La foto de la Plaza del Congreso vacía, con todas las calles circundantes valladas por policías de todas las clases y armamentos, gendarmes con su camionetas verde oliva y un montaje escénico como en las mejores épocas de los años de plomo. Eso y no otra cosa es el 1 de marzo que Mauricio Macri ofreció al mundo, justamente el día en que históricamente todos los presidentes argentinos (excepto los militares) se vanagloriaron de inaugurar las sesiones del Parlamento, hicían un balance de lo hecho el año anterior y anticipaban lo mejor (en este caso, ese rubro estuvo ausente) que van a realizar en este periodo. La costumbre indica que también derraman verborragia “democrática” por los poros.
Sin embargo, MM no sabe mucho de protocolos y sutilezas, gobierna para los de su clase y con halagarlos y abrirles el camino para que multipliquen sus ganancias, se conforma. Por ello, convirtió las calles en un bunker blindado, sabiendo que no tiene bases que mover ni que lo aplaudan, a lo sumo lo votan, y muchos ya lo están reconsiderando visto lo visto en 2016. Encerrado entre los trajes de marca y las corbatas, arrinconado por señoras que pegaban saltitos y demostraban que les “encanta” el cambio, como dijo una de ellas al estamparle un ruidoso beso, Macri no quiso oir las voces del pueblo, y mucho menos las de los docentes reclamando por sus salarios, esos hombres y mujeres dignos que a pesar de los cordones de uniformados avanzaron con sus carteles, desbordaron varias vallas y llegaron a estar cara a cara con la policía, levantando una pancarta de guardapolvos blancos.
Adentro, el Presidente utilizó en su discurso la táctica de mencionar todos los problemas que su gobierno produjo pero achácándoselos a la gestión anterior. Mintiendo con descaro dijo estar preocupado porque 12 millones de argentinos viven en villas y barrios precarios, sin agua ni servicios básicos, cuando es precisamente su política neoliberal la que aumenta el desamparo y el dolor del mal vivir de esos ciudadanos y ciudadanas.
En el colmo de la hipocresía señaló como “fundamental” la educación y la salud, cuando sus funcionarios fueron los que han arrasado con todas las conquistas logradas en ese campo. Ni que hablar de los científicos del Conicet que fueron despedidos y maltratados, y muchos de ellos hicieron oir su voz hoy mismo en las puertas del Congreso.
Pero hay un detalle siniestro en ese discurso que va a pasar a la historia como un gran compendio de mentiras, y es cuando hablando para su claque de ricachones trató de burlarse del referente del gremio docente, de quien dijo: “No creo que Baradel necesite a nadie que lo cuide”. Justamente cuando ese dirigente viene denunciando que sigue recibiendo amenazas de muerte por su actividad sindical.Juega con fuego Mauricio Macri, cree, como en su momento idealizaban los militares de la dictadura, que su reinado va a durar toda la vida. No se da cuenta, que camina sobre brasas, que se le viene un mes de mucha gente en la calle y que el enojo de los argentinos y argentinas tiene un límite. Podrá minimizar la inflación, los despidos, la falta de luz, los aumentos de todos los servicios públicos y otras realidades que no mencionó en su discurso. Sin embargo el 7, el 8, el 13 y el 24 de marzo, primero con las y los trabajadores, luego con las mujeres y su paro nacional y mundial, después con una marcha multitudinaria de la CETEP a Plaza de Mayo y en el día que recuerda la brutalidad del golpe militar con todas y todos aquellos que reivindican la memoria y los derechos humanos, se topará con los que verdaderamente quieren un cambio, pero precisamente para terminar con el neoliberalismo y sus consecuencias de hambre y represión.
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