Recuerdo, cuando la desaparición del socialismo en Europa del Este y la URSS, que hubo una corriente de pensamiento que clamaba por el olvido de los “ismos”, ¡ningún “ismo”! Se repetía, solo la realidad concreta, específica, ninguna generalización que evocara generalidad, regularidad, menos aún “doctrina”, enfoques emparentados con el entonces en boga posmodernismo, otro “ismo”, junto con el de “neoliberalismo”.
Ahora reaparece la ideología del republicanismo, un conocido “ismo”, esta vez desde los enfoques sobre la sociedad cubana; una corriente filosófica-política, que como otras reclama igualmente integralidad y gravedad, y naturalmente doctrina, orientación. La “república” en tanto forma de organización política, ahora con una mayúscula no puesta en solfa por los detallistas del lenguaje: “República”, convertida en doctrina, más que jurídica, más que política, el “republicanismo”.
En la experiencia de la historia universal se estudia la república en tanto forma de organización de un espacio muy importante de la política (si bien no de toda la política). El término republicanismo, al incorporar el sufijo “ismo”, instala lo doctrinario, de manera que lo que se salga de la doctrina queda fuera de lo normal, de lo que debe ser. Deviene autodefinición, identidad asumida, ideología.
La presunta descalificación de todos los “ismos” evita la necesidad de su jerarquización según su papel e importancia, pero si estos se reconocen, entonces no puede obviarse la determinación en cada caso de su centralidad, del propósito de ocupar una determinada fuerza gravitatoria en la vida social.
El republicanismo como doctrina no nace en nuestras condiciones, su inserción en la realidad cubana necesita obviamente de una corriente de pensamiento y sus defensores que procuren los argumentos y justificaciones para declarar su sentido de totalidad también para nuestra realidad.
Es errado reducir la construcción de la vida republicana, a un enfoque formal, estructural, funcional, positivista, ahistórico, olvidando la necesidad de ver la república hoy, “de abajo hacia arriba”, no procurando su argumentación en los puntos de vista de las corrientes teóricas, sino viendo -sin desconocerlas- como la cosa pública se organiza para el público, para el pueblo, a imagen y semejanza de las bases sociales y tradiciones políticas de la cual emerge y naturalmente teniendo en cuenta el contexto y la actualidad internacional.
El republicanismo como ideología no entra en contradicción con el liberalismo, sino que de hecho, de diferentes formas, lo asume criticándolo, postulando el propósito de su moderación o, si se quiere, modelación, proclamando una mejor ciudadanía, virtudes cívicas, mayor igualdad social, formas más amplias de participación en las decisiones, políticas más justas, pero sin cuestionar el predominio de la propiedad privada como generatriz social del individualismo y del egoísmo y cuando se esgrime como teoría, se corre el riesgo de desconocer la realidad histórica concreta a la cual se quiere aplicar.
Cabe preguntarse ¿no es todo eso y más lo que procura, fomenta, estudia, proclama y divulga el ideal socialista, el socialismo? ¿Para qué entonces relevar el republicanismo como doctrina, como ideología?
Naturalmente, en tanto objeto de investigación, las teorías y análisis históricos que abarca el objeto de conocimiento nombrado republicanismo, su virtualidad y vigencia son indiscutibles y de ellas pueden surgir propuestas de interés. En tanto ideología política no supera el ideal socialista necesitado, sí, de estudiar desde nuestra experiencia histórica, desde nuestra realidad y raíces, desde nuestra tradición política revolucionaria, las vías de hacer más democrática, empoderada y participativa nuestra república socialista. Situar en juicio paralelo la ideología socialista (lo que de hecho se produce cuando su calidad se desconoce) y la ideología del republicanismo, puede descolocar el foco de atención de la sociedad cubana acerca de dónde poner los énfasis en el cambio.
El ideal socialista en Cuba es también un ideal republicano.
El ideal socialista en Cuba es también un ideal republicano, le corresponde asumir enriquecer y transformar la herencia republicana y la coloca ante nuevos desafíos y realidades que tienen que ver mucho con la complejidad del mundo actual y no solo con los valores heredados de experiencias republicanas anteriores.
