libertaria se traduce en acciones directas contra la represión, pero también en formas de establecer relaciones entre pares, en la autogestión y la horizontalidad; en pautas de vida como el vegetarianismo, el veganismo, el no consumo de alcohol y la preocupación por el medio ambiente. Mucho de esto encontró el Brujo en Mendoza, lo que también explica los meses que se quedó “de paso” hacia Chile.
Cuando el Brujo se convirtió en Santiago Maldonado
Foto: Cristian Martínez
Ya en el sur, el Brujo siguió sumando capítulos a un trayecto de solidaridad que lo acercó al pueblo mapuche y a su reclamo por la liberación del lonko Facundo Jones Huala, enmarcado en la histórica exigencia
de autodeterminación y reconocimiento
de derechos violados desde hace siglos.
“Nos llamaron del sur, avisando lo que había pasado en la represión al pueblo mapuche. Al principio pensamos que había podido escaparse, que ya se iba a comunicar. Pero a medida que fueron surgiendo noticias sobre la actuación de la Gendarmería, nos dimos cuenta que pasaba algo más grave… Lo primero que hicimos, como amigas y amigos de él, fue presentar un habeas corpus para meter presión. De ahí ya quedamos en contacto con gente que se acercó y se formó el Comité por la Aparición de Santiago Maldonado. Comenzamos con las actividades, concentraciones, radio abierta, marchas. Nos sorprendió la cantidad de personas que participa, pero también hemos recibido indiferencia y comentarios despectivos”.
Foto: Cristian Martínez
Ese trayecto de organización en la desesperación por la ausencia forzada de un ser querido, las incertidumbres y los desprecios (estatales, mediáticos, sociales), que iniciaron los amigos y amigas de Santiago, se parece demasiado al que tuvieron que recorrer los familiares de detenidos/as desaparecidos/as durante la última dictadura, pero también a los que provoca la muerte de jóvenes a manos de la policía. Sin necesidad de adherir a alguna de las perspectivas libertarias, es más que palpable que el Estado oprime, asesina a sus ciudadanos, persigue a quienes reclaman y defiende a los poderosos.
Queda todavía, como tantas veces a lo largo de nuestra historia, la resistencia, el activismo, la persistencia en el reclamo y la búsqueda de formas de combatir la indiferencia y el placentero adormecimiento que provocan el consumismo y las actualizaciones del “No te metás”.
Quedan también las marcas que el Brujo dejó en los cuerpos y en las paredes, en las charlas y los abrazos; los colores luminosos de sus pinturas. Quedaron también “Argensina”, una canción grabada de forma casera y textos suyos, que pueden ayudar a hacerle frente a la ausencia definitiva a la que lo condenaron por ser libre.
“Quién te dice que tenés que ser algo en la vida. Ya eres algo. ¿Estás contento? Destruye los prejuicios y los condicionamientos, los modelos, estereotipos, formas, normas. Se libre aquí y ahora, mañana puede ser tarde. No esperes a ir al cielo para disfrutar. En la Tierra está el paraíso y el infierno. Haz de tu vida un arcoíris y un tornado. Sé vago como el viento, nómade sin rastro”.
Queda hacia adelante convertir su nombre en memoria; pero en una memoria que incorpore sus luchas y sueños al debate, que impulse a la acción. La memoria de una vida llena de vida. Que sea una memoria habitada por alegrías, búsquedas, música y rebeldía. Una memoria que deje sin palabras a quienes imponen jerarquías, opresión y muerte.
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