Edgardo
Logiudice / Resumen Latinoamericano / LaHaine / 21 de junio de 2017
– Cuando el fascismo terminó de aniquilar a Antonio Gramsci, la Revolución
de Octubre llevaba sólo veinte años. La obra inspiradora de los dirigentes del
acontecimiento, setenta. Y, desde ésta, a los diez días que conmovieron al
mundo sólo cincuenta. En épocas en que el tiempo histórico no andaba tan
acelerado.
Gramsci
vivió tiempos nuevos entre triunfos y derrotas. Entre esa gran revolución
triunfante y otras abortadas. Antes de la Segunda Guerra Mundial que
trastocaría viejas alianzas y pondría la ciencia, ideología y la propaganda al
servicio de la atrocidad.
Luego
la Unión Soviética sería una realidad, aunque sea simbólica, del mundo
socialista. Como una realidad la fuerza de la clase obrera en Occidente y los
movimientos de liberación nacional. Después todo lo que conocemos y 1991.
Aunque antes ya se habían gestado las transformaciones que, luego, desde algún
punto de vista, desembocaron en una derrota y el peligro cierto de la barbarie.
Casi
coincidiendo con los movimientos en Rusia, en los EEUU comienza el fordismo,
con la cadena y los altos salarios. Gramsci no se queda con el triunfo, Ford
también representa un desafío para su pensamiento. El desafío de afrontar las
nuevas formas de producción, su organización y apropiación. ¿Qué es el
capitalismo sino la apropiación del trabajo ajeno a través del salario? Y ¿qué
es el salario sino una forma ideológica dentro del complejo de ideas?
Y
los escritos sobre americanismo y fordismo constituyen un hito del pensamiento
gramsciano que, hoy, con el cambio de modelo productivo y de apropiación, vale
la pena recordar.
Precisamente
como paradigma de pensamiento desde al ángulo transformador de los dominados,
los subordinados, los explotados. Ejemplo válido en un contexto, hecho -en este
caso modalidad de pensamiento- irrepetible, alguno de cuyos rasgos pueden ser
luces que ayuden a alumbrar nuevos fenómenos en otros contextos. La historia no
es un bucle. Americanismo y fordismo devinieron otra cosa distinta a la que
pensaba Gramsci -y que podía pensar- en ese momento. Cosa que sucedió también
con el Estado y la sociedad civil. Y la reforma intelectual y moral. Y la
guerra de posiciones.
Salvo
para recordar la vida y obra, las conmemoraciones no deberían ser, creo,
recitados ni hagiografías.
Se
trata de un canto al fordismo. En la Italia de la Fiat. Un país con una
estructura política, económica y religiosa poco apta para incorporar las nuevas
formas productivas. Con sectores políticos y económicos parasitarios que
ofrecían resistencia a las transformaciones. Con tradiciones campesinas muy
arraigadas y la fuerza del catolicismo. Su lucidez realista lo induce a pensar
que, allí, imponer esa nueva forma de producción y apropiación más que con el
consenso se impondría por la coerción. A diferencia de los EEUU donde el
americanismo, es decir el modo de vida, la tarea con empresarios inteligentes,
como Henry Ford, afincaría su hegemonía ya en la fábrica a través de los altos
salarios, más que con la intervención de las superestructuras. Es decir una
relación de clases poco o nada mediada por el Estado. El tipo de productor y su
ideología, más una intervención directa de los empresarios capitalistas en la
organización de la vida privada de los productores, facilitaban la adecuación
de los trabajadores a las nuevas formas.
Creo
que vale la pena citar un breve párrafo: “A partir de la existencia de estas
condiciones preliminares [la inexistencia de sedimentaciones viscosamente
parasitarias residuo de fases históricas pasadas (que) ha permitido dar una
base sana a la industria], ya racionalizadas por el desarrollo histórico, fue
relativamente fácil racionalizar la producción y el trabajo, combinando
hábilmente la fuerza (destrucción del sindicalismo obrero de base territorial)
con la persuasión (altos salarios, diversos beneficios sociales, propaganda
política e ideológica muy hábil); se logró así hacer girar toda la vida del
país alrededor de la producción. La hegemonía nace de la fábrica y para
ejercerse sólo tiene necesidad de una mínima cantidad de intermediarios
profesionales de la política y de la ideología”.
Aunque
no sería un proceso del todo pacífico y dejaría a muchos no adaptables en el
camino hasta su literal desaparición. “Se producirá ineluctablemente una
selección forzada, una parte de la vieja clase trabajadora será despiadadamente
eliminada del trabajo y quizá del mundo tout court”.
“[…]
el método de Ford es «racional» y […] debe generalizarse, pero para esto es
necesario un largo proceso, que provoca un cambio en las condiciones sociales y
un cambio de las costumbres y de los hábitos individuales, lo cual no puede
ocurrir mediante la sola «coerción» sino mediante una acción equilibrada de la
coacción (autodisciplina) y la persuasión, bajo una forma que puede ser también
la de los altos salarios, vale decir tornando posible un mejor nivel de vida o
quizás, más exactamente, un nivel de vida más adecuado a las nuevas formas de
producción y de trabajo, que exigen un gastos especial de energías musculares y
nerviosas”.
