Por Roberto Caballero… No quiere terminar como De la Rúa, ni ser visto como títere de Magnetto, según Duran Barba. Pero sus decisiones políticas y económicas lo contradicen. Cuando la sobreactuación autoritaria jaquea el poder propio.
Jaime Duran Barba no es el jefe de Mauricio Macri. Se supone que es al revés. Pero su influencia es determinante porque le da al nuevo presidente lo que éste no tiene como atributo natural: un relato público de sí mismo y un significado políticamente coherente a sus acciones. Su trabajo, hay que decirlo, más allá de cualquier antipatía ideológica con el ecuatoriano, no ha sido sencillo.
Se encontró con un intendente porteño y lo convirtió en jefe de Estado. Primero tuvo que encontrar en la matriz conservadora de Macri las facetas aparentes donde podía dejar de ser conservador (el bailecito, la humorada sobradora, el contacto físico con sus votantes, la sorna sobre sí mismo, la pasión populista por Boca) y pasar luego a suavizar aquellas que no puede cambiar porque son constituyentes de su personalidad profunda (una perspectiva darwinista social, un profundo individualismo y el impulso violento latente que asoma en toda su gestualidad cuando pierde el control, como sucedió con la pregunta que le hizo Alejandro Bercovich en Davos sobre Milagro Salas).
Todo eso estuvo precedido de un intenso y añoso (desde 2009, al menos) trabajo de investigación social que incluyó encuestas periódicas, focus groups constantes y laboratorios con técnicas de neurociencia coordinado por el psicólogo español Roberto Zapata, cuyo propósito fue descubrir qué demandas, pulsiones y valores atravesaban a la sociedad argentina y qué discursos y gestos podían encarnarlos.
El arte de combinar el resultado del trabajo con el candidato necesario que respondiera a esa inquietud fue el de Duran Barba y su socio, Santiago Nieto. La paternidad de la evolución del Macri político balbuceante, tosco y expresivamente neoliberal de mediados de la década pasada al que llegó a presidente prácticamente sin decir nada con el 51% de los votos les pertenece.
Como todo autor orgulloso de su obra, cada tanto, Duran Barba aparece en algún medio recordando que “Macri presidente” es un producto de su genial invención. Lo hizo en La Nación, en un reportaje realizado por el psicólogo Diego Sehinkman. La fórmula que utiliza el consultor es la del exégeta del personaje: lo explica y, al explicarlo, lo hace propio, lo firma al pie. El título de la nota fue “Macri es democrático, pero tiene una personalidad muy recia”. Sehinkman abre el juego así:
“–Voy a pronunciar una frase y usted me dice qué piensa: ‘Duran Barba puso un presidente’.
-No me gusta la idea. Yo creo que colaboré para que se arme un equipo que vea la política de otra manera.”
Traducción necesaria: que sí, que lo hizo, que se siente halagado por eso. Duran Barba da como ejemplo del “ver la política de otra manera” la ocurrencia de poner al perro “Balcarce” en el sillón presidencial y confirma el papel de Zapata en la estrategia de tomar a la sociedad argentina como laboratorio de ensayo de sus manipulaciones. Insiste el entrevistador:
“-¿Y qué representa para usted fotografiar a un perro en el sillón presidencial?
-Que no nos tomamos en serio. Nada hay más importante que reírse de sí mismo. A mí, cuando me atacan, me muero de risa.
-¿Podría explicar ese ejercicio donde se le pedía a la gente que represente a los candidatos presidenciales con un animal?
-Son estudios que hace Roberto Zapata, psicólogo de nuestro equipo (…) Él hace muchos ejercicios. Uno consiste en que él menciona un nombre y las personas mencionan el animal que primero les viene a la mente. Macri desde siempre fue león o perro. Perro grande, importante, porque eso simbólicamente significa que es un tipo que no pasa desapercibido, es muy inteligente, hace muchas cosas y si está bien domesticado puede ser una maravilla. Pero si no lo está puede ser un peligro espantoso.”
Quiso decir: “lo domestiqué yo, construí virtud donde había peligro de fracasar en términos políticos”. Otra cosa: Balcarce es un perro y Macri también lo es, según Duran Barba. Por lo tanto, detrás de la foto hay un diseño con un objetivo de marketing. Quitarle solemnidad y dureza al presidente, aportarle “alegría” a su rol, después de una semana en la que la dirigente social jujeña y legisladora del Parlasur Milagro Salas se convirtió en la primera presa política de su gestión cosechando escándalo y repudios a nivel nacional e internacional. “Macri es democrático, pero tiene una personalidad muy recia”, apuntó su consultor. “Es malo pero bueno”, sería. Es el doctor Jekyll y el señor Hyde.
Continúa el reportaje, que deriva pronto hacia la saga salvaje de decretos de necesidad y urgencia de los primeros 30 días de mandato.
“-La pregunta es por la estrategia. ¿Es ‘primero golpear y después negociar’, a los Vandor?
-Hay que ir tomando el poder lentamente y a veces dar gestos de firmeza. Macri no conocía (a los dos integrantes de la Corte que nombró en comisión).
