A Paula, que colabora en el comedor “Carita Feliz” de la CTEP, le pasa algo similar: el Estado cree que hay comida para ricos y comida para pobres. Que las personas ricas pueden comer cualquier cosa y que hay alimentos para pobres: fideos, yerba, arroz blanco. Alimentos baratos y sin nutrientes, de esos que en las casas ricas muchas veces terminan venciéndose en una alacena. “El Estado no está. Y si está, ayuda muy poco. Ellos se creen que sólo con arroz y un poco de yerba se le da de comer a 200 chicos, y que a veces tenemos más. Y también tenemos que contar abuelos, madres, padres, todos los días. Sólo nosotros -los que vivimos en el barrio- vemos las necesidades que se pasan. A todo esto, tenemos que contar con la logística de las cosas. Porque si tenemos la suerte de que el Estado nos dé algo, tenemos que distribuirlo. ¿Cómo lo distribuís, si no tenemos cómo hacerlo? En eso también tenemos que pensar. Y a veces necesitamos salir a luchar, para poder traerle un plato de comida a los chicos”.
Algunos sectores piden la declaración de la Emergencia Alimentaria, para que los comedores reciban más carne, frutas y verduras. Justamente para combatir un sistema que da una comida que no alimenta a los sectores más pobres de la sociedad. Hace unos meses,la relatora especial sobre el derecho a la alimentación por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Hilal Elver, visitó la Argentina y aclaró que esta propuesta impulsada por los sindicatos sería otro paliativo. Otra manera de que el Estado argentino pueda hacer de cuenta que se preocupa por la soberanía alimentaria cuando en realidad todas las medidas estructurales son tendientes a la desigualdad: “Supimos de las manifestaciones y de las ollas populares, inclusive vimos cómo los niños les piden las sobras a las maestras para llevarlas a sus casas. Pero la emergencia alimentaria lo que propone es presupuesto para la protección social: no resuelve el problema estructural. No podemos pedir que las ollas populares y comederos sean la solución. El fomento a la agricultura familiar y la producción agroecológica sería algo más eficiente”.
En el barrio se siente mucho el hambre. A los vecinos no les alcanza el sueldo
Sin embargo Walter de Barrios de Pie no puede explicarles eso a las familias enteras que se acercan a pedir un plato de comida y una asistencia alimentaria a merenderos y centros comunitarios. Esas familias tiene hambre y necesitan comer algo ya, no para que los hijos y las hijas puedan desarrollarse sino para sobrevivir.
“Necesitamos la Ley de Emergencia Social porque sería un alivio para los sectores más humildes”, dice Walter. Otro referente que día a día se desespera porque no llegan a darle de comer a quienes lo necesitan. Y encima el Estado no ayuda. “Tratamos de poder abarcar y ampliarnos a muchos sectores en los barrios, pero la demanda aumenta a diario. El Gobierno de la Ciudad se niega a abrir comedores en las villas. Y vienen familias enteras. Es una situación muy difícil, producto de que se pierden los puestos de trabajo, las changas, el aumento de los alimentos es muy grande con la inflación. La Ley de Emergencia también daría asistencia y control a esas familias que tienen problemas nutricionales”
“Horacio Rodríguez Larreta se enorgullece de que la Capital Federal esté superpoblada de comedores y merenderos, pero -en verdad- esto es una forma de comprobar empíricamente que aumentó la pobreza”, dice Walter. Y sus palabras explican el hambre como si el hambre fuera algo que busca el Gobierno. El hambre segrega. El Gobierno hasta pone plata en algunos comedores. Para que haya comida para pobres y comida para ricos. Para que haya niños y niñas que puedan desarrollarse y niños y niñas que solo puedan pensar en la ilusión de tener la panza llena aunque sea un ratito.
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