Un paso. Otro. Se tambalea. Sonríe como si supiera que está haciendo algo muy grande. Mamá le sostiene la mano derecha y a la izquierda está papá. Los dos la miran y pareciera que le dijeran: lo estás haciendo muy bien, estamos aquí, contigo. Gema Hernández Pérez vuelve a sonreír, deja ver sus dientes nuevos… Crece feliz.
Ha pasado un año entero desde su llegada al mundo, desde que su primer llanto estremeciera nuestras dichas y le tatuara una sonrisa a ese día y a los siguientes. La hija de Gerardo y Adriana completó el 6 de enero de 2015 un amor sometido a toda clase de pruebas, que ganó todas las batallas, incluso la que parecía «más imposible» en un amplio abanico de improbabilidades: concebirla a distancia y, especialmente, lograr que su padre alumbrara con su presencia física el otro alumbramiento.
«Siempre fue un anhelo nuestro tener hijos, y no te niego que en algún momento los dos veíamos muy difícil poder realizar ese sueño. Prácticamente nos habíamos rendido, ya nos habíamos imaginado nuestras vidas sin hijos. No habíamos tenido una conversación seria al respecto, pero habíamos mencionado la posibilidad de adoptar un niño o de quedarnos solos y estar viejitos los dos solitos, todas esas cosas las habíamos hablado medio en bonche, medio en serio. Pero siempre hubo personas que le recordaron a Adriana que nunca debía rendirse en ese sentido, y una de esas personas fue Vilma Espín, que siempre que la veía le decía: “No pierdas las esperanzas, sigue insistiendo, tú vas a ver, verás que vas a poder ser madre algún día”», contó Gerardo en un diálogo largo para el epílogo del libro Retrato de una Ausencia.
Vilma tuvo razón, y ahí está Gema para confirmar que ese deseo largamente acariciado se hizo realidad, a pesar de todo y con la buena voluntad de muchos. Papá siempre va a recordar la incertidumbre de aquellos días tras las rejas a la espera de alguna señal, porque sabía que se trataba de un proceso complicado. Luego, con esa fortaleza suya, probada durante más de 16 años en cárceles estadounidenses, se preguntó muchas veces cuándo la podría conocer, cómo sería ese primer encuentro en prisión, porque su injusta condena era perpetua. Sin embargo, el 17 de diciembre lo cambió todo, y poner los pies en la tierra que defendiera con su vida, besar en la frente a su amada y acariciarle la panza inició esa relación especial entre padre e hija, un camino de tres.
Gerardo estuvo en el nacimiento, lo vivió todo «sin desmayarse», según confesó. Estaba nervioso, rió, lloró, pero sobre todo se sentía muy feliz al escuchar el primer llanto de su pequeña, al poder sostener la mano de Adriana en todo momento y besarla una y otra vez, ese día, los siguientes… Han compartido juntos, como debió ser siempre, el modo en que Gema ha cambiado durante su primer año de vida, sus ocurrencias, los primeros moños, la paz que transmite su rostro infantil aun en medio de las multitudes, largos viajes, flashes indiscretos y cámaras de televisión. Ahora, juntos, en el trillo de hogar común, los tres aprenden a caminar.
Entre una copa frondosa de titulares, este ha sido el año de Gema, el de la sonrisa luminosa de Adriana; el de las manos de Gerardo sosteniendo a la niña, sanando heridas, llenando años de soledad en familia y viviendo, por fin, viviendo junto a sus cuatro hermanos la existencia merecida, ganada a fuerza de resistencia.
El trío feliz. Foto: Bill Hackwell
Los héroes saben que la felicidad que ahora disfrutan para alegría de millones fue tejida a mano con la buena voluntad de muchos, en Cuba y en el mundo. No por casualidad, Gracias es la palabra mejor bordada en los labios de los Cinco y de sus familiares. Tampoco es cosa de azar que en las vísperas del 2016 los buzones de los amigos de los rincones más disímiles del planeta tuvieran un correo especial.
«Feliz Fin de Año y un exitoso 2016 para todos nuestros hermanos y hermanas de Cuba y el mundo. Tenemos siempre muy presentes a todas las personas que con sus esfuerzos hicieron posible la felicidad que hoy disfrutamos. ¡Gracias! Muchas Felicidades de Adriana, Gerardo y Gema».
Este trío embelesa. Es de algún modo la prueba de que, si no flaqueas, si no dudas, si estás bien acompañado para lograr los sueños, los deseos se cumplen. No queda más que derretirse con esa Gema que mira azul y levanta su manita derecha con el puño cerrado en señal de victoria, con esa preciosa que sostiene el rostro de su padre, lo mira fijo y le dice sin pronunciar palabra (es fácil reconocer el lenguaje del amor): «Papito, eres MI héroe».
Un paso. Otro. Se tambalea. Cada vez menos. Descubre el mundo desde su perspectiva celeste. Se alza sobre sus pies pequeños. Dentro de poco andará sin las manos de sus padres y, aun así, ellos estarán cerca, pendientes de hacerle saber que estarán siempre para ella. El primer año de su felicidad, de la de Gerardo y Adriana, de la familia grande de los Cinco lleva por entero su rostro, su sonrisa de niña feliz… Gema Hernández Pérez asoma sus dientes nuevos… Crece.
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