Por Carlos de Urabá, 27 septiembre 2016.- Sucedió esta delirante escena -más propia del realismo mágico-durante la firma de los acuerdos de paz entre el gobierno colombiano y las FARC en Cartagena. Para quien no lo sepa en Cartagena el 70% de la población es de origen negro -siendo los componentes de esta etnia los más marginados y excluidos. Ayer en la firma de los acuerdos de paz apenas puede contar tres o cuatro afrocolombianos -aparte de las artistas invitados de Bojayá- En la ceremonia privada ¡¡Una paz privada!! sólo podían participar unos seres elegidos por el Todopoderoso (casi todos burguesitos blancos, católicos y apostólicos) Lo que veíamos eran mujeronas y señorones todos vestidos de blanco impoluto, mejor dicho, disfrazados de pacifistas del “peace and love” en Woodstock agitando pañuelitos blancos como si estuvieran en una plaza de toros. Parecían niños chiquitos jugando con palomitas y banderitas blancas en una casita de muñecas. Desde luego que en este antiguo puerto negrero todavía reina el apartheid y la exclusión social. Por un lado los blanquitos o carapálidas de sangre azul y por el otro la “negramenta” o chusma de sangre impura.
A esos cachacos pretenciosos se les ocurrió firmar la paz con las FARC a orillas del mar Caribe. En este marco paradisiaco es algo obsceno convocar una fiesta sabiendo que de por medio hay tantos miles de muertos, tantos asesinados, tantos desaparecidos, desplazados o desterrados. La oligarquía colombiana ama la megalomanía y los grandes espectáculos. Y nada mejor que el marco incomparable de Cartagena que cuenta con toda la infraestructura del caso: hoteles cinco estrellas, playas, piscina, restaurantes, boutiques, etc. Una paz de lujo y por todo lo alto. Con toda razón Timochenko en su discurso tuvo la decencia de referirse a esos marginados que malviven en esa otra Cartagena clandestina y olvidada.
Al mejor estilo Hollywoodiano Juan Manuel Santos abrió una colosal puerta por donde se supone iban a entrar juntos como hermanos los convidados a este magno evento. Paradójicamente en Colombia las puertas están cada día más cerradas y se levantan muros y barreras donde se colocan letreros de ¡Alto! ¡prohibido el paso! ¡perros bravos! La política de seguridad democrática sigue más vigente que nunca. Los doctores no se pueden mezclar con la baja ralea así que el populacho tendrá que ver la telenovela de la paz en las pantallas gigantes de televisión. Para entrar en el sagrado recinto se necesita una invitación especial expedida por la Presidencia de la República. No podían faltar tampoco los ritos religiosos; las misas, los coros de villancicos y ofrendas para pedirle a papá Dios que nos ampare y nos favorezca. Los colombianos somos muy dados a la espiritualidad y al camanduleo barato. El pueblo en su inocencia todavía cree que a punta de oraciones y padrenuestros el país va a salir del subdesarrollo.
Para colmo en las trasmisiones televisivas o radiofónicas los únicos protagonistas son los colombianos buenos, es decir, los oligarcas y terratenientes tan educados y elegantes, las clases sociales que defienden las tesis oficialistas; los malos son esos guerrilleros feos, líchigos y guaches aliados al castro-chavismo. Los locutores de la radio y televisión se expresaban en voz alta: “El estado es generoso con ellos firmando este acuerdo” “celebremos la victoria sobre la insurgencia comunista”.
Mientras Timochenko enardecido pronunciaba su discurso evocando el universo macondiano de mariposas amarillas y Mauricio Babilonia, de repente aparecen rugiendo en el cielo una escuadrilla de cazabombarderos Kfir, made in Israel. Unas flechas de fuego que rompieron la velocidad del sonido causando pavor entre la concurrencia. En nombre de la paz y el amor, ¿quizás? Estos son los mismos Kfir con el que los asesinos sionistas suelen bombardear Gaza y Cisjordania. El público aplaudía emocionado la demostración de fuerza y poderío de la gloriosa fuerza aérea colombiana. Tranquilos que tan sólo se trata de “un saludo a la paz” – expresó exultante el Presidente Santos. Esto ya es demasiado, que falta de respeto, cómo es posible realizar un acto de guerra en la firma de los ¡acuerdos de paz!
Timochenko se quedó de piedra y no pudo continuar su discurso; con los ojos desorbitados permaneció unos segundos observando el cielo donde esas bolas de fuego desaparecían entre las nubes. Los guerrilleros presentes en el acto hicieron el gesto de echarse mano al cinto o empuñar un arma para defenderse. ¡Hágame el favor! no puede ser una casualidad el que aparezcan los Kfir justo cuando el comandante de la guerrilla se dirigía al auditorio. Ha sido un golpe de efecto -No tiene otra explicación, lo han hecho aposta para enviarle un mensaje a las FARC ¡atentos y mucho cuidadito con lo que hacen pues desde los cielos los estamos vigilando! Otros incluso han llegado a afirmar que esos pilotos hacían un acto de protesta. ¿Por qué no? Lo más seguro es que sean seguidores del expresidente Uribe contrarios a los acuerdos de paz.
Este ha sido un episodio bochornoso y despreciable, pero a la vez aleccionador, y que no puede pasarse por alto pues es una clara advertencia, un gesto hostil sin parangón alguno.
Este festival por la paz ha costado al erario público millones y millones de pesos (que tendrá que pagar el sufrido contribuyente) De la manera más descarada se ha despilfarrado un presupuesto que hubiera podido emplearse para paliar las graves carencias en salud y servicios públicos que sufren esos pobladores de los barrios más deprimidos. Cuando llega el invierno media ciudad se inunda por completo y los ciudadanos más humildes pierden sus casas, enseres y bienes quedando en la más absoluta indefensión. El pueblo con el agua al cuello y mientras tanto Juan Manuel Santos, el futuro Nobel de la Paz, dispuesto a tirar la casa por la ventana para satisfacer su narcisismo y egolatría.
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