28 de Febrero de 2015
Habla Alejandro Castro Espin, el hijo del presidente cubano
"Somos concientes de los riesgos de esta relación"
Politólogo y uno de sus consejeros, analiza el momento que vive la isla y los cambios planteados en su economía.
Libro - Castro Espín presentó recientemente Estados Unidos, el precio del poder en la Feria del Libro de la capital cubana. |
Además de ser hijo del presidente cubano Raúl Castro y de la fallecida revolucionaria Vilma Espín, Alejandro Castro Espín es politólogo, Máster en Relaciones Internacionales y también investigador en temas vinculados a la Defensa y la Seguridad Nacional. Fue como muchos de su generación, combatiente en Angola, y actualmente colabora estrechamente con su padre en la compleja tarea de seguir desarrollando la Revolución cubana en medio de una aguda crisis internacional. Esta charla se produjo hace pocos días, en la Feria del Libro de La Habana, al finalizar la presentación de su libro “Estados Unidos, el precio del poder”.
–Estados Unidos tiene en estos momentos tres frentes de guerra abiertos: uno en Ucrania, otro en el Medio Oriente y el tercero en América Latina. ¿Cómo afecta esta ofensiva al continente?
–Efectivamente son tres ejes de la política exterior de ellos y en particular, en América Latina están hoy utilizando la agresión a Venezuela como el epicentro de la acción de estas élites de poder que lo que desean es retrotraer a ese país antes de Chávez, a la calamidad de nación que tenía récord de precariedad social. Esa era Venezuela hasta que Chávez llegó al poder y cambió de manera brusca estos índices. EE UU quiere presentar a un país fracasado desde el punto de vista político, y no es así. La Revolución Bolivariana tiene resultados importantes en diversos parámetros sociales. Es una nación que está siendo agredida a partir de las nuevas herramientas que el imperio está utilizando, como las nuevas tecnologías y el poder mediático.
–¿Qué puede decir de los otros dos ejes de conflicto?
–En Ucrania están repitiendo el episodio de lo que hicieron con Yugoeslavia en la década del '90, buscando en primera instancia acercar la frontera a Rusia. Luego, dividir el esfuerzo de aquellas naciones que en definitiva buscan un mundo multipolar y que plantean que no puede haber ninguna asociación militar como la OTAN, que ataca a otras naciones y provocan grandes calamidades vía la guerra. En el Medio Oriente, el imperio proyectó acceder a los recursos económicos y energéticos que tiene una región que siempre desearon dominar desde el punto de vista geoestratégico. La forma de poder justificar la presencia, como en otro momento hicieron en Irak, invadiendo con la excusa de buscar armas de exterminio que nunca aparecieron. Así lograron subvertir y luego colapsar naciones, como es el caso de Libia y ahora lo están intentando en Siria. En este último caso hay una actitud diferente de la comunidad internacional y una firme decisión de Rusia, a la que luego se sumó China, que evitaron que se aplicara la misma receta que sufrió Libia. También se han abierto otros foros de discusión mundial, como es el caso de los BRICS, donde influyen la India, Sudáfrica y Brasil, que se han convertido en un contrapeso de la balanza del poder mundial.
–¿Cómo analiza este nuevo tiempo dentro de lo que se ha dado en llamar flexibilización de las relaciones EE UU - Cuba?
–Nosotros, como todo cubano, como todo latinoamericanos y diría que como lo hizo gran parte de la humanidad, hemos meditado sobre este acontecimiento. Preguntándonos en qué medida esto va a suponer un verdadero cambio de las relaciones entre los dos países, y si los intereses de los dos pueblos, cubano y norteamericano, se van a hacer realidad. También, en qué medida, los que se oponen a este esfuerzo van a seguir insistiendo en entorpecerlo y dañar las relaciones entre dos naciones, que independiente de diferencias políticas o económicas, deben respetarse y vivir en un marco de comprensión y entendimiento. Las diferencias persistirán, como ha dicho el presidente Raúl, ellos no van a cambiar su concepción ni nosotros tampoco. De lo que se trata, es de poder convivir con las diferencias y poder relacionarnos de manera civilizada.
–Sin embargo, eso parece difícil con un imperio como el del que estamos hablando.
