JUAN CARLOS SÁNCHEZ SÁBADO, 20 DE AGOSTO DE 2016
Mucho hemos luchado en estos 40 años para que
tengamos que soportar la afrenta que significa la prisión domiciliaria de
Miguel Osvaldo Etchecolatz, quien se encuentra condenado a prisión perpetua por
genocidio gracias al testimonio de Jorge Julio López, que todavía se encuentra
desaparecido por segunda vez.
Menos aún, cuando se conmemorarán 10 años de la
mencionada desaparición durante el próximo 18 de septiembre y se presume que le
otorgarán dicho beneficio al genocida en una fecha que nos llena de luto como
el 22 del corriente, justo a 44 años de la masacre de Trelew.
Parece que ya no basta con el desguace de las
causas por lesa humanidad llevadas a cabo durante el kirchnerismo. Ahora, en
nombre de la pacificación, del estado etario y otras sandeces por el estilo, se
pretende nuevamente perpetuar la impunidad. Porque el regreso del segundo de
Ramón Camps a su casa en el barrio residencial “Los Troncos”, eso significa
para muchas y muchos que seguimos levantando la bandera de nuestras y nuestros
30.000 compañeros detenidos - desaparecidos.
Los jueces y el Gobierno Nacional deben entender
que no hay, no hubo, ni habrá perdón, olvido y reconciliación con aquellas y
aquellos que se adueñaron de la vida y de los bienes de nuestras y nuestros
compañeros. Fueron, son y serán genocidas, secuestradores de ideas, de
militancias y de vidas de una generación que luchaba por una Argentina
Socialista. Son ellas y ellos los que nos faltan, mientras reconstruimos esa
conciencia de clase que las y los sobrevivientes no perdieron pero que
necesitamos transmitir a las futuras generaciones.
No se trata de un capricho infundado o de un
aferrado legalismo en materia de genocidio. Se trata de una exigencia basada en
la memoria, verdad y justicia con la cual nos hemos comprometido hace tantos
años. Es la lucha contra aquellos civiles, empresarios y terratenientes,
apoyaron y financiaron la mayor tragedia del siglo pasado para ponerla en manos
de sus ejecutores de uniforme, arrasando con los Derechos Humanos con el afán
de hacer valer el sacrosanto derecho de propiedad para su propio beneficio.
Que no se olviden: si no hay justicia, hay
escrache... Para que el mentado nunca más, otra mentira que bien sabemos cuando
el genocidio continúa por otros medios como la política económica y social, sea
una realidad tangible. Porque no hay lugar para la impunidad mientras sigamos
luchando.
Así como terminó sus días el genocida Videla en
Bower, debe terminarla Etchecolatz. En la cárcel, tras las rejas, porque no es
un mero ancianito, es un asesino y torturador hecho y derecho.
Por eso, debemos sumarnos al lema Domiciliaria No
!, por nuestros muertos, por nuestros sobrevivientes y por quienes seguimos
luchando por otra Argentina en donde reine la dignidad perdida a manos de los
saqueadores de siempre.
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