viernes, 3 de marzo de 2017

Macri hizo recordar el “Síganme que no los voy a defraudar” Emilio Marin

DISCURSO SIN BASES REALES EN LA 135° ASAMBLEA LEGISLATIVA
Mauricio Macri abrió ayer el 135° período de sesiones ordinarias del Congreso con un discurso polémico. Allí pintó un país irreal, en una evolución muy positiva que no se asienta en datos de la realidad. Hizo acordar al lema menemista, voluntarista y falso.

EMILIO MARÍN
El presidente habló una hora, leyendo su discurso, libreto del que sólo se apartó algunos minutos del tramo final, cuando arengó a su tropa pidiendo que nadie afloje. El llamamiento pudo ser leído en clave de deterioro, o sea que Macri toma nota que en la tropa propia hay signos de decaimiento y merma en el apoyo al proyecto del PRO-Cambiemos.
Esta vez había llegado la sugerencia-orden de Jaime Durán Barba, para que el orador y los ministros y secretarios estuvieran de traje y corbata, para darle un toque más serio al asunto. La camisa sin corbata quedó para otras oportunidades, más relajadas, aunque el asunto sea el mismo: tratar de convencer a la opinión pública que este gobierno de CEOS de grandes empresas tiene sensibilidad social. Carece de eso, of course, pero lo que diga el gurú ecuatoriano tiene valor de ley en ese lobby empresario devenido en políticos, con excepciones que venían de esta última actividad, como Emilio Monzó, del PJ bonaerense, Federico Pinedo de la Ucedé y Gabriela Michetti, que alguna vez fue de la Democracia Cristiana.
Tanta lectura de página tras página provocaba alguna comparación con Cristina Fernández de Kirchner, quien fue tantos años al Congreso y se realzaba su gran talante como oradora. Pobre Macri, en ese plano no tiene ni para empezar. Sus ensayos en Chapadmalal no lo mejoraron como mediocre orador y eso que jugaba casi como local, con pareja correlación de fuerzas entre los legisladores pero mayoría fanática suya en los palcos. Estos últimos estaban ocupados por Federico Sturzenegger, del Banco Central, que a la postre resultó uno de los funcionarios más elogiados; Momo Venegas, que se puso de pie para aplaudir algunos pasajes de reivindicación del “campo” (léase modelo sojero) unos segundos después que lo hicieran sus patrones de la Sociedad Rural, como Luis M. ELuis M. Etchevehere.

Otros ruralistas, encumbrados como ministro, caso de Ricardo Buryaile, o como senador, el impresentable de Alfredo De Angeli, estaban asientos más cercanos al orador, junto con los ministros. Y entre ellos el “Zabeca” de Banfield, codo a codo con Marcos Peña y Rogelio Frigerio, como si fuera uno más del “mejor equipo de los últimos 50 años”.

Posturas peronistas.
Eduardo Duhalde, que de él se trata, fue uno de los pocos justicialistas que aplaudieron la pieza y que al final, reporteado por la TV, dijo que le había parecido de muy buena factura. Quedó muy aislado en el universo peronista pues apenas un gobernador, el salteño Juan M. Urtubey, aplaudió con ganas un par de ocasiones y ante la ausencia de Juan Schiaretti se llevó el premio al gobernador del PJ más macrista. 
El resto de los aliados del presidente dentro de esa rama política, se hizo el distraído, como Diego Bossio y Oscar Romero, del Bloque Justicialista, quienes cuchichearon en sus bancas. La mayoría del PJ-FPV tuvo una conducta casi “militante”, levantando pancartas criticando al presidente por la falta de respuesta a las demandas docentes, el endeudamiento externo, los tarifazos, los recortes en el Conicet y la detención de Milagro Sala.
La “foto” de la Asamblea Legislativa mostró como más activo al sector kirchnerista, que en la práctica no tiene un claro predominio dentro de la bancada justicialista. Como ayer fueron los más activos en críticas al orador, dieron esa impresión de mayoría. Quizás cuando las aguas vuelvan a la normalidad, recobren la manija José Luis Gioja, Miguel Pichetto y otros jefes no precisamente combativos, por sobre Héctor Recalde y otros más fieles a las orientaciones de la ex presidenta.
Macri, Monzó y el jefe del bloque del PRO en Diputados, Massot, habían reclamado que la oposición no llevara pancartas ni provocara. Debieron empezar ellos por no incurrir en provocaciones, como los varios párrafos el gobierno instaba a “cuidar a los docentes” con el verso de una “educación de calidad para la igualdad de oportunidades de los jóvenes”, tal el cassette que se ponen los de amarillo. 
Eso, en el contexto de negación a la paritaria nacional docentes, de buscar imponerles por decreto un magro aumento del 18 por ciento en cuatro cuotas y suplantar a los huelguistas con “voluntarios”, era una provocación. Cuando desde las bancas del FPV le reclamaron que si hablaba de cuidar, que lo hiciera con Roberto Baradel, Macri sonrió, con sonrisa dibujada y falsa, y lejos de pedir disculpas, profundizó la provocación: “no creo que Baradel necesite que lo cuiden”. Cabe recordar que el líder de Suteba había denunciado hace unos días amenazas de muerte que sufrió su familia, en el duro conflicto que se hizo tal por la negativa de la gobernadora María E. Vidal a considerar los reclamos docentes.