De hecho, el republicanismo estuvo en gran medida opacado en el pasado siglo por los avances del ideal socialista, y el impulso a su resurgimiento ideológico en el último cuarto del pasado siglo se debe en gran medida al colapso del socialismo en Europa del Este y la URSS y no solo a las crisis evidentes de las repúblicas liberales, de las democracias liberales que han aplastado al ciudadano degradándolo cada vez más a simple pieza de repuesto de la monstruosa maquinaria del mercado capitalista, a la crisis de representatividad, a la manipulación política del electorado y a la sublimación del hedonismo y del egoísmo mediante una abrumadora industria cultural, correlato de las prácticas abusivas contra la libertad (real) del ciudadano, del individuo. El republicanismo resurge como trinchera final para resistir al neoliberalismo apabullante.
No obstante, en Cuba donde el punto de partida para desarrollar la república es social y políticamente mucho más avanzado, el republicanismo en tanto ideología, progresista para el mundo dominado por el capital, resulta tan supernumerario como necesaria una mejor república.
La fraternidad que persigue el republicanismo se detiene en el umbral de la propiedad privada dominante generadora precisamente de lo contrario: el individualismo y el egoísmo. El estricto control político de la sociedad sobre los límites de la propiedad privada y la salvaguarda del poder político del pueblo trabajador constituyen el fundamento de una perspectiva cierta de lograr la fraternidad. El socialismo, el ideal socialista en Cuba, es el genuino heredero del noble propósito de la fraternidad entre los seres humanos.
De ahí que corresponda continuar la construcción de la república de Cuba, desde sus bases económicas, jurídicas, políticas y culturales socialistas. Cuba ya es una república con sus virtudes y defectos, pero es todavía hoy, parafraseando a Cintio Vitier, una república en una trinchera y hay que cuidarse para no sacrificar la democracia real en el altar de la democracia liberal.
No obstante, para hacer conciencia cabal de este propósito el tema debe ser puesto a debate por el partido y el Gobierno. Se necesita tiempo, intercambiar argumentos, debatir razones, todas las opiniones tienen que tener un espacio y verse reflejadas en el universo simbólico, sin etiquetas absurdas que solo cercenan el pensamiento y la creatividad. Pero hay algo que es fundamental, la agenda del debate tiene que ser una que no nos divida como sociedad, que no se descoloque de lo que más conviene al país, que no presente la polémica poniendo el eje “en otra cosa”, sino que se proponga desarrollar desde sus bases conquistadas y consolidadas la república que tenemos ganada.
Entre los argumentos de los que detentan la línea republicanista en el mundo, suele estar el de oponerla al liberalismo, pero es una oposición que se queda en la superficie del problema que aborda. Para que el republicanismo se oponga consecuentemente al liberalismo tiene que plantearse la relación desde el predominio de la propiedad social y desde el poder del pueblo trabajador. O sea, desde una perspectiva de organización del metabolismo socioeconómico que naturalice una distribución que no genere necesidad de una re-distribución por la cual habría que luchar, realidad que efectivamente tiene vigencia en las repúblicas capitalistas.
La república socialista basada en el predominio de la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción de bienes y servicios y demás propiedades socializadas, recursos naturales, etc., en la economía planificada, el papel del Estado, en el poder del pueblo trabajador y el en creciente empoderamiento ciudadano, norma, con sus leyes consensuadas con el pueblo los límites y modo de accionar de la propiedad privada y fundamenta en sus leyes toda la justicia social alcanzable.
Si el republicanismo plantea la regulación de la propiedad, la protección del ciudadano garantizando el acceso en pie de igualdad a los medios de vida, que los derechos sociales predominen sobre los privados y el control social, se parece mucho al socialismo, solo que el socialismo requiere fundamentalmente que, además de esos parámetros de organización de la vida social, predomine la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción y de servicios, la planificación, la cohesión política frente a los enormes desafíos del imperialismo y el capital transnacional, y el poder político del pueblo trabajador. Es ese el modo en que el poder económico que emana de la propiedad social puede asegurar el poder político y que el poder político no ponga en “veremos” al poder económico.
