ResumenLatinoamericano, 24 junio 2017
Con una declaración final en la que se ensalza “el establecimiento de las relaciones de complementariedad, equidad y solidaridad entre las personas y pueblos; el reconocimiento y universalización del acceso a los servicios básicos como derechos fundamentales, se rechaza la criminalización de la migración, se impulsa el vivir bien en los lugares de origen de las personas migrantes, se aboga por un mundo sin muros y por la ciudadanía universal, culminó en Cochabamba la Conferencia Mundial de los Pueblos.
Con una declaración final en la que se ensalza “el establecimiento de las relaciones de complementariedad, equidad y solidaridad entre las personas y pueblos; el reconocimiento y universalización del acceso a los servicios básicos como derechos fundamentales, se rechaza la criminalización de la migración, se impulsa el vivir bien en los lugares de origen de las personas migrantes, se aboga por un mundo sin muros y por la ciudadanía universal, culminó en Cochabamba la Conferencia Mundial de los Pueblos.
En
un marco reflexivo y a la vez dispuesto a dar expresiones de combate
anticapitalista y antiimperialista, se encontraron en la Universidad del Valle,
en Tiquipaya, más de cuatro mil delegados pertenecientes al campesinado
cocalero cochabambino, a los mineros de las distintas regiones de Bolivia, las
mujeres de la organización Bartolina Sisa, los estudiantes y decenas de
organizaciones sociales dispuestas a condenar todos los muros impuestos por la
agresiva política occidental contra los pueblos. Desde los muros físicos del
racismo y la xenofobia, que genera una actitud discriminatoria contra “el
diferente” hasta los muros ideológicos que reivindican supremacías inexistentes
y condenan a la exclusión a los más humildes.
Allí también se dieron cita, delegaciones de movimientos populares latinoamericanos y algunas personalidades internacionales ligadas a temas de migración.
Allí también se dieron cita, delegaciones de movimientos populares latinoamericanos y algunas personalidades internacionales ligadas a temas de migración.
Es
precisamente en este tipo de escenario que brilla con fuerza una personalidad
como la del presidente Evo Morales. Más allá del acompañamiento popular masivo,
por todo lo positivo que su gobierno está generando día a día para los más
golpeados por las crisis capitalista,Evo encarna los postulados ineludibles del
“vivir bien” que tanto predican los pueblos originarios. Esa cosmogonía que
alienta la defensa de la Madre Tierra, arrasada por las políticas
extractivistas de las multinacionales, pero también la protección de las
mujeres y hombres que la habitan. Todos estos principios fundacionales de una
nueva Abya Yala sin explotadores ni explotados, sin contaminadores ni
contaminados, donde los habitantes compartan lazos de solidaridad y lo
comunitario prive sobre lo individual estuvo presente en las palabras de uno de
los pocos mandatarios que siguen estando a la altura de las enseñanzas y la
práctica de Fidel y Hugo Chávez.
“Los
muros entre pueblos son un atentado a la humanidad; no protegen, enfrentan; no
unen, dividen, van en contra de la historia; mutilan la ciencia y el
conocimiento; encienden el odio a la diferencia; ahogan la libertad”, dijo Evo.
Se refería sin ninguna duda a quienes abogan por ese recurso para dividir a los
pueblos; desde los sionistas israelíes frente al pueblo palestino, la monarquía
corrupta de Marruecos que invade el territorio saharaui, el muro de la infamia
levantado frente a Africa por el franquista reino español actual y por sus
cómplices “socialistas” en el pasado, hasta esa estructura de cemento que ahora
busca generar Donald Trump para frenar a la migración mexicana y del resto de
Centroamérica. La respuesta frente a esas palabras que sonaron como un
latigazo, fueron cientos de banderas de todos los colores (encabezadas por la
wilphala) levantadas por manos humildes, en claro reconocimiento de que a
través de ese verbo se le estaba contestando sin pelos en la lengua a los
aniquiladores de la humanidad.
En
una clara referencia al lenguaje de la muerte que esgrimen los colonizadores de
ayer y los guerreristas del presente, Morales puso claridad sobre la relación
entre unos y otros: “En América la invasión, la colonización nos ha impuesto
fronteras, estratos sociales con ciudadanos de primera y de segunda; en el
mundo nos han impuesto oligarquías, monarquías, jerarquías y hasta anarquías
financieras, nos han desintegrado, nos ha dividido, nos han descuartizado, sin
embargo, la cultura de la unidad, de la integración, de la vida, ha resistido
durante siglos”. Evo sabe mejor que nadie que el mal viene de los imperios, de
los poderosos, de los potentados que concentran abusivamente la riqueza
arrebatando tierra a los indígenas, apropiándose de los minerales de los
africanos, robando petróleo de los árabes, expropiando empresas públicas de los
latinos, y por ello, con una sensibilidad que no tienen quienes se reúnen cada
tanto en cumbres lujosas y nada eficientes, convocó a la unidad de los pueblos
para construir ese otro mundo posible al que los bolivianos y bolivianas se
aproximan día a día.
Además,
como viene ocurriendo en todos los encuentros pueblo a pueblo, Evo interpretó
la necesidad de reafirmar el claro sentido de la solidaridad internacionalista
que practica el Estado Plurinacional de Bolivia con sus hermanos agredidos por
el imperio. Por eso, salió a jugar fuerte en defensa de Venezuela Bolivariana
pero también de Cuba socialista, señalando que las provocaciones del presidente
Trump no intimidan sino que más bien alimentan el espíritu antiimperialista de
los movimientos sociales del mundo.
Escuchar
a Evo y sus verdades dichas en lenguaje sencillo y creíble, y luego alimentarse
de las experiencias de construcción de poder popular manifestadas por
campesinos y campesinas de Bolivia, a los que la Revolución ha empoderado
entregándole todas las herramientas para seguir creciendo y autodefenderse de
sus enemigos de clase, genera la convicción de que cuando hay voluntad política
y un contacto directo con las bases de su pueblo, los procesos pueden enfrentar
hasta las contingencias más difíciles.
En
territorio boliviano se respira tranquilidad y la sabiduría ancestral del mundo
indígena, pero lo que más impacta es la hermandad de sus habitantes con otros
parecidos llegados desde distintos países, y dispuestos a unificar las luchas
que aún quedan para vencer al imperialismo y avanzar hacia el socialismo. Allí,
estas dos últimas definiciones no se aparecen como utopías lejanas sino como el
resultado de una construcción permanente donde el voluntarismo se supera en
base a una ideología férrea y llena de contenido milenario.
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