-O sea que los DNU fueron una demostración de fuerza…
-No, de firmeza. El presidente, como yo lo concibo, debe ser alguien que dialoga, que está al servicio de la gente, pero no una veleta. Mauricio tiene personalidad.”
La pregunta y la respuesta que siguen no tienen desperdicio porque desnudan cuál es el verdadero miedo de alguien que sobreactúa su autoridad por temor a no tenerla o a perderla. Se confirma, en verdad, por el esfuerzo en la negación que pone en escena el ecuatoriano cuando se le pregunta por la dureza de los decretos:
“-Para mostrar que no es un De la Rúa…
-Macri no se asusta. Macri es democrática, pero tiene una personalidad muy recia (…) Mauricio no es títere de nadie. ¡Y de nadie significa de nadie! Cuando algunos creen que él es un vocero de la oligarquía, no es cierto. De Magnetto, no es cierto. El no es vocero ni títere de nadie.”
Es decir: Macri se esfuerza por disimular lo que, sabe mejor que nadie, es su debilidad real, lo que verdaderamente lo asusta. Enumeremos. Llegó al poder a través de un balotaje ajustadísimo y con un parlamento donde no cuenta con mayorías propias. Expresa sola y difusamente a una mitad de la ciudadanía y genera rechazo y sospecha en la otra mitad, a la que le ofrece casi nada o le mete miedo con su parte “recia” o violentamente represiva.
Necesita convertirse en un presidente con más apoyo y sustentabilidad, sabiendo que su plan económico va a producir heridas y costos sociales, algunos ya evidentes. A la vez, no ignora que detrás de su figura se agrupan corporaciones (Duran Barba las identifica: las patronales agropecuarias y el Grupo Clarín) y teme ser percibido como “títere” de ellas. Entre otras cosas, porque eso minaría su propia fortaleza.
La señal que pretende dar en realidad es que son aliados, socios de su proyecto, pero no sus dueños. Macri, como se ve, tiene muchos problemas. Su sobreactuación (el revanchismo, la saga de decretos, la persecución ideológica, las listas negras en los medios públicos, el cepo al Congreso Nacional, la intención de connotar al kirchnerismo de todo lo malo que suceda) va en el sentido de procurarse un poder que sabe que no posee del todo. Y tiene claro que no quiere ser visto ni convertirse en Fernando de la Rúa.
La pregunta que Duran Barba responde con la frase “Macri no se asusta” demuestra susto. El susto de convertirse en un presidente desempoderado antes de tiempo. La figura de De la Rúa encarna el mayor de los temores de la nueva administración. Lo que Duran Barba no quiere ver es que en la vida y en la política el márketing no lo es todo. Los candidatos de diseño, como lo fue De la Rúa en su momento, concitan adhesiones por un tiempo acotado y de manera circunstancial. Van de la simpatía social a la furiosa antipatía. Son favorecidos y perjudicados por lo mismo: los cambios de humor en un sector social que determina el resultado electoral general. Gobernar, después de esa bendición de coyuntura, de carácter flotante o gaseosa, es otra cosa.
Igual, a De la Rúa no le fue mal exclusivamente porque era torpe, del mismo modo que a Macri quizá le esté yendo como le va por su incapacidad de articular poder legítimo y verdadero con las políticas excluyentes y regresivas que quiere aplicar. La trama es más grande que los personajes. La Argentina está inserta en el mundo. Y el mundo está bastante complicado, mucho más que en 1999.
De la Rúa llegó incluso con más poder que Macri a la Casa Rosada y tomó medidas desacertadas que consumieron su capital político en apenas dos años. No es sólo la personalidad: son las políticas. De la Rúa combinó endeudamiento con ajuste y señales a un mercado que no le respondió, porque no quiso o porque no podía responderle. Creyó que bastaba con el marketing de la honestidad para que lloviera maná del Cielo. Apostó por la austeridad sajona, tampoco pasó nada. Terminó perdido en los camerinos del programa de Tinelli, convertido en una caricatura de sí mismo, y echado por la gente en Plaza de Mayo.
Macri no es De la Rúa, pero puede serlo. Depende de varias cosas, aunque por sobre todo de sí mismo y de lo que ocurre fuera de nuestras fronteras. No empezó bien. Comete errores, entre ellos:
1) Quiere partir al peronismo para garantizarse bloques legislativos que no tiene, pero le asignó por decreto mayor coparticipación a los distritos (Capital Federal y provincia de Buenos Aires) que gobierna su fuerza política y dejó a los gobernadores peronistas pintados y en pie de guerra, enfriando cualquier tipo de acuerdo, aun con los dirigentes que no son kirchneristas.
2) Necesita una oposición que lo acompañe en su ideal bipartidario para sostener su modelo, pero se inmiscuyó en la interna peronista tirándole un salvavidas de plomo a Sergio Massa desde Davos. Hay muchas cosas que se hacen en Suiza, desde relojes a chocolates, pero intentar ordenar la jefatura del peronismo desde allá suena descabellado.