Se comprende que esa corriente de pensamiento surgida en condiciones de la sociedad capitalista y retomada más recientemente frente al neoliberalismo, no solo parezca, sino que también sea una posición progresista, de avance social, al plantear la limitación del poder del capital. Pero en las condiciones históricas sociales de la sociedad cubana se ve ampliamente superado por el ideal socialista.
No es Cuba la que tiene que adaptarse a los conceptos de democracia vigentes en la mayoría de los países del mundo.
No es Cuba la que tiene que adaptarse a los conceptos de democracia vigentes en la mayoría de los países del mundo que tienen un sistema socioeconómico capitalista, sino perseverar en su derecho a tener un modelo propio de democracia. Aunque parezca algo elemental hay que repetir el sinsentido de promover una revolución socialista y paralelamente construir un sistema político de corte republicano liberal.
La revolución socialista, al iniciar la construcción de una república socialista, fue recuperando los valores positivos de la tradición republicana, pero los re-interpretó a la luz de la orientación socialista de la construcción social. Tener presentes los valores republicanos en la república socialista significa asimilarlos en la realidad actual y no retrotraerla a la realidad anterior. Equivaldría a suponer que la vuelta de la sede de la Asamblea Nacional del Poder Popular al Capitolio signifique que se vuelve a la vieja república.
El propósito justo de validar la herencia republicana no puede hacerse al margen de la nueva cultura política socialista y de la calidad estructural de la sociedad, de su cambiante composición clasista y de las relaciones de poder que de ella se derivan, no sería revolucionario.
Las leyes codifican la voluntad de las mayorías, lo cual deben aceptar las minorías que no compartan unas u otras, sin que por ello queden “desconocidas”, lo que de hecho es una forma de dominación que no puede calificarse como arbitrariedad sino como mayor derecho. En el caso contrario, si una minoría impone sus leyes a la mayoría que no las comparte, entonces hay cabida para tal calificativo o para el calificativo de privilegio.
Para que el republicanismo se oponga realmente al liberalismo tiene que plantearse desde el predominio de la propiedad social, o sea, desde una perspectiva de organización del metabolismo socioeconómico que naturalice una distribución justa del producto social, tiene que definirse como republicanismo socialista, algo que ya está incluido en el ideal socialista de la revolución cubana.
La república socialista no se queda en el derecho a limitar poderes fácticos anclados en la propiedad privada, sino que acota directamente su alcance con las leyes y normas consensuadas con el pueblo trabajador, en especial los límites y modos de accionar de la propiedad privada, a la par que sostiene los fundamentos sólidos del poder político del pueblo trabajador.
Los temas relativos a la recuperación de la herencia republicana desde el ideal socialista, hacen emerger puntos de vista viejos y nuevos, acerca de la organización política de la sociedad cubana, asuntos que están presentes en zonas de la comunicación política actual, aunque no en el universo simbólico que reflejan los medios de alcance nacional, sino en los medios digitales. A continuación me referiré a la anunciada reforma constitucional y al partido, en un intento de contribuir al debate.
La Reforma Constitucional
Es de público conocimiento que el próximo año la dirección histórica de la revolución socialista entregará las principales responsabilidades gubernamentales a políticos de generaciones más jóvenes. Se sabe también que está en curso la preparación de una reforma de la Constitución y se sabe que está en análisis la conceptualización del modelo cubano de socialismo luego de su debate popular, pero solo eso, no se sabe más nada, salvo que la conceptualización será próximamente sometida a la consideración de los diputados a la Asamblea Nacional y naturalmente hay un sinnúmero de criterios y especulaciones circulando en el país y se proponen agendas, algunas que poco o nada tienen que ver con la que han pautado los congresos del partido respetando el consenso de la sociedad, pero que encuentran espacio y eco en diferente medida, en buena parte por el vacío informativo en torno a tan trascendentales temas.
