Por: Amaury Pérez Vidal
Amaury Pérez le escribió, el 13 de agosto, esta carta a sus hijos y uno de ellos la colocó en Facebook. Como las cosas cuando son del alma vuelan, más si andan por la red, nos llegó a la redacción y la compartimos con nuestros lectores.
Queridos hijos:
Mañana, día 14 de agosto, será un día importante para Cuba aunque sea solo un simbolismo (izar una bandera o arriarla puede ser un espejismo de la ilusión), pero que tiene para mí un largo recorrido memorioso que quiero transmitirles porque no lo hice antes. ¿Como podía?
En las nebulosas de estos días he visto al niño que fui, con 7 años, sentado en un ahora desaparecido camión de control remoto televisivo, junto a mi padre, a un costado de la entonces Embajada de los Estados Unidos de Norteamérica en La Habana, mirando, sin comprender totalmente lo que veía pero atento, como descendía de su mástil la bandera de las barras y las estrellas mientras hasta el malecón habanero se revolvía entre el estupor y el asombro. Algunos (la mayoría) dentro de aquel vehículo refrigerado, gritaban histéricos sentencias desafinadas en un ingenuo, ahora lo sé, cúmulo energético de intensos y perturbadores decibeles afirmativos. Otros, entre los que estaba vuestro abuelo, controlaban los switchers con la mirada extraviada, en lontananza, presintiendo lo que aquel acto significaba: “Esto no termina con la ausencia provisional de una bandera”, dijo uno con una voz de ultratumba a lo que mi padre agregó como para sí mismo: “Ojalá estemos mejor después de esto, pero lo dudo”.
¿Que hubiera pensado él si viviera, siempre tan discreto y comedido, con 89 años, de lo que ocurrirá mañana? Desgraciadamente no puedo saberlo con certeza, pero lo imagino; se sentiría feliz.
54 años de totales (y a ratos ambiguos) desencuentros, solo nos llevaron a confrontaciones innecesarias, lamentables adioses con sus correspondientes lejanías, y descalificaciones mutuas que muchas veces nos impulsaron a imaginar un escenario apocalíptico. Mañana hay algo que al menos en apariencia, insufla esperanza, a menos que la esperanza solo sea una burla bien diseñada para camuflar la realidad.
No voy, ni quiero, disimular mi entusiasmo aunque éste sea reposado desde la altura de mis casi 62 años.
Dios, en su inmensa sabiduría y misericordia, ha querido regalarme (regalarnos debo puntualizar porque la Patria es del que la ama y honra) algo que nunca esperé ver y lo celebro sobrecogido y emocionado. Igual me sentí cuando izaron nuestra enseña nacional, la de todos los cubanos, en Washington DC hace semanas.
Aires de renovación se perciben. Pienso en mis amigos de ambos lados, en ustedes tan lejos y en mi Papá. Al Amaurito de 7 años, entonces desde la televisión y no dentro de ella esta vez, se le aguarán los ojos. El adulto de casi 62 se sentirá complacido.
Parafraseando los versos de Lorca en el final de su obra teatral “Bodas de sangre” repetirá como un mantra: “Con una bandera, con una banderita que apenas cabe en la mano pero que penetra firme por las carnes asombradas y que se para en el sitio, donde tiembla enmarañada, la oscura raíz del grito”.
¡Viva la cordura, abajo la intransigencia!
Amén.
Los ama y celebra cada día.
Su Papá.
Cubadebate
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