por Carlos Aznárez
(Resumen Latinoamericano)
9 de enero 2016
Mauricio Macri, además de ser un socio de mérito de la ofensiva derechista latinoamericana, sabe mejor que nadie que lo que se hace en los primeros cien días de gestión gubernamental es fundamental para establecer un "estilo", o en términos actuales, un "relato", sobre lo que será el porvenir. Como ocurre con los precios de los artículos de primera necesidad, que cuando suben, luego es muy difícil que luego vuelvan a su tarifa original, Macri desafía a propios y extraños con los peligrosos Decretos Nacionales de Urgencia, dando por sentado que muy pocos de estos DNU autoritarios habrán de ser anulados por una eventual decisión del Parlamento.
Lo que ocurre es que una vez más (ya ocurrió cuando el actual Presidente se hizo cargo de la Gobernación de la Ciudad de Buenos Aires hace unos años) la llamada "oposición partidaria" ha subestimado el poder que se escondía detrás del macrismo (una pseudo-ideología que hoy hace furor entre los escuálidos venezolanos y el uribismo colombiano), y ahora se dan cuenta que en este primer mes de prepotente gestión, muchas cosas han cambiado para peor. Sobre todo, afectando a importantes sectores populares de la franja más golpeada por la crisis económica, que obviamente no comenzó con Macri, pero que el actual Presidente acentúa en base a recetas de manual de lo peor del neoliberalismo.
La lista de agravios, medidas provocativas, actividades represoras y promesas de aplicación de políticas desestructuradoras de la economía, la soberanía y la producción cultural, es lo suficientemente importante como para que alguien aún tenga dudas de que los cambios anunciados como slogan electoral hoy se van transformando en molesta pesadilla de duración indefinida.
Si la devaluación que tanto se negó en tiempos de "Macri candidato", se está pudiendo poner en marcha día a día, es por que ya existía un piso para lanzarla, producido de antemano por toda la corporación empresarial, que al igual que en Venezuela, no sólo son generadores de recetas especuladoras sino que maniobran sobre los precios de artículos indispensables como si fueran marionetas. La liberación del dólar (tan requerida por sectores ligados a la inexcrupulosidad financiera y por franjas amplias de una clase media boba) fue acompañada por otras iniciativas como el levantamiento de las retenciones a la oligarquía agrícola-ganadera y sus amanuenses "nuevos ricos" de la "patria sojera", logrando en cada una de esas corridas, recompensas de millones de dólares y una deuda de eterno agradecimiento al macrismo.
En un andarivel complementario de esta misma gestión se inscriben otros decretos por los cuales se plantea la revisión de la legalidad en la contratación de empleados públicos durante los últimos años del gobierno saliente. Una medida que podría llegar a afectar a más de 60 mil trabajadores. Es verdad que todos los gobiernos utilizan en extremo (y para su propio engorde de funcionarios) la capacidad laboral del Estado, es también cierto que el kirchnerismo no perdió tiempo en ese aspecto, pero lo que no resulta admisible es que ahora la topadora prepotente del macrismo quiera desemplear con metodología dictatorial a miles de hombres y mujeres que eran poseedoras de un contrato legal, y cuyo futuro debería ser, aplicando un marco de la pregonada igualdad de oportunidades, el de un contrato efectivo en base a sus conocimientos y entrega en la gestiones para las que han sido convocados. Es paradójico hablar de "cargos de acomodo" o "ñoquis K" en el área estatal nacional (aunque los haya) cuando el propio gobierno macrista de la Ciudad tiene atiborradas las distintas áreas de gestión con amigos, familiares y alcahuetes de su partido, sumados a un auténtico batallón de ineficaces y burócratas.
Lo real es que como bien informa la Asociación de Trabajadores del Estado, en los primeros quince días del nuevo gobierno ya se contabilizan 10 mil estatales despedidos, amen de implementarse políticas demonizadoras del empleo público buscando a corto plazo desmantelar los servicios públicos y achicar el Estado, como ya lo hiciera Carlos Menem en los devastadores años 90.
Sólo en el Senado de la Nación ha sido dejados en la calle por decisión de la vicepresidenta Gabriela Michetti, 2035 trabajadores, en una decisión que contó con la bochornosa complicidad del jefe de la bancada del kirchnerista Frente para la Victoria, Miguel Pichetto. A esta cifra hay que sumar los más de 600 cesanteados en el Centro Cultural Kirchner, y otros más en las oficinas del AFSCA (Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual), en Vialidad y en Nación Seguros.