Es evidente no solo la necesidad, sino el consenso nacional, acerca de la pertinencia de una reforma constitucional que genere una carta magna más adecuada a los cambios estructurales en curso en el país. Pero los contenidos que eventualmente se propongan en el proyecto de reforma de la constitución continúan sin ser conocidos hasta el presente por la sociedad cubana, aunque se sabe que están en curso los trabajos con esa finalidad.
La ausencia de información sobre los cambios, deja en manos exclusivas de los especialistas y decisores principales la reflexión sobre los dilemas existentes, sin extender los análisis a la sociedad cubana, que permanece excluida del debate, a la vez que los que preparan los contenidos están perdiendo un tiempo valioso en captar argumentos de la ciudadanía y a la vez la posibilidad de formarla en esos contenidos en ciernes, dotándola de elementos para el momento en que corresponda realizar el referendo constitucional.
Pudiera argumentarse que hace falta que esté el anteproyecto integralmente concebido, ya que así cobra mayor valor y pertinencia el texto a proponer, punto de vista hasta cierto punto razonable, pero mientras eso ocurre, diferentes aristas del debate están presentes en la comunicación política cotidiana y ausente el punto de vista del Estado y el partido cubanos.
Es útil la diversidad de pensamiento. La diversidad en sí no es positiva ni negativa, solo “diversa” y en esa diversidad puede haber contenidos positivos o negativos para el país, tendencias al liberalismo, hacia una sociedad regida por la jerarquía que impone el mercado y tendencias a una diversidad que fortalezca el ideal socialista de la revolución cubana, más allá del rótulo que se le otorgue, pero sin restar la importancia al empleo cabal de los términos que evita la confusión.
Claro está, que tanto la propia constitución vigente, como los documentos emitidos por el Partido en su séptimo congreso, están de hecho planteando principios fundamentales de la visión acerca de la reforma constitucional y del modelo de sociedad que este promueve desde su condición de fuerza dirigente superior de la sociedad cubana. Pero desde diferentes puntos de vista, a veces directos, como indirectos, esos principios son discutidos en la comunicación política en curso y, por tanto, requeridos de análisis y esclarecimiento públicos, no repitiendo esos principios, sino abordando más específicamente su necesidad y naturalmente su enriquecimiento.
El Partido
El partido es y debe ser en el futuro la voluntad visible de la sociedad cubana de salvaguardar la cohesión de la sociedad y a través de ello, la soberanía de la nación, la independencia del país, la identidad cultural, el camino propio, valores todos que en la realidad cubana van de la mano con la orientación socialista de la construcción social.
Su papel como fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado cubanos deberá ser confirmado por el texto de reforma que se ponga a consideración del pueblo, en modo alguno por inercia o rechazo a la renovación, sino porque es la organización política cubana con mayor experiencia, capacidad, organización, disciplina, reconocimiento y responsabilidad para coordinar la orientación y desarrollo de la sociedad cubana en correspondencia con sus más legítimos intereses.
La condición de fuerza rectora principal de la sociedad cubana que refrendó el pueblo en 1976 y ha confirmado con su participación política en estos años no está indicando en modo alguno que el partido se sitúa por encima de la constitución. Esa condición la tiene por mandato histórico, político y jurídico, se la otorga la propia constitución refrendada, al reconocerlo en su importancia y trascendencia como salvaguarda de los intereses más genuinos de la nación cubana y, en consecuencia, corresponde al partido ser el primer garante de la constitución socialista, se debe a ella.
Su razón fundamental radica en su papel de principal conciencia crítica de la nación, la cual solo puede ser una síntesis colectiva. Por ello es preciso que asegure la más amplia participación social, el pluralismo político, el debate sincero y abierto de los principales temas nacionales y locales e internacionales.
