De la villa, como ustedes. Gustavo, mi hijo, era militante de la Villa 31. Allí, en Retiro, dio sus primeros pasos junto al padre Carlos Mugica, dándoles apoyo escolar a los chicos, en un comedor. Y así como él, sus 30 mil compañeros peleaban por un país con justicia social. Cuando empezó esa pesadilla, ellos soñaban, soñaban con trabajos sin explotación, con techos dignos, con panes suficientes, para que ningún niño debiera sufrir hambre, ni pasar su infancia pidiendo limosna. Luchaba, claro que luchaba, por el bienestar del pueblo.
Sobre el barro de las villas, más que sobre ningún otro suelo, Gustavo sentía que podía cambiar la realidad, porque ya por entonces primaba la estigmatización que las presenta como cuevas para el narcotráfico y la delincuencia, omitiendo la verdadera cotidianeidad de las comunidades obreras, donde la gente se levanta temprano para ir a trabajar, en muchos casos tirando de un carro durante horas, para intentar sobrevivir honestamente. Y para vivir, también. No por casualidad, ni por dinero, las Madres hemos acompañado siempre al grito villero.
Hoy, la voz de los 30 mil puede escucharse retumbando en las gargantas de los docentes, que históricamente han sabido pararse sobre nuestros zapatos, así como ahora me paro yo, dentro del guardapolvo. Pues quién sino los maestros han enfrentado a las injusticias, mal que le pese al gobierno. ¿Saben por qué no les gusta que tomemos las calles? Porque saben que están en falta. Y por eso mismo, vamos a seguir saliendo, sin retroceder ni un solo paso atrás.
Todas esas caravanas por la escuela pública, como las marchas por la urbanización o las manifestaciones contra el gatillo fácil, llevan en sus consignas las causas de Gustavo, todavía postergadas y ahora ninguneadas. Porque no, al macrismo jamás le interesaron los Derechos Humanos y por eso intentan borrar la historia, tal como quisieron convertir al Día de la Memoria en un feriado movible, minimizando al terrorismo de Estado que buscan relativizar.
No lo lograron.
Ni lo van a lograr.
Ni lo van a lograr.
Más que nunca, este 24 de marzo volveré a marchar sobre La Poderosa, porque además de hacerme muy bien, ustedes resisten construyendo un futuro mejor, de la única manera que se puede: recuperando a los luchadores populares, a sus valores y a sus verdades, que también son las nuestras. Y que, por supuesto, son 30.000.
Aunque un gobierno fascista los quiera esconder, a nuestros hijos no los callarán jamás.
Tarde o temprano deberán entender que dijimos Nunca Más.
Hasta mañana.
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