Un caso especial que complementa esta embestida patronal por parte del Gobierno derechista es lo que ocurre con trabajadores que cumplían tareas en distintas municipalidades e intendencias del Gran Buenos Aires, como son los ejemplos de Lanús, Quilmes, Chascomús, Coronel Vidal, Coronel Suárez, Adolfo Alsina. Cientos de despidos en cada una de esas localidades bonaerenses y alrededor de 4.500 contratos "caídos" en La Plata, donde los trabajadores comenzaron una serie de movilizaciones que esta semana culminaron con durísimas cargas represivas por la policía local. Por las redes circulan, a manera de ejemplo, las fotos y los videos de mujeres y hombres con sus espaldas llenas de orificios por los perdigones policiales.
Otros trabajadores y trabajadoras puestas en la mira por Macri y sus "Chicago boys" son los cooperativistas. Así, se quedaron sin trabajo alrededor de 2000 que cumplían funciones de mantenimiento en la ex ESMA, y la misma amenaza pende sobre otras dependencias.
El equipo económico macrista tampoco se ha quedado atrás en marcar el territorio en cuanto a lo que pueden ser las próximas discusiones salariales, y ya han anticipado, poniendo en alerta a más de un dirigente sindical, que las paritarias tendrán un riguroso techo, pero que además, los gremialistas deberán ser "responsables" para que los empresarios privados no se vean tentados a pensar en despidos por falta de "madurez" laboral por parte de los asalariados. Un chantaje sin más vueltas.
La política aplicada en lo social por el macrismo es transparente y generalmente la usan profusamente regímenes similares en el continente: generar miedo en los ocupados mostrando las escenas de lo que les ocurre a los nuevos desocupados. Algunos, aceptando el "castigo" sin chistar, y otros, con más dignidad y espíritu de pelea, resistiendo en la calle a la prepotencia patronal-policial.
En otro rubro que el macrismo se descargó con todo, es en el comunicacional. Por un lado disolviendo el AFSCA e interviniendo en los aspectos nodales de la Ley de Medios, poniendo toda esa estructura bajo el mando de un Ministerio de Comunicaciones a su medida. Por el otro, otorgándole más luz verde de la habitual a los medios concentrados, liderados por Clarín, La Nación e Infobae, gestores de la "nueva imagen" de un gobierno que se vanagloria de ejercer el poder sin consultar ni siquiera a sus parlamentarios.
En política exterior, Washington sonríe a Macri. Le agrada el tono antichavista del nuevo presidente, sus relaciones carnales con Leopoldo López, Capriles Radonsky o Alvaro Uribe Vélez. Festeja su complacencia con el sionismo y las caras de enojo con Irán. Es a todas luces un "buen vasallo" este muchacho, diría en los pasillos de la Casa Blanca, John Kerry.
Pero también le han surgido otros entrañables amigos al gobernante argentino. Desde Uruguay, el converso Tabaré Vazquez, que años atrás estuvo a punto de pedir ayuda militar a Bush para guerrear contra Argentina por culpa de la pastera Botnia y la resistencia del pueblo de Gualeguaychú, hoy se ha convertido en acaramelado colega de Macri y promete relaciones encomiables.
Toda esta ofensiva macrista puede hacerse en el plano de la oposición institucional sin mayores palos en la rueda, por la inexplicable lentitud con que se mueve el andamiaje parlamentario. Es sabido que el Frente para la Victoria tiene mayoría en el Senado y un buen porcentaje de escaños en Diputados, pero más allá de algunas declaraciones y muy pocos amagues, siguen sin decidirse a convocar al Congreso a Sesiones Extraordinarias. Algunos, los más, porque disfrutan de su período vacacional en medio del incendio de la pradera por culpa de las acciones macristas, y otros porque están trenzando sin vergüenza con el oficialismo y también con el ex kirchnerista Sergio Massa, un aliado del macrismo que comulga en intenciones non sanctas con gobernadores y algunos ex funcionarios que han pegado el salto sin ningún tipo de rubor.
Por último, está la calle. La pelea en la calle. Allí donde habitualmente se juegan los destinos de un país a cara o cruz, sin demasiadas especulaciones. No son pocos los que están resistiendo las maniobras disciplinadoras del gobierno. Pueden dar cuenta de ellos varios sindicatos de base y organizaciones sociales. Aún lo hacen como respuesta a la agenda represora de la Casa Rosada, pero otros más precavidos están dándose cuenta sobre la marcha que si no se unen fuerzas y no se encara una mínima coordinación en las luchas, este primer mes de Decretos prepotentes se podría extender en el tiempo o disfrazarse con otras vestimentas. Quizás la clave para que el engranaje de una resistencia adecuada funcione, podría estar en gestar una fuerza de amplio espectro ideológico pero asentada abajo y a la izquierda del sistema actual. Peleona y formada en un alto nivel ideológico. Un arco donde quepan todos, incluidos los miles de jóvenes kichneristas , siempre que unos y otros entiendan, con humildad, que para luchar contra esta derecha pro imperialista nadie tiene ganado el liderazgo de antemano, y que se necesita entender que el 10 de diciembre comenzó una nueva época, que no obligatoriamente se salva con expresiones de deseos retornistas.
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