15 de Abril del 2016 20:48:38 CDT
El joven escuchaba, en la céntrica esquina de 23 y 12, las palabras que desde la tribuna expresaba el líder rebelde. Y mientras más energía emanaban las frases de Fidel, mayor emoción sentía de estar allí, de verlo y aplaudirlo, mientras en algún sitio aguardaban el uniforme y la mochila, listos para el instante en que se diera la orden de batalla.
El día antes, desde su casa, vio cómo aeronaves mercenarias, con insignias cubanas, bombardeaban los aeropuertos en la capital habanera, para sembrar el pánico y desestabilizar el país. Después supo que los ataques, llevados a cabo con aviones tipo B-26, incluyeron objetivos en Santiago de Cuba. Solo lamentaba entonces no tener la metralleta en sus manos para dispararles. Por eso decidió rendirle homenaje en el cementerio de Colón. ¿Cómo iba a estar ausente en el acto del entierro de las víctimas de aquel hecho cobarde y criminal?
«Marchemos a las Casas de los Milicianos, formemos los batallones y dispongámonos a salirle al frente al enemigo, con el Himno Nacional, con las estrofas del himno patriótico, con el grito de “al combate”, con la convicción de que “morir por la Patria es vivir” y que “en cadenas vivir es vivir en oprobio y afrenta sumido”», oyó decir al orador de verdeolivo.
Minutos antes, el muchacho de apenas 20 años, estudiante de Medicina, había escuchado una palabra que sintetizaba el rumbo del proceso revolucionario: socialismo. Fue el momento en que Fidel, dirigiéndose al auditorio conmovido por la muerte de sus mejores hijos, llamó a defender la Revolución socialista «con esos mismos fusiles», porque lo «que no pueden perdonarnos los imperialistas es la dignidad, la entereza, el valor, la firmeza ideológica, el espíritu de sacrificio y el espíritu revolucionario del pueblo de Cuba».
Aquel joven se llamaba Pedro Borrás, quien a menos de 24 horas del acto en 23 y 12 se integraba a las milicias que salieron a defender la Patria de la agresión por Playa Girón. El mismo que al despedirse de su madre y ante el natural reclamo de que se cuidara, respondió: «¡Si me matan, serás la madre de un héroe!».
Los que asistieron a la declaración del carácter socialista de la Revolución —hace hoy 55 años— se marcharon de aquella histórica esquina con la clara convicción de que la Patria estaba en peligro. Y no era hora de titubeos o justificaciones para faltar a su llamado. De lograr el enemigo sus propósitos, la lucha habría sido en vano y se liquidaría la Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes.
Pedro Borrás dio su sangre en Girón el 20 de abril, un día después de la victoria, cuando cayó herido en un tiroteo y posteriormente fue rematado por manos mercenarias. Simbólicamente, años más tarde Fidel le entregó el título de médico a su padre en el acto de graduación realizado en la Sierra Maestra. Su historia corrobora la disposición de los revolucionarios cubanos de defender con su propia vida los ideales socialistas. Otros, como él, lo han demostrado desde entonces y constituyen paradigmas para la juventud cubana.
Es por ello que, cuando hoy se inaugure el 7º Congreso del Partido, estará presente el homenaje a nuestros héroes y mártires, a los que no olvidaremos jamás. Ellos nos guían con su ejemplo y nos enseñan el camino en la construcción dialéctica de ese socialismo que Fidel proclamara, un día como hoy, en la esquina de 23 y 12.
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