El sostenimiento del sistema social que hoy caracteriza al Estado y la Nación cubanos, depende de dos funciones fundamentales: de una parte, su capacidad de articular eficientemente las actividades socioeconómica, organizativa, jurídica normativa, cultural educativa e ideológica política empleando para ello los institutos generados por el proceso revolucionario, en particular el sistema educacional y los medios de comunicación social y, de otra, su capacidad de asimilar la información y acciones externas que persigan debilitarlo o destruirlo y anularlas o asimilarlas educativamente.
Por ello es función básica del Partido la de garantizar que esa articulación de las actividades arriba mencionadas sea eficiente y hacerlo a través de la más amplia participación social. Tal finalidad requiere de una amplia información sobre los principales asuntos en curso en la sociedad, como es, por ejemplo, la marcha del proyecto de reforma constitucional.
Su actividad debe estar encaminada a velar por la constante reconstrucción y fortalecimiento del consenso social, la actualización del ideal socialista y la actividad para fomentarlo en todos los órdenes, la reproducción del poder del pueblo trabajador, el adecuado balance entre las funciones estatales-gubernamentales y la más amplia y efectiva participación social, el mantenimiento de los límites racionales a la acción del mercado y asegurar la plena y real autonomía de todas las restantes entidades sociales, culturales y políticas que hay en el país, en particular los medios de comunicación social, todavía requeridos de un instrumento legal que regule su actividad.
Es en este orden, el de asegurar una eficiente articulación democrática, que el Partido tiene el principal desafío para conquistar como nos pidió el Presidente Raúl Castro toda la democracia posible. El partido está llamado a ser la organización más crítica y autocrítica de la sociedad, la antítesis del burocratismo, la más capaz de analizar cualquier tema por peliagudo y complejo que sea.
El Estado socialista no es per se un freno al desarrollo libre de las personas, su función es constructiva y de protección de toda la ciudadanía.
El Estado socialista no es per se un freno al desarrollo libre de las personas, su función es constructiva y de protección de toda la ciudadanía. Lo que limita la libertad del ciudadano son los intereses espurios, la privatización del Estado, el burocratismo y la extralimitación del mercado factores todos generadores de desigualdades inadmisibles.
Fuera de lo que establece normativamente el Estado socialista donde está codificado el derecho del pueblo trabajador consensuado políticamente, es donde puede aflorar la limitación de las libertades entendidas estas como el reconocimiento universal de los derechos individuales que pueden ser desconocidos por la desigualdad inadmisible.
El Estado socialista retoma el papel de la política relegada por el capitalismo a través de la naturalización de la lógica del mercado. No puede, desarrollarse, realizarse, una construcción social de orientación socialista sin una eficiente actividad cultural política, a tono con el ideal socialista orgánicamente consensuado.
Cada sociedad genera una calidad en su actividad política, vale decir, una realidad política de la que se generan una ciencia, un pensar político, y una tecnología para el quehacer político.
Para el capitalismo lo principal, lo determinante es “un mercado virtuoso”, cuyas virtudes son calificadas precisamente en términos mercantiles, o sea, una concepción liberal de “la sociedad mejor” y “más libre” que se sustenta en una autodeterminación a partir de la cual el mercado impone su jerarquía a la sociedad.
Para el socialismo, lo determinante es el bienestar de los seres humanos cuyas virtudes son calificadas por la cultura que impone su jerarquía limitando la acción del mercado.
Uno de los problemas que encara la participación consciente en la construcción de una sociedad de orientación socialista es el de la representación que tiene el ciudadano de la sociedad en la que vive, representación que se forma por sus propias vivencias y razonamientos y por la influencia educativa y formativa que recibe a lo largo de su vida. Puede decirse que ese conocimiento es directamente proporcional al grado de conciencia individual del sentido de su participación social. Como que no se vivencia directamente el conjunto de acciones que asegura el sistema social, solo la argumentación bien informada, fidedigna, suficiente y oportuna puede construir esa representación. Los vacíos en esa labor en la comunicación política deja brechas al oportunismo liberal.
El debate está en curso y la democracia cubana debe analizarse integralmente, con todas sus aristas e interrelaciones. Si se ve solamente desde uno de sus ángulos, si se focaliza solamente en lo formal, el error estará garantizado.
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