13 febrero, 2017
Hugo Montero e Ignacio Portela/ El Furgón.
En abril de 2012 nos acercamos al Tugurio para entrevistar, una vez más, a Osvaldo Bayer. La realidad política desbordaba de contradicciones y traiciones. Opinar era, para muchos, jugar a favor o en contra del kirchnerismo. No había posibilidad de salir de esa dicotomía, pensaban otros. Su voz, crítica y audaz, demostraba que otra realidad asomaba en el horizonte.
Un fragmento de aquella nota a continuación…
Un ventarrón insondable lo empuja. No le permite quedarse quieto, le niega el beneficio de anclar su osamenta de historiador en un puerto seguro. El viento lo moviliza. Lo lleva por todas las provincias. Lo escucha contar anécdotas, compartir recuerdos, generar polémicas, incitar debates, alentar a los luchadores. A su alrededor, el escenario se modifica tanto como los auditorios. Una mesa, una silla, un micrófono. Un pequeño teatro comunitario, el galpón de una fábrica recuperada, una biblioteca de pueblo perdida en la ruta. Va a cumplir 86 años, y tal vez la armadura del guerrero acuse los achaques del tiempo, pero el patagónico ventarrón lo va llevando de un extremo a otro del país.
Muy de vez en cuando, detiene su andar. Frena el vértigo de ese viento inquieto y se permite descansar algunas horas en El Tugurio, su guarida de libros y recortes de diarios en el barrio de Belgrano. Pero allí también las pausas se interrumpen cuando se escucha el teléfono o suena el timbre de la puerta. Otra vez a la batalla. Otra vez el ventarrón insondable que sopla recuerdos y opiniones ante la curiosidad de los cronistas de turno.
Esta vez no es la entrañable biografía de Severino Di Giovanni la que nos convoca. Tampoco la memoria de la gesta obrera en la rebelde Patagonia del siglo pasado. La oportunidad ahora es escucharlo opinar sobre la cruda actualidad, anotar sus impresiones sobre el gobierno y sobre su repudio visceral por las opciones de la derecha; registrar las deudas pendientes de una democracia injusta e incompleta, dar cuenta de su tristeza por los conflictos con Hebe y sus Madres de Plaza de Mayo.
Otra vez, Osvaldo Bayer habla. Y un rebelde ventarrón despeina su mirada libertaria.
Socialismo en libertad
–¿Qué sistema político considerás más viable?
–Yo seré demasiado idealista, pero lo sigo sosteniendo: la única solución es el socialismo en libertad. Llegar al socialismo pero en libertad, jamás la dictadura del proletariado. Porque los dictadores se empiezan a sentir un todopoderoso y ya se sabe lo que pasó. De un Lenin se pasó a un Stalin. Vladimir Putin, por ejemplo, antes del capitalismo fue un hombre de la policía política de los comunistas, y muchos de sus viejos dirigentes son ahora multimillonarios. Todo el poder estaba basado en la policía política, en la represión. Por eso me inclino por el socialismo libertario, porque el ser humano todavía no ha aprendido: cree en los líderes y no en su propia fuerza. Nunca hay que permitir a un presidente que gobierne por más de cuatro años, hay que exigir más democracia. Y menos esta cosa familiar. Nadie es imprescindible. Porque ahora se está hablando de que el próximo presidente va a ser Máximo, el hijo de Néstor Kirchner o su hermana, Alicia. No puede ser eso. Aunque tengamos que arrancar de cero, nadie es imprescindible. Se irá más despacio, pero si no caemos en el personalismo: se construye una figura y hay que mantenerla para votarla. Porque si viviera Néstor Kirchner, el próximo presidente sería él; y después su hijo…
–Como dinastías familiares, algo que ocurre frecuentemente en las provincias con los gobernadores…
–Claro. Es muy triste. Hay que seguir luchando desde abajo para cambiarlo. Hemos logrado poco, sinceramente. Pero por lo menos hemos derrotado a la dictadura y esos tipos han ido a la cárcel. Han quedado como asesinos. Hasta Clarín y La Nación lo reconocen, pese a que titulan, siempre muy objetivos: “Ha sido condenado el Coronel Videla”, no lo pueden negar. Lo tienen que poner. Ya ni siquiera ese turrito que hace cincuenta años publica su columna en La Nación, Mariano Grondona, se anima a negarlo. Defendió a la dictadura a muerte y ahora sigue siendo editorialista de La Nación. Cuando terminó el nazismo en Alemania, ningún nazi pudo escribir en los diarios. Acá sí. Todos los que colaboraron con la dictadura siguen publicando. Gente nefasta como Chiche Gelblung, que no tiene vergüenza. Una vez me quiso entrevistar. Le dije: “Usted es un colaboracionista de la dictadura. No me llame, no me moleste y váyase al carajo”.
