Desde la lamentable noche del 25 de noviembre, cuando sorpresivamente la noticia de la partida física del líder de la Revolución Cubana paralizó a toda la nación, Cuba entera comenzó a levantar en su mente, en su corazón y en su alma, su propio Monumento a Fidel.
Días más tarde, ante la multitud reunida en la Plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba, el presidente Raúl Castro explicaba que Fidel insistió en que una vez fallecido, no se le erijan monumentos, bustos, ni estatuas; que no se nombren plazas, calles, instituciones o edificios públicos en su memoria.
¡Qué grande eres Fidel! Pensaste en todo y en todos; y encontraste el momento oportuno para alertar a tu pueblo con esta nueva lección de sencillez y modestia.
Sabes bien que no necesitas bustos ni estatuas para recoger la cosecha que sembraste en tierra fértil. Eres nuestra canción, nuestra escuela, nuestra calle y nuestra plaza. No precisarás de monumentos públicos en Cuba porque tu obra imperecedera, para tu país y para el mundo somos nosotros mismos, tu pueblo en Revolución.
Ninguna escuela llevará tu nombre, pero los niños y jóvenes seguirán estudiando gracias al proyecto educacional que forjaste; tampoco nombraremos parques o plazas, pero allí las personas continuarán disfrutando de la libertad que conquistaste.
No habrá calle que te nombre, pero sí cubanos que la transiten con el convencimiento de que cada una es de las más seguras y tranquilas del mundo.
No habrá monumento erigido en su memoria, porque Fidel no lo necesita, ya lo tiene. Fidel estará presente en cada centro escolar, cultural, de la salud, deportivo o científico que edificó la Revolución para todos los cubanos.
Mantener vivo y eterno su pensamiento será el mayor monumento que podamos cimentar. Y su humilde pedido al pueblo que le ama, simboliza la grandeza del hombre único e irrepetible que es.
No habría monumento posible que pueda representar su significación histórica, salvo construir con nuestros propios esfuerzos la Patria socialista, próspera y sostenible.
Como explicó Raúl, corresponde al Parlamento analizar las propuestas legislativas requeridas para cumplir con la última voluntad de Fidel. Él murió como vivió, con dignidad y decoro, con absoluta coherencia en sus ideas y en la acción.
Ahora sus cenizas descansan en el corazón de una roca, donde solamente se leen las cinco letras de su nombre, sin fecha de llegada, pero tampoco de partida. La piedra en Santa Ifigenia irradia austeridad.
Preservando y multiplicando su legado construiremos el Monumento con el que seguirá sintiendo orgullo de su pueblo, porque fue incasable repitiendo que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”.
Con su última voluntad Fidel nos convoca a lo esencial, a que siga germinando la semilla depositada por él en las nuevas generaciones y en los cubanos que están por nacer.
Fidel jamás será mármol, ni consigna. Fidel es un hombre que se hizo pueblo, se convirtió en millones, y como inigualable jinete seguirá cabalgando delante de esta firme y sólida caravana que es Cuba.
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