Diez meses no son mucho en la vida de ningún pueblo, pero en Argen- tina bajo un gobierno neoliberal y profundamente involucionista casi parecen un siglo. Mauricio Macri no se ha privado de nada a la hora de embestir contra la población en su conjunto, salvo los sectores que abrevan en el empresariado con vínculos trasnacionales, en las patronales sojeras (la soja sigue envenenando la tierra y dando buenos dividendos), en la aristocracia agrí- cola ganadera y en el patriciado oligárquico tradicional con históricas relaciones con el pasado dictatorial.
En 300 días el macrismo despidió trabaja- dores, aumentó las tarifas de todos los servi- cios públicos, y provocó una inflación que ya bordea el 50%. La fotografía de la actualidad muestra el retorno de los comedores populares para alimentar a los pobres, chicos y grandes alimentándose de lo que encuentran remo- viendo la basura, y mucha gente durmiendo en la calle en uno de los inviernos más crudos de la última década.
En política exterior MM se arrodilló ante los Estados Unidos, con el mismo estilo que en los años 90 lo hizo Carlos Menem. De buenas a primeras el gran enemigo del presidente argentino se llama Venezuela Bolivariana y en ese marco, aparte de preocuparse por la libertad del golpista Leopoldo López y clamar al cielo para que se “respeten sus derechos humanos”, generó, junto a sus pares de Para- guay y Brasil, una torpe y falaz maniobra para desplazar al gobierno asentado en Caracas de la presidencia pro tempore del Mercosur.
En realidad esos tres países (la “Triple Alianza” según los denominó Nicolás Maduro, recordando lo ocurrido en el siglo anterior cuando Paraguay sufrió una agresión brutal de Argentina, Brasil y Uruguay) y muchos otros, confiesan su amor carnal por la Alianza del Pacífico, que no es otra cosa que el sometimiento de las diferentes soberanías a los tratados de libre comercio patrocinados por Washington.
Si faltara algo, en cuanto a los Derechos Humanos, los de Argentina y no los que se imagina Macri que se violan en otros lares, el retroceso es descomunal y provocador para un territorio donde se produjeron 30 mil desapariciones y asesinatos, amen de otras iniquidades. Asociado plenamente a la idea de reeditar la “teoría de los dos demonios”, el macrismo ha comenzado a dejar libres a genocidas condenados a cadena perpétua (como los de la masacre de Capilla del Rosario, en Catamarca, donde fueron asesinados en los años 70 varios guerrilleros del ERP), y ha enviado a casa a otros reconocidos terroristas de Estado, a los que los jueces del mandato anterior habían condenado. El argumento que se utiliza es el mismo que empleó el uruguayo Pepe Mujica cuando era presidente, “son unos pobres viejitos” y lo mejor es que pasen la ancianidad rodeados de sus familiares, en casita (la figura es “prisión domiciliaria”) sin ningún tipo de control y con la posibilidad de seguir cometiendo delitos. El ejemplo en ese sentido es el del Comisario Etchecolatz, a quien además de todos los crímenes cometidos en la dictadura militar se le acusa de ser el que dio la orden de secuestrar y seguramente asesinar a Jorge Julio López, testigo fundamental para que condenaran a semejante monstruo a cadena perpetua. Si no fuera porque la movilización popular logró frenar esa provocación, el ex comisario genocida hoy estaría departiendo con sus compinches con un vaso de wisky en la mano.
¿Alcanza sólo con resistir?
Frente a esta politica del partido Cambiemos son muchos y muchas las que no se han dejado amilanar y desde el vamos han venido levantando las banderas de la Resistencia y la Lucha. En realidad, no hay una semana en que no se generen respuestas al tarifazo y a los despidos, que por cierto ya llegan a 170 mil entre trabajadores estatales y privados. Ha habido “ruidazos”, cortes de rutas y hasta ocupación de fábricas. También se han producido grandes marchas (locales y federales) que reunieron a cientos de miles de personas exigiendo que Macri “pare la mano” con sus medidas destructivas en el ámbito económico y social.
Frente a este panorama, poco a poco, como midiendo los tiempos, algunas de estas respuestas del campo popular han sufrido ataques represivos tanto de las fuerzas policiales como de la Gendarmería.
En todas estas acciones ha privado por un lado la presencia de organizaciones de nuevo tipo como la CTEP (Central de Trabajadores de la Economía Popular) que agrupa a amplios sectores ligados a la economía informal, también el concurso de algunos sindicatos de caracteristicas más combativas que los que se alinean en las centrales sindicales tradi- cionales. Y por sobre todo, una buena masa de autoconvocados, hartos de soportar la crisis y además sumamente ofuscados con los politicos burgueses que mientras muchos pasan miseria, ellos siguen imaginando lograr escaños en un Parlamento inservible o volver a repetir políticas neodesarrollistas que han fracasado en casi toda la región.
Nadie a esta altura puede negar que haya luchas, tampoco que algunas de ellas hayan sido eficaces aunque no estén a la altura de la dimensión de la embestida neoliberal, pero sí es evidente que la fragmentación y desunión continúa. Existen muchos fueguitos pero la hoguera sigue sin iluminar la noche en la que se ha caído como Nación.
Hay carencia, por ahora, de liderazgos genuinos, nacidos en la pelea y no en las cómodas poltronas del poder. Hay fuerte presencia en las movilizaciones de nuevas generaciones que por su juventud no han conocido la represión desmedida y a veces imaginan que un sistema como el actual (el de aquí y sus variantes parecidas en América Latina pero también en Europa) se vienen abajo por sí solos o poniendo una papeleta en una urna cada cuatro o seis años. Son pocos los que se plantean que estas democracias rigurosamente vigiladas por el imperio ya no sirven, que más bien actúan como un corset para las ansias liberadoras y revolucionarias que se pudiera llegar a construir. Que tampoco cuestionan al Estado burgués que ya no es bene- factor sino que genera un paternalismo punteril y sumamente insano. Así se da en el actual y en todos los últimos que le precedieron.
Es evidente que todo debería ser puesto en discusión si se quiere llegar a una salida que no sea repetir los errores y las fórmulas del pasado. No hay que volver para atrás sino que hay que avanzar hacia adelante, buscando destruir al capitalismo (al “salvaje”, al “suave” y al que “genera consumo”), hay que poner la mira en la meta del socialismo y no buscar atajos o eufemismos que solo sirven para retrasar los procesos.
Hay que reivindicar un comportamiento autonómo de los poderes fácticos, evitando las falsas tentaciones del facilismo: no es con partidos burgueses ni con colectoras electorales que se saldrá del macrismo o de su recambio el “masismo” (no por las masas sino por el agente de la embajada norteamericana Sergio Massa), sino con la fuerza de la lucha. Como decía el recientemente fallecido y renombrado dirigente gráfico Raimundo Ongaro: “son épocas en que hay unirse desde abajo y organizarse combatiendo”. El desafío está planteado.
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