Proyectos de magnicidios contra Fidel.
En los primeros meses del año 1962 los órganos de la Contrainteligencia tuvieron conocimiento de las actividades de proselitismo y propaganda contrarrevolucionaria realizada por la organización denominada Ejército de Liberación Nacional (ELN) y donde tenían un papel protagónico los ciudadanos Rafael Mir Peña, Francisco Leyva Genover y Manuel Santos Martínez.
En el mes de diciembre estos elementos contrarrevolucionarios comienzan a proyectar un plan para la eliminación física de Fidel, durante el acto por el IV aniversario del triunfo de la revolución cubana y que se realizaría el 2 de enero, en la Plaza de la Revolución. Tenían previsto ejecutar la acción magnicida cuando el líder revolucionario estuviera haciendo uso de la palabra.
Estos terroristas estudiaron la posibilidad de irrumpir, por la fuerza y con el uso del factor sorpresa, en uno de los apartamentos con buena visibilidad hacia la tribuna, de un edificio de la calle Zapata. Después de inmovilizar y amordazar a los inquilinos procederían a realizar los disparos hacia la tribuna. Contaban con tres fusiles Springfield provistos de mirillas telescópicas y silenciadores.
Para la huida tenían previsto utilizar un automóvil estacionado en un lugar próximo y contarían además con cinco ametralladoras Thompson, para repeler cualquier obstáculo que se les presentara. Una semana antes de la detención se presentaron en la calle Zapata, para desde el terreno observar, valorar y determinar el apartamento que reunía las condiciones propicias para realizar los disparos hacia la tribuna. Los tres involucrados fueron detenidos y se les ocuparon los medios previstos para ejecutar el magnicidio.
Otro proyecto contra Fidel.
A mediados del año 1963 los Órganos de la Seguridad del Estado lograron descubrir la existencia del agente de la CIA Pierre Quang-Diez Ure, de nacionalidad francesa y que tenía la misión de preparar un plan de magnicidio contra el Comandante en Jefe. Este ciudadano mantenía contacto con otro agente de la CIA, el ciudadano cubano Federico Hernández González, quien trabajaba como ingeniero de la red de alcantarillado de la Habana. Ambos mercenarios de la Inteligencia norteamericana habían establecido vínculos con algunos miembros de las organizaciones contrarrevolucionarias Frente Interno de Unidad Revolucionaria (FIUR) y Triple A.
El plan consistía en colocar 60 libras de explosivo gelatinoso C-4, suministrado por la CIA, en la red de alcantarilla que pasa por debajo de donde estaba instalada en aquel entonces la tribuna de la Plaza de la Revolución. El plan magnicida estaba previsto para realizarse el 28 de septiembre de 1963, en ocasión de celebrarse el tercer aniversario de la creación de los CDR.
La peligrosidad de este plan estaba dada, fundamentalmente, en que el ingeniero hidráulico Hernández González, por funciones de trabajo tenía acceso al sistema de alcantarillado de esta zona. Por tal motivo se decidió proceder a la detención de estos dos agentes de la CIA, además de cinco involucrados de las organizaciones contrarrevolucionarias mencionadas. A los detenidos les ocuparon medios y materiales explosivos de fabricación norteamericana, así como propaganda y emblemas de las organizaciones contrarrevolucionarias vinculadas al hecho.
En este caso, una vez más se pone de manifiesto la intención criminal de la CIA y de sus lacayos, pues de haberse ejecutado la acción magnicida hubieran perecido o resultado herido cientos de personas presentes en esa concentración del pueblo.
Los proyectos de asesinatos que describimos aquí son una pequeña muestra del universo, no obstante, sirven para demostrar y comprender, hoy más que nunca, la necesidad de estar en constante vigilia, para evitar que los enemigos de la Revolución Cubana, principalmente el gobierno de los Estados Unidos y sus Servicios Especiales, lleven a cabo planes de asesinatos contra nuestros principales dirigentes. Lo ocurrido recientemente en Venezuela e Irán son ejemplos evidentes de que el Imperialismo norteamericano en su política agresiva contra los países que han tomado un rumbo progresista, no ha desestimado el empleo de los viejos métodos de Terrorismo de Estado, sobre todo, en la modalidad de magnicidio.
El Imperialismo norteamericano está profundizando y acrecentando su vocación expansionista y hegemonista. Se revive la Doctrina Monroe. Donald John Trump, el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos, primero en la historia norteamericana que llega a la Casa Blanca sin ninguna experiencia política y sin ocupar algún puesto electivo, es un empresario inmobiliario, de marcados sentimientos xenofóbicos, carente de ética y que pretende convertirse en el Adolfo Hitler de estos tiempos.
¡Alertas! Es un loco peligroso.
Israel Valdés Rodríguez* -Colaborador de micubaporsiempre
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