Emilio Marín – El
domingo 19 ganó con amplitud el candidato de Alianza País, pero no llegó a la
marca del 40 por ciento de los votos. Habrá una segunda vuelta el 2 de abril,
con los riesgos que eso supone para la Revolución Ciudadana que lideró hasta
hoy Rafael Correa.
La política es rara y a veces se logran triunfos
pero no se disfrutan como tales. Esa contradicción deben haberla vivido el
presidente Rafael Correa y la fórmula presidencial Lenín Moreno-Jorge Glas.
Es que el 19 de febrero los de Alianza País
triunfaron claramente sobre los otros siete candidatos y especialmente los dos
más peligrosos para el futuro de la democracia progresista que rige allí desde
que Correa llegó al palacio de Carondelet en 2007.
Moreno obtuvo 3,7 millones de votos, el 39,35 por
ciento del total. El problema es que se necesitaba el 40 por ciento, con diez
puntos de ventaja sobre el segundo, para ser proclamado vencedor. Y por 0,65 no
pudo ser. Le había sacado 11 puntos de diferencia al segundo, el ex banquero
neoliberal Guillermo Lasso, del movimiento CREO (Creando Oportunidades), que
cosechó el 28,1 por ciento.
La ventaja de Moreno sobre Lasso siempre fue muy
amplia, apenas se conocieron cifras parciales. El gran límite del oficialista
fue que arañaba el 40 por ciento pero nunca lo alcanzó. Y en ese marco de
incertidumbre, CREO lanzó una campaña de mentiras desde el domingo a la noche,
afirmando que el correísmo estaba preparando un fraude. De allí las
movilizaciones opositoras frente a la Comisión Nacional Electoral (CNE), que se
mantuvieron hasta el miércoles 22 a la noche, cuando el presidente de esa
comisión, Juan Pablo Pozo, dio por sentado que habría ballottage el 2 de abril.
Las manifestaciones de la oposición de derecha cesaron, valorando como “un
triunfo” esos anuncios.
Esos “triunfos” sirven para opacar derrotas
importantes, porque Lasso había sido claramente vencido por Moreno. Y no sólo
en la compulsa presidencial, donde éste le sacó un millón de votos de ventaja,
sino también en la Asamblea Nacional. Alianza País tendrá 76 bancas allí, sobre
un total de 137, o sea una mayoría cómoda, si bien lejos de los 100 escaños que
tiene hoy y que le otorgaban un amplio poder legislativo con mayoría de dos
tercios.
Según Lasso, su CREO tendrá 35 bancas. Esto lo
determinará la CNE el lunes, cuando termine el escrutinio para la Asamblea
Nacional, habiéndose votado en las 24 provincias del país. Hasta ahora estuvo
concentrada en el rubro presidencial, que le provocó serios coletazos internos.
Primero la derecha acusó que la demora implicaba fraude. Luego fue la consejera
Nubia Villacis quien reprochó al presidente Pozo haber dado la conferencia de
prensa anunciando el ballottage sin que el escrutinio hubiera llegado al 100
por ciento; faltaba algo menos de dos puntos para ese total.
De lo que pocos hablan.
De los resultados en Ecuador mucho se ha hablado en los medios de ese país y
buena parte del mundo. Y habrá que seguir analizándolos.
Sin embargo, salvo en los medios progresistas, muy poco o nada se ha informado
de otro asunto clave que se puso a votación allí el domingo pasado: la consulta
popular sobre que los funcionarios no pueden tener bienes ni capitales en los
“paraísos fiscales”.
Hay muchísima gente, relativamente informada, que no sabe, al menos en
Argentina eso es evidente, que el 19 de febrero también se sufragaba en una
consulta sobre esa temática.
La crítica a las guaridas fiscales fue impulsada hace varios años por Correa, economista
de profesión, consciente que los fondos millonarios evadidos al fisco suponen
una estafa y un grave daño a las economías porque podrían ser empleados en
inversión social de los Estados para los más necesitados.
Se estima que 30.000 millones de dólares de ciudadanos y empresas ecuatorianas
están depositados en esas guaridas, a salvo de pagar impuestos y rindiendo
buenos beneficios a sus titulares. Ese dinero puede ser producto de evasión
fiscal, pero también abundan los dólares derivados de la comisión de otros
delitos, lavado de dinero, narcotráfico, coimas y corrupción, etc.
El presidente ecuatoriano venía proponiendo en instancias internacionales, la
Celac, el Movimiento de Países No Alineados y la ONU, la adopción de acuerdos y
protocolos contra el uso de los “paraísos fiscales”.
Si los de Ecuador fueron estimados en 30.000 millones, los fondos de argentinos
en el exterior, y en parte en aquellas guaridas, están calculados en diez veces
esa suma, más de 300.000 millones de dólares.
Según Correa, con aplicar a planes sociales una parte de lo allí fondeado se
puede sacar de la pobreza a 32 millones de personas de los países más
empobrecidos de América Latina y el Caribe.
