Por Carlos Aznárez
Todo indica que comienza a romperse el “pacto de silencio” en Gendarmería. Esa especie de búnker blindado y protegido por el Gobierno, que tan firmemente se mantuvo durante un mes por la desaparición forzada de Santiago Maldonado. Lo que todos sabían en la Casa Rosada y en sus ministerios, y que se transformó en consigna en las marchas y concentraciones, ahora sirve para colocar las últimas piezas de un doloroso rompecabezas. Fue Gendarmería la que secuestró a Maldonado, la que lo golpeó y la que lo hizo desaparecer.
No alcanzaron las soeces muestras de “solidaridad” de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, que, recordemos, desde aquel doloroso 1 de agosto en que se perdió todo contacto con Santiago, comenzó a expresar que ella se jugaba entera por la fuerza represiva del uniforme verde oliva. Incluso llegó a “indignarse” cuando compareció en el Congreso porque “no estaba dispuesta a tirar un gendarme por la ventana”.
Ahora, parece que los gendarmes se caen solos, no desde una ventana, pero sí en los pasillos de conversaciones informales con vecinos de Esquel o de El Bolsón que les preguntan “qué saben de este pobre chico” o les aconsejan “que no se coman un garrón por culpa de sus mandos en Buenos Aires”. También es verdad que muchos oficiales y hasta gendarmes rasos han estado recibiendo llamadas telefónicas acusándolos de “criminales” y “verdugos”. Si a esto se le suma que algunos comerciantes se negaron a venderles pan o verdura a las esposas de los uniformados, el círculo tiende a buscar cerrarse con alguno de la fuerza que “se decida a contar la verdad”.
Es significativo en este sentido, el caso del comandante Pablo Escola que dirigió, bajo las órdenes del jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad, Pablo Nocetti, el operativo de represión en la Ruta 40 cuando los mapuche del Lof Cushamen, realizaban un corte. Este hombre sabe que es lo que ocurrió entonces con Maldonado. Fue un protagonista “in situ”, y por eso la Bullrich lo amenazó con pasarlo a disponibilidad pocas horas antes de que tuviera que declarar ante la Justicia. Más claro, agua: si se le va la lengua el blindaje montado por el Ministerio de (In)seguridad se viene abajo. Escola esquivó embarrarse negando cualquier detención pero, muy nervioso, consignó que “no matamos a nadie”.
Así es, la palabra muerte empieza a rondar a los victimarios y se aleja de todas las patrañas montadas por el Gobierno para establecer pistas falsas. Desde aquellos primeros días en que “testigos” de cartón afirmaban verlo a Maldonado paseando por Entre Rios o en cualquier ruta del país, pasando por el cadáver NN de la morgue chilena hasta llegar a lo que más le agradaba a Bullrich y su séquito: la puñalada dada por un puestero de la estancia del millonario latifundista Benetton. ¿A quien? A Maldonado, por supuesto, que como Dios, estaba en todos y en ningún sitio. Se empeñaron tanto desde el Gobierno en ordenarle a sus mercenarios periodísticos (Lanata, Leuco, Morales Solá, Del Moro y Fantino, entre otros) que insistieran en la acusación del cuchillo, que llegaron a creerse su propio invento. Para ello, como han hecho durante todo este mes, maltrataron a los familiares de Santiago, acusándolos de que no querían colaborar en la investigación. Otra vez falso, uno de los hermanos se prestó a la prueba del ADN y el resultado negativo provocó, para enojo del tándem Bullrich-Nocetti, que la famosa pista del puestero también se les viniera abajo como un castillo de naipes.