–¿Y qué sucede con algunos intelectuales o periodistas que modifican sus opiniones según los intereses de aquellos que les pagan?
–No empecemos a hablar porque me da mucha bronca. No entiendo cómo cambia tanto la gente. Por ejemplo, Jorge Abelardo Ramos, que terminó siendo embajador de Carlos Menem en México… ¿Por qué no se mantienen en una línea si la ética triunfa en la historia? Algunos me preguntan por qué sigo viviendo en El Tugurio. Qué más quiero: tengo una computadora, un teléfono, una cama para dormir y puedo comprar mis alimentos. ¿Qué más necesito? Todo lo demás trae obligaciones.
–¿Vos pensás que cambiaron por la guita solamente?
–Yo los conozco y soy amigo de muchos de ellos. Gente que ha estado presa durante muchos años. Y tienen su teoría: yo me acuerdo… si habré discutido con Rodolfo Walsh. Somos del mismo año. Me acuerdo de cuando él se hizo montonero y yo le cuestioné que no podía entender cómo se había hecho peronista, teniendo fresca la experiencia del primer peronismo cuando en la facultad de Filosofía nos cagaron a patadas con la Alianza Libertadora Nacionalista. Y Perón después entregó esa facultad a la iglesia católica: se enseñaba solamente a Santo Tomás de Aquino. Por eso me fui a Alemania a estudiar para leer a Sócrates, a Kant. Nos fuimos porque además te daban unas palizas tremendas; ése fue el primer peronismo, pero eso nunca se dice. Rodolfo decía que no era peronista, que era marxista, pero me preguntaba dónde estaba el pueblo. Sin ninguna duda el pueblo era peronista, pero el peronismo no era revolucionario y no los iba a acompañar. Ya vamos a ver, me dijo Rodolfo, que tenía confianza en que la cosa iba a cambiar. Qué gran tipo, qué capacidad; como siempre digo: era el mejor de todos.
–¿Qué te dicen los peronistas hoy cuando te escuchan hablar de este tipo de cosas?
–En general me gritan “gorila”. O sino, se retiran. Los que me invitan se callan la boca porque siempre están los estudiantes que me aplauden. Pero ellos no opinan. O directamente no me vuelven a invitar. Como Jorge Coscia, que me limpió del programa “Café Cultura”. Con José Nun, cuando él era secretario de Cultura, fuimos a dar conferencias por todo el país. Coscia me borró, nunca más. Sé que ha dicho que me borró porque soy gorila y antiperonista. Yo apoyo las cosas positivas, pero también digo las cosas malas o las que faltan por hacer, que es lo mismo.
–¿Esa es la función del intelectual para vos?
–El tema es la gente como Beatriz Sarlo, que ve todo mal. Justo ella, que era del PCR y ahora escribe en La Nación y Clarín. Yo la invité a una discusión pública pero se negó: “Con Bayer no hablo” fue su único argumento. A mí me causa gracia. Mirá tipos como Jorge Lanata, no se entiende. Cuando fundó Página/12 me cedió la contratapa y hace un tiempo nos cruzamos en una mesa de una radio y ni me saludó. Qué basura. Le gusta aparecer, figurar. Alguien que convocó a los mejores escritores y ahora no quiere hablar más de la dictadura. Cuánto dolor, no tiene arreglo el ser humano parece. Pero hay que seguir luchando….
Fotos: Mariana Berger/ Julieta Gómez Bidondo
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