Es
interesante su afirmación de que, en Italia, no son los trabajadores los que
ofrecen más resistencia a las nuevas formas, sino las viejas clases
sedimentadas y parasitarias.
Su
realismo ante los costos brutales de adaptación es quizá lo que le hace
discordar con Trotsky en cuanto al ritmo de la industrialización en un país
como la Rusia soviética, con un amplio campesinado y también fuertes
tradiciones, donde el Estado lo era todo.
Cierto
contenido utópico le hacía pensar que, a pesar de la mecanización física del
trabajador con la repetición de movimientos, esa misma mecanización como en el
acto de caminar, dejaría libre la cabeza del obrero para pensar.
Si
bien Gramsci en esos escritos considera fenómenos muy diversos, no hallo
mencionado el consumo, como tampoco el crédito para el consumo, que acompañaban
a los altos salarios.
En
mi opinión esto último jugará un importante papel en lo que se refiere a las
finanzas empresarias. Cuestión que sí aborda para señalar que ya las empresas
norteamericanas se han autonomizado de los ahorros rentistas de los que sí
dependen en Italia. Ahorros parasitarios.
Cabe
señalar, que aun con todos los problemas que implicaba la adaptación a la
introducción de estas formas progresistas de producción, su carácter es
inclusivo de grandes masas. Gramsci señala que, junto a la existencia de
desplazamiento de sectores no adaptables por distintas circunstancias, la
organización de actividades subalternas, como el transporte y el comercio,
podía absorberlos.
Como
es sabido son muchos los aspecto que abordó Gramsci en estos fragmentos, desde
el papel del puritanismo, la cuestión sexual y de la familia hasta la función
del Rotary Club en los EEUU, contraponiéndolas a las condiciones de Europa en
general e Italia en particular. Pero lo sintetizado antes es suficiente para
señalar la diferencia abismal de ese capitalismo de base industrial, fundado en
el consumo de energía física humana, separado de la utilización de la
racionalidad científica y de las aptitudes intelectuales de los productores
directos, con la utilización de la inteligencia artificial aplicada a la
producción de toda clase de bienes.
Lo
que quiero señalar acá es la actitud del intelectual transformador,
revolucionario. Su filosofía de la praxis.
Los
caminos fueron otros. Henry Ford no se quedó en los altos salarios como
elemento ideológico de constitución de hegemonía en la producción. Atendió al
consumo, al crédito para el consumo y con ello abrió la puerta a la economía de
la deuda y a una nueva forma de apropiación del trabajo ajeno. Otro tipo de
hegemonía distinta de la originada en la fábrica.
Por
distintas razones, que abordé en otros trabajos, tampoco en ‘El Capital’ Marx
hizo hincapié en el consumo de supervivencia sino en el consumo productivo.
Por
distintas razones también, y no es el caso encarar acá, tampoco el proceso
soviético puso de relevancia la cuestión.
Finalmente
el fordismo mismo y muchos elementos del americanismo, y con ellos la hegemonía
del capitalismo industrial devinieron subordinados al capitalismo financiero
con sus propios modos endógenos de acumulación. En interrelación con las nuevas
tecnologías de la inteligencia artificial incorporada a la producción y al
conjunto de las relaciones sociales.
Y
este es el momento histórico de transición que estamos viviendo en el globo.
Muy lejos de aquéllos. Una transformación tecnológica sin precedentes por su
celeridad y magnitud, hegemonizada por un sector financiero sin reglas, más que
las propias.
Me
parece que eludir enfrentar estos cambios, con sus idas y vueltas y sus
contradicciones, las nuevas estrategias de los sectores dominantes, como
también -y, quizá, sobre todo- el carácter de las nuevas subjetividades de los
sectores subordinados, no sólo puede ser intelectualmente infecundo, sino
socialmente suicida. Y eso por más que hasta ahora no funcione más que como
amenaza para lograr la “competitividad” (derogar el derecho laboral) para las
célebres inversiones.
Porque
si no enfrentamos la cuestión será una profecía autocumplida por omisión.
Pero
no cabe encerrarse en el pseudo proteccionismo de la manufactura clásica de
Trump, uno de los fundamentos para denunciar el Protocolo de cambio climático
que, pese a sus limitaciones mercantilistas negocio de los bonos de carbono)
son algo más que la política opuesta.
El
síntoma de estas contradicciones es la oposición del mismo Estado de
California. Allí se desarrolla la tecnología de punta, no casualmente basada en
energías renovables.
Creo
que se requiere una nueva filosofía de la praxis. Porque lo que parece
indiscutible es que por esta nueva vía, sin luchas que busquen un rumbo
transformador distinto en las nuevas condiciones, las derrotas nos condenarán a
la barbarie global.
Y
Argentina no está fuera del globo.
Texto completo en: http://www.lahaine.org/gramsci-entre-triunfos-derrotas-aniversarios
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