3) Pretende no ser visto como el “títere de Clarín”, sin embargo todos los decretos del área de Comunicación que desconocen la Ley de Medios van en el sentido de favorecer al grupo de Magnetto, despertando incluso un alerta de preocupación de la CIDH y el sistema interamericano de Derechos Humanos por lo que llaman “hiperconcentración empresarial” en el área.
4) En su primera aparición en foros internacionales pidió la libertad del venezolano Leopoldo López, acusado de sedición y varios delitos en contra de la legislación vigente en aquel país, para después meter presa a Milagro Sala criminalizando la protesta social. Esta noticia negativa recorre el mundo, que es un poco más grande que Davos, junto a la foto de Salas nada menos que junto al Papa Francisco.
5) Tendió todos los puentes que pudo con los fondos buitre y con el FMI resignando el artículo 4 y lo único que recibió a cambio es una señal del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos: desde ahora no habrá veto por la Argentina, que podrá endeudarse todo lo que quiera sin que ellos intervengan. Parece chiste.
6) La semana que pasó trató de licitar el Bonar 2020 y fue un rotundo fracaso. Licitó 1000 millones de dólares, ampliable a 5000, y sólo canjearon 440 millones, debiendo dejar desierta la licitación. Una operación parecida, hace un año, con Axel Kicillof en el Ministerio de Economía, fue exitosa. Y eso que el equipo de Finanzas del macrismo es el mercado mismo en su más pura esencia. ¿Acaso no le creen?
7) Prometió que trabajaría para llegar a la “pobreza 0” y es lo único que parece haber logrado en apenas 30 días: hasta el 2017, según publica ayer La Nación, habrá 0 estadística de pobreza, es decir, no habrá ninguna, producto del “apagón estadístico”. No lo dice la oposición, sino el diario de Bartolomé Mitre, que tituló: “Sólo en 2017saldría el dato de pobreza”.
8) Anunció el retorno de la pluralidad de voces que, por ahora, se tradujo en la salida de 6,7,8 del aire, el retorno del fútbol a Clarín, la censura a Víctor Hugo Morales, el copamiento a decretazo limpio de la AFSCA, los directorios de RTA y el COFECA, el armado de listas negras en Radio Nacional y el financiamiento a través de pautas provinciales del diario La Nación, del aumento autorizado de Cablevisión a Clarín, del Grupo Vila-Manzano a través del gobierno de Mendoza y el desfinanciamiento de pauta oficial de toda la prensa crítica, entre ellos, este diario.
9) Casi a desgano, apenas asumió, dijo que no se opondría a que siguieran los juicios de lesa humanidad. Ahora descabezó al Archivo General de la Memoria, despidiendo al nieto recuperado Horacio Pietragalla, ignorando el pedido de todos los organismos de Derechos Humanos, mientras circula un paper que propone una ley para que los represores de más de 70 años puedan cumplir pena en sus domicilios.
Es probable que Macri no sea De la Rúa. Quizá le gane en astucia porque Duran Barba es un poco más pícaro que Antonito. Pero Macri hoy está haciendo cosas muy parecidas al último presidente aliancista: seguir los dictados del FMI, ser amigable hasta la genuflexión con “los mercados”, buscar créditos en el exterior a cualquier tasa, creer que si se bajan salarios y se flexibilizan los derechos laborales las inversiones van a llover, intentar garantizar de algún modo la impunidad de los genocidas civiles y militares, reprimir en Cresta Roja como antes reprimió la Alianza en el puente que une Chaco con Corrientes, criminalizar la protesta social, recortar inversiones sociales, volver a la teoría del déficit como eje ordenador del Estado y la economía en general, alentar las reducciones del personal privado y dar una fuerte señal de parate al mercado interno.
Y, sobre todo, pensar que gobernar la Argentina depende del voluntarismo personal. Quizá esto último sea un grado de pecado.
El mayor problema, sin embargo, es que el modelo exportador con restricción del mercado interno, cuando los precios de nuestros commodities están en baja, sólo puede producir mayor estancamiento y pobreza y agravamiento de la desigualdad. Es matemático. Lo dijo Christine Lagarde, la jefa del FMI, quien luego de elogiar las políticas promercado del macrismo, sin medias tintas pronosticó que la Argentina en 2016 caerá en recesión.
Quizá el espejo donde también deba mirarse Macri, además de De la Rúa, sea el de Dilma Roussef. Brasil viene cumpliendo con el mandato del libre mercado y las metas inflacionarias pero no puede salir de su recesión. Por el contrario, reprimariza su economía cada día más y todas las conquistas del gobierno de Lula se van perdiendo detrás de los manuales de una ortodoxia económica que en la práctica generan destrucción de empleo, baja de salarios y reducción del consumo a niveles de subsistencia para amplios sectores de la población, que es la que reacciona y sale a la calle.
En fin, volviendo a Duran Barba, los miedos de Macri a parecerse a De la Rúa son fundados. No quiere hundirse como él.
Para eso, lo mejor que puede hacer, es dejar de cavar el pozo en el que solito se va metiendo.
(Tiempo Argentino)
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