–Esto no quiere decir que no seamos conscientes de los riesgos que supone. A más de dos meses del anuncio conjunto entre los dos presidentes, el bloqueo sigue intacto como hace más de 50 años. Lo cierto es que en términos prácticos nada ha cambiado. Sólo se ha expresado una voluntad política. En el caso de Cuba nada tiene que cambiar porque hemos sido nosotros los agredidos. Cuba ha defendido su sistema político, a su Revolución y su pueblo, en las condiciones más adversas. De esta manera ha ganado respeto de la comunidad de naciones, sin embargo la actuación del imperio norteamericano con respecto a Cuba es bien conocida. ¿Eso cambiará? Entendemos que aquellas fuerzas que se oponen y están detrás del escenario intentando afectar a esta Revolución, y que son bastante poderosos, deciden en la política norteamericana, y por lo tanto no subestimamos su actuación. Si hay dificultades, las afrontaremos como lo hemos hecho siempre, pero ojalá se imponga el raciocinio de aquellos que están favoreciendo una relación más constructiva.
–Usted no ignorará que hay sectores de la izquierda latinoamericana y europea, que no ven con buenos ojos los recientes cambios en Cuba. Son los que afirman que este proceso revolucionario involucionará hacia el capitalismo. ¿Qué opina de estos dichos?
–Tengo una percepción clara de que en este país conocemos bien lo que es el capitalismo. Cuba vivió 60 años del capitalismo más atroz. Después de la guerra cubano-hispano-norteamericana, que no fue más que una actitud oportunista, de rapiña, de las élites de poder para inmiscuirse en la contienda de los independentistas cubanos, que habían triunfado sobre las fuerzas militares españolas y las habían empujado al repliegue. Entonces entraron los norteamericanos con la intención de convertir a Cuba en una colonia, y duraron 60 años. Las experiencias de ese capitalismo en nuestra nación significaron, desde el punto de vista social y económico, un atraso de magnitud. Todo se decidía en Washington hasta que llegó la Revolución y logró, en estos 56 años, superar esos aspectos nefastos del capitalismo. Ir atrás, entonces, es la opción que nuestros adversarios quisieran, y que nuestro pueblo no escogerá jamás. Si hemos afrontado en más de cinco décadas esta lucha, en muchos momentos bastante aislados –como en los '90– ahora que tenemos un gran apoyo internacional producto de nuestra resistencia, menos aún. No puede sostenerse este sistema político si no es altamente democrático y de gran reconocimiento popular.
¿Involucionar al capitalismo? No, no es ninguna opción, simplemente la ilusión de aquellos que piensan que podría pasar. Nosotros pensamos que hay muchas experiencias positivas y creemos que no hay que copiar ningún modelo, sino actualizar nuestra economía, y lo estamos haciendo desde nuestra experiencia. No quiere decir que no tengamos en cuenta otros puntos de vista, positivos y negativos
–¿Cómo se decidieron esos cambios en la Isla?
–Fueron decididos en un Congreso del Partido precedido por una enorme consulta popular en la que participaron casi 9 millones de cubanos, de 11 millones que somos. La decisión absoluta de consenso fue alrededor de los 313 lineamientos de la política económica y social del partido de la Revolución que hoy estamos aplicando. Es la actualización para cumplir en Cuba un socialismo próspero y sustentable, que es a lo que aspiramos.
–Dentro de muy poco se reunirá la Cumbre de las Américas en Panamá. ¿Con qué expectativas va Cuba a esta reunión, donde Raúl Castro se verá con Barack Obama?
–Como politólogo y desde la perspectiva de un cubano más pienso que se va a dar un encuentro singular. Primero, porque se hace justicia a la participación de Cuba en un evento del que fue excluida. No es que no nos hubiera interesado participar en sus inicios, sólo que fuimos apartados por esas élites que aún hoy siguen manejando los hilos de la política de los Estados Unidos. Siempre entendimos que tenemos los mismos derechos que el resto de la comunidad internacional, y ahora volvemos porque existen gobiernos con una perspectiva diferente y se paran de manera distinta frente a EE UU. Hoy es el consenso del continente el que quiere que Cuba esté allí. Hemos dicho además, con total civilidad, que el presidente Obama tuvo una actitud valiente al reconocer ante la opinión pública mundial que las administraciones que le precedieron se habían equivocado respecto a Cuba y que había que cambiar. Por todo ello, vamos a participar y decir nuestras opiniones como hubiésemos hecho un año atrás, o como lo haremos dentro de diez. «