Manuel E. Yepe (especial para ARGENPRESS.info)
Es evidente que la heroica resistencia del pueblo de Cuba ha sido el factor decisivo en el sorpresivo avance en los esfuerzos por presionar hacia un cambio positivo en la política norteamericana con relación a la isla que subyace en el anuncio de su Presidente en diciembre 17, en discurso simultáneo con otro del Presidente cubano.
Hay que reconocer que tanto el Presidente cubano Raúl Castro como el estadounidense, Barack Obama, enfrentan complejidades internas en sus propias naciones derivadas de los efectos la hostilidad sostenida por más de medio siglo.
Los cubanos han sufrido graves actos contra su identidad nacional de parte de Washington desde los tiempos en que luchaban contra el colonialismo español, durante la ocupación militar estadounidense de la isla de 1898 a 1902 y a lo largo de la república disminuida hasta el triunfo de la revolución en 1959.
Desde entonces hasta hoy, el bloqueo económico y financiero más extenso, intenso y abarcador de la historia; el pretendido aislamiento de la isla y los efectos de la emigración desordenada estimulada por Estados Unidos contra Cuba han dejado huellas muy profundas, difíciles de borrar.
Del otro lado, una oprobiosa campaña difamatoria sufragada con los recursos de los propios contribuyentes que la sufrían ha hecho que la mayoría de los ciudadanos de Estados Unidos hayan crecido identificando a Cuba, su sistema político, sus líderes y sus héroes con los peores atributos.
Únase a ello el hecho de que influyentes grupos de cubanos de extrema derecha que se formaron en Miami hace más de 50 años a partir de un núcleo de políticos corruptos y policías torturadores de la tiranía derrotada por la revolución recibieron adiestramiento terrorista, financiamiento y órdenes de la CIA y desde entonces han nutrido sus arcas con buena parte de los fondos que el gobierno de Estados Unidos destina a “promover la democracia en Cuba”. Hoy han hecho de la contrarrevolución, desde la política, un negocio de grandes proporciones.
Así como en Cuba ha habido héroes anónimos - y también conocidos, como el caso de los cinco anti-terroristas cubanos que aportaron una parte importante de sus vidas a este enfrentamiento- es justo reconocer el papel de muchísimos cubanos residentes en Estados Unidos, así como ciudadanos estadounidenses que han apoyado a Cuba en este conflicto reflejando los verdaderos mejores intereses de su patria.
Han sido cientos de miles los ciudadanos estadounidenses que han trabajado arduamente contra la política de bloqueo a Cuba o que han viajado a Cuba pese a la prohibición de los viajes (“Travel Ban”) a través de terceros países, con licencias especiales o por cuenta propia a riesgo de ser multados. Muchos millares más han sido los firmantes de petitorios a sus legisladores, participantes en mítines y marchas; patrocinadores, ofertantes o asistentes a conciertos y eventos culturales con artistas cubanos; los que han escrito cartas a miembros del Congreso y la Administración, y a los editores de los medios exhortándoles a adoptar una posición favorable a la normalización de los vínculos con Cuba por los beneficios que ello traería al país o sencillamente por ser lo justo y correcto.
Hace ya muchos años que las encuestas nacionales y locales de la Florida vienen mostrando que la mayoría de los ciudadanos estadounidense, incluyendo a los allí llamados “cubanoamericanos” desean una “apertura a Cuba”.
La más reciente encuesta de Florida International University (FIU) mostró un apoyo mayoritario de los encuestados “cubano-americanos” en los temas de viajes a Cuba, relaciones diplomáticas y compromiso. Una encuesta de CNN/ORC, tomada seis días después del anuncio del Presidente sobre el cambio en la política hacia Cuba, halló que 6 de cada 10 estadounidenses favorecen las relaciones diplomáticas con Cuba y las dos terceras partes quieren que se levanten las restricciones de viaje a la isla.
Otra encuesta pública significativa, la del Consejo Atlántico, en febrero de 2014, había mostrado que "56 por ciento de los estadounidenses y más del 60 por ciento de los floridanos y los latinos" desean un cambio de la política estadounidense hacia Cuba. Es obvio que ambas partes tendrán que realizar grandes esfuerzos y que la parte cubana deberá valorar seriamente el papel de la emigración cubana y las organizaciones políticas y sociales de base en los Estados Unidos como importantes componentes de estos esfuerzos para presionar por un cambio positivo en la política norteamericana que, a su vez, en algún momento tendrá que aceptar una relación de verdadero respeto a la soberanía de Cuba, aunque solo sea porque no le quede otro remedio.
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