Plaza vacía.
Ayer la gobernadora sonreía encantadora a la TV, tratando de que esa imagen perdure en el televidente-electorado, y no se juzgue su papel, más bien cercano al de una bruja, respecto a los pedidos del magisterio.
No parece que Vidal y Macri puedan mantener su anterior buena reputación. Las encuestas, referidas al presidente, indican que va por mal camino desde julio-octubre del año pasado y con una caída más acentuada desde febrero.
Raúl Kollman en Página/12 de ayer, citó a encuestadoras (Aresco, Ceop, Analogías, Hugo Haime e incluso Poliarquía, siempre condescendiente con el PRO) que registran una caída de 8 puntos en la imagen positiva del presidente.
Sondeos al margen, una postal de la realidad de ayer confirmó esas tendencias políticas: la plaza de los dos Congresos estuvo vacía, literalmente. No hubo un sector macrista que fuera a vivar a su líder y al tarifazo del héroe Juan J. Aranguren, a reivindicar a Oscar Aguad como paladín del Correo y el whatsapp. Debe ser la primera vez desde que se recuperó la democracia en 1983, que un presidente habla a los legisladores mientras afuera no hay ni un alma. 
Bueno, sí había unos cuantos policías federales y metropolitanos, para prevenir y reprimir a algunos manifestantes. Y también había unos cuantos docentes de Suteba y Ctera, acompañados de ATE Capital, que fueron a cantarle a Macri sus cuarenta verdades. Pero seguidores del PRO, la UCR, la CC y otros socios del gobierno, ni pintados. La militancia rentada estaba en los palcos, haciéndose sentir y con la obvia complicidad de las cámaras, que siempre enfocaba al sector oficialista, resaltándolo, y a los palcos militantes. El paneo sobre las bancadas opositoras y sus pancartas era rápido y muy de vez en cuando. ¿Con eso creían disimular la ausencia de público afuera?

Relato provocador.
El mensaje presidencial fue un relato y, encima, provocador, al margen de la agresión a Baradel.
Fue un relato porque su esperanzada visión del país no se apoyó en datos concretos que demuestren que la economía vaya a crecer “en forma sostenida” en 2017. Sólo dio algunas cifras infladas de 2016, respecto a la venta de tractores y maquinaria agrícola, y pronosticó una cosecha récord de 130 millones de toneladas, cuando el Ieral, de la Fundación Mediterránea la estimó en 121 millones (La Nación, 24/2). Del crecimiento en 2017 sólo pudo argumentar que -tras obras en el aeropuerto de Tucumán- se había exportado 58 por ciento más de arándanos. Y pará de contar…
Los 2.800 kilómetros de autopistas están por verse; el programa de infraestructura, también; el plan Belgrano para el noroeste ya empieza a parecerse al cuento de la buena pipa.
De los despidos y suspensiones no dijo ni mu. Supuestamente no existen en este gobierno que tanto “transparenta” las estadísticas, en cotejo con el anterior. El estudio de CEPA documentó 241.000 despidos y suspensiones en el primer año de gestión, y esa dolorosa realidad fue omitida por el orador, así como disimulada la inflación.
La falta de autocrítica sobresalió en tarifazos. Los órdenes suyas y del ex CEO de Shell para aumentar tarifas habrían servido para poner coto a la corrupción y desmanejo en el sector energético. Ese discurso no pueden creerlo ni los chicos que este 6 de marzo deberían iniciar su primer grado.
Una buena salva de abucheos se llevó el presidente cuando quiso ubicarse como referencia de lucha contra la corrupción. El Correo-gate todavía le arde como puñetazo en su rostro y pareció uno de esos boxeadores que recibe una piña de nockout y sonríe a los árbitros como diciendo “no me dolió”. Aguad, castigado, estaba sentado en la cuarta fila de ministros, disimulado en ese pelotón.
En la previa el presidente fue imputado por el caso Avianca, una de las favorecidas con la concesión de rutas aéreas de bajo costo, en detrimento de Aerolíneas. Macair, la empresa de los Macri, fue vendida antes a la firma colombiana, con todos sus gerentes, lo que genera sospechas sobre quién es el dueño de esta concesionaria “low-cost”.
Casi toda la pieza oratoria, de algún modo hay que llamarla, se basó en el voluntarismo, no en realidades. Macri se pareció en eso a su admirado y transformador Carlos Menem, cuando en la campaña de 1989 puso de eslogan el “Síganme, no los voy a defraudar”. El empresario del PRO, sin patillas, dijo ayer que no aflojaría y pidió acompañamiento a los gritos, pero ya ha defraudado a buena parte del país.

http://www.laarena.com.ar/opinion-macri-hizo-recordar-el-siganme-que-no-los-voy-a-defraudar-1119752-111.html

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