Así es, la palabra muerte empieza a rondar a los victimarios y se aleja de todas las patrañas montadas por el Gobierno para establecer pistas falsas. Desde aquellos primeros días en que “testigos” de cartón afirmaban verlo a Maldonado paseando por Entre Rios o en cualquier ruta del país, pasando por el cadáver NN de la morgue chilena hasta llegar a lo que más le agradaba a Bullrich y su séquito: la puñalada dada por un puestero de la estancia del millonario latifundista Benetton. ¿A quien? A Maldonado, por supuesto, que como Dios, estaba en todos y en ningún sitio. Se empeñaron tanto desde el Gobierno en ordenarle a sus mercenarios periodísticos (Lanata, Leuco, Morales Solá, Del Moro y Fantino, entre otros) que insistieran en la acusación del cuchillo, que llegaron a creerse su propio invento. Para ello, como han hecho durante todo este mes, maltrataron a los familiares de Santiago, acusándolos de que no querían colaborar en la investigación. Otra vez falso, uno de los hermanos se prestó a la prueba del ADN y el resultado negativo provocó, para enojo del tándem Bullrich-Nocetti, que la famosa pista del puestero también se les viniera abajo como un castillo de naipes.
El último salvavidas lo inventó Clarín (“el diario que siempre miente”) en las últimas 24 horas, y lo tituló “el sacrificio”, señalando de que posiblemente y “por una causa desconocida” Maldonado “haya decidido pasar a la clandestinidad”. Son burdos pero sobre todo, son miserables porque están jugando con la vida de un pibe veinteañero cuyo único delito es ser solidario con los pueblos originarios.
Abrumados por las sospechas, altos funcionarios del Gobierno macrista creen, sin embargo, que pueden redoblar la apuesta para evitar la tormenta que ya se adivina en el horizonte. Por eso, el Jefe de Gabinete presidencial,Marcos Peña, intentó volver a bancar a Bullrich, “felicitándola” (sic) por su actuación en la “investigación” del caso Maldonado. El mismo Macri después de un mes de autismo compulsivo y culposo, se decidió a abrir la boca para decir que “está preocupado y ocupándose todos los días del caso”. Si no fuera una tragedia, sería hasta graciosa esta definición sobre un tema que lastima enormemente a una sociedad que ya ha perdido 30 mil Santiagos Maldonados, y que en “Democracia” el listado se fue agrandando más aún, hasta llegar a esta triste circunstancia actual.
Si el pacto para no hablar por parte de los gendarmes sigue quebrándose y la movilización popular no cesa y continúa mostrando que para los argentinos y argentinas este caso es un punto de inflexión, todo indica que muy pronto habrá novedades de peso. De hecho hasta la propia ex presidenta Cristina Kirchner cita en un twet que la Ministra Bullrich le señaló a una diputada de la Comisión Parlamentaria de DDHH, que “por ahí a algún gendarme se le fue la mano”. Banaliza Bullrich la tragedia, creyendo que su rol de hija dilecta de la embajada estadounidense y sus buenos contactos con el Mossad pueden salvarla del derrumbe.
Por otra parte, hay que subrayar como un elemento heroico de toda esta investigación contra corriente, el papel que juega el pueblo Mapuche. Precisamente ellos que fueron golpeados, torturados y reprimidos para quitarles sus tierras y dárselas a Benetton, han apelado a todas sus fuerzas para romper con el miedo y las presiones de los gendarmes que aún siguen hostigándolos en su territorio ancestral. De allí, que las declaraciones formuladas este martes ante el Juez Guido Otranto por varios testigos de la comunidad son altamente importantes. Uno de ellos, Matías Santana, ratificó a cara descubierta, que a Santiago se lo llevó Gendarmería. Contó y también lo reafirmaron sus compañeros, cómo el joven artesano fue detenido cuando intentaba cruzar el río, cómo lo golpearon y finalmente pasándolo de un camión a un vehículo de Gendarmería se lo llevaron por la Ruta 40. Es decir, se jugaron la piel por su hermano huinca solidario, así como Santiago no dudó en quedarse en la comunidad a pesar de que la represión ya estaba a punto de manifestarse en toda su brutalidad.
Frente a este importante momento de poder acercar luz a un episodio que el macrismo gobernante ha intentado ocultar y tergiversar, es fundamental redoblar la presión popular nacional e internacional para que Santiago Maldonado aparezca vivo “porque vivo se lo llevaron”. Y en esa o en cualquier otra circunstancia Bullrich, Nocetti y todos los mandos y oficiales de gendarmería involucrados en la desaparición forzada deben caer y ser juzgados por el enorme mal cometido al presente y a la memoria de un país harto del Terrorismo estatal
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