José Carlos Mariátegui: una introducción a su vida y a su obra.
Octubre 1919 – marzo 1923 su etapa europea
Si un hombre estudia la obra de Carlos Marx y la comprende, su vida cambia para siempre. Eso fue lo que le sucedió a José Carlos Mariátegui en Europa. Mariátegui nació de nuevo en su estadía europea. Dejó de ser un bohemio inteligente y que escribía bien para ser uno de los más grandes marxistas del siglo XX y que tiene plena vigencia en el siglo XXI.
El marxismo de Mariátegui es un marxismo original debido a tres cosas: primero la influencia de Freud; segundo la teoría de los mitos que toma del intelectual francés George Sorel y tercero su misticismo religioso que ya traía de su tierra natal.
Algo que conmovió su espíritu fue ver con sus ojos, sentir con sus oídos, y razonar con su cerebro, la intensa lucha de clases que se estaba desarrollando en la Italia de esos años. La revolución proletaria había sido derrotada. El fascismo nació y se apoderó de Italia mientras Mariátegui vivía en esa tierra que ya se estaba bañando en sangre. Fue ahí, donde Mariátegui aceptó conscientemente y sin miedo: “la violencia, la autoridad y la disciplina”, como escribió años más tarde a Samuel Glusberg. Si no se acepta eso, no se puede ser revolucionario, no se puede pretender revolucionar un país, ni instalar un orden social nuevo sobre los despojos del viejo, o sea, construir el socialismo como soñaba Mariátegui: “Tengo una declarada y enérgica ambición la de concurrir a la creación del socialismo peruano.”
Fue en Europa donde se aclaró su cabeza. En su breve amistad con Benedetto Croce, en su entrevista con Máximo Gorki, con Turatti, que fue uno de los fundadores del Partido Socialista Italiano. Fue en su participación en enero de 1921 del Congreso Socialista de Livorno, en donde se adhirió a la extrema izquierda del Congreso y donde conoció a Antonio Gramsci. Y también fue en sus viajes por Francia, Alemania, Austria, Hungría, Checoslovaquia y Bélgica.
El revolucionario peruano quedó conmovido por la situación mundial. Y también su gran sensibilidad artística quedó abrumada por toda la belleza y por toda la historia de Italia. Pero ya la belleza del arte italiano no lo encandilaba. El 14 de agosto de 1920 escribió desde Génova: “Y habría que recordarles, en particular, que las muchedumbres no han leído la Divina Comedia, entre otras cosas porque han debido trabajar mucho, muy crudamente, muy pesadamente, para que una pequeña parte de la humanidad pudiera darse el lujo de leerla.” En pocos meses se había producido la metamorfosis. Nunca más volvería a ser el mismo. Mariátegui se encontró a sí mismo en Italia y encontró a su tierra, el Perú, y encontró su fe y su sueño real: ayudar a construir el socialismo en su tierra. Pero todo eso estaba firmemente apoyado en la ciencia y en la cultura europea: “He hecho en Europa mi mejor aprendizaje” dice en la advertencia a los “Siete ensayos”. Así fue.
Ahora venía la etapa más difícil de todas, llegar y transformar el Perú. Eso es lo que tiene que hacer todo marxista, transformar la realidad, de lo contrario sólo se es marxista de la boca para fuera y José Carlo Mariátegui no era ese tipo de marxista.
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