La parte menos comentada de la elección ecuatoriana es que en la consulta triunfó
el SÍ con el 54,9 por ciento, frente al NO con el 45 por ciento. La fórmula
preguntaba si el votante aceptaba o no que los funcionarios elegibles por voto
popular no pudieran tener bienes ni fondos en paraísos fiscales, y en caso que
los tuvieran, se les diera un año de plazo para que los regresen al país.
ONG muy prestigiosas como Oxfam -antes del último Foro de Davos difundió que
ocho billonarios tenían tanta fortuna como la mitad más pobre del planeta,
3.600 millones de personas-, felicitó al gobierno ecuatoriano por esta
iniciativa. El banquero Lasso ahora está muy ocupado en el ballottage, pero
luego tendrá que ver cómo trae su capital fugado desde 1999 vía su Banco de
Guayaquil.
Este es un asunto muy importante también para Argentina, por la suma que se
presume fugada al exterior y porque importantes empresarios y funcionarios
están sospechados de haber llevado dineros en aquella dirección ilegal.
Mauricio Macri está denunciado de tener relación con 50 empresas off-shore. ¿Se
entiende por qué es importante hablar de este aspecto del comicio? ¿Se podrá en
Argentina elaborar un proyecto para votar una consulta popular que tome de
ejemplo a Ecuador?
Que no ocurra
como en Argentina.
El del 19 de febrero fue un triunfo con mucha preocupación para la dirigencia
de Alianza País. Es que de cara a la segunda vuelta es posible, no seguro, que
la mayoría de quienes sufragaron por los otros candidatos y no por Moreno,
opten por poner la boleta de Lasso.
Los números fríos indican que, descontando a quienes votaron en primera vuelta
por el ganador y el segundo, quedó un 32 por ciento “vacante” y que es objeto
de disputa entre los dos candidatos que siguieron en carrera.
El signo de preocupación para Correa y los suyos viene porque la tercera,
Cynthia Viteri, del Partido Social Cristiano, que obtuvo el 16,27 por ciento, y
el cuarto, Paco Moncayo, de Alianza Nacional por el Cambio, con el 6,71, tienen
un compromiso político con Lasso. Viteri había amenazado con dejar en libertad
de acción a sus votantes, pero ya se definió públicamente por el banquero.
Y entre las fuerzas de la alianza de Moncayo también prevalece la idea de votar
a Lasso, como lo hicieron explícito los indigenistas de la Conaie y Pachakutik.
Moncayo lo dijo de modo indirecto, al manifestar que de ningún modo votaría por
Lenin Moreno en el ballottage.
Si fuera por esas sumas y restas el resultado podría llegar a ser sombrío para
la Alianza País. Sus dirigentes dicen cosas contradictorias. Moreno manifiesta
estar a gusto en esta segunda competencia para visitar más lugares y escuchar
más a quienes no lo votaron. En ese marco asegura que ahora ganará por 2
millones de votos, el doble del 19 de febrero. Correa en cambio expresó que si
la derecha gana, él volverá en un año porque Lasso va a fundir el país y la
Asamblea Nacional cesará al presidente y convocará a nuevos comicios, como
permite la Constitución de 2008. O sea que a nivel de hipótesis, el presidente
admite que su alianza puede perder en abril.
Esa eventual derrota ya fue una realidad en Argentina en noviembre de 2015,
encumbrando al neoliberal Macri, aunque la diferencia con Scioli, ganador de la
primera instancia, no había sido de 11 puntos como en Ecuador. Pero igual se
dio ese resultado adverso en el ballottage.
¿Por qué podría suceder algo así, lamentable en Ecuador? Primero, porque las
diferentes formaciones de la derecha van a unirse para golpear duro al
correísmo, viendo una oportunidad que no tuvieron en diez años. Segundo, porque
matemáticamente no se trata de una misión imposible. Tercero, porque están
explotando las dificultades económicas de los últimos años, con caída de los
precios internacionales del petróleo y baja de PBI. Cuarto, porque a esas
dificultades reales las agrandan e imputan al gobierno, al que también
denuncian por casos de corrupción con Odebrecht sin las pruebas que sí existen
contra funcionarios y ex presidentes de Brasil, Perú, Colombia y Argentina. En
esa campaña de difamación y tergiversación cuentan con la activa participación
de los medios privados e internacionales, grandes enemigos de Correa, que supo
pelearse con CNN. Y quinto, porque el actual presidente no quiso ser candidato,
después de diez años de gobierno y diez elecciones ganadas. La número 11
también se ganó, pero tuvo un sabor amargo. Con Rafael ese puntito que faltó,
estaba seguro.
Uno que está muy preocupado es Julian Assange, fundador de Wikileaks y asilado
en la embajada de Ecuador en Londres desde 2012. Si gana Lasso lo expulsará y
podría terminar en manos de la CIA y la justicia de EEUU. De todos modos, no
está dicha la última palabra.
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