9 diciembre, 2015 Textos Cultura Nuestra
Mi generación, esa que vino de las cenizas vencidas de nuestros padres,
alcanzó a ver la última agonía de un proyecto político miserable. A mi mamá,
como a muchas mujeres desmovilizadas por la pobreza, el paramilitarismo, el
latifundio o el hambre, le tocó habitar un cerro del que sacaba agua
prácticamente arrancando la tierra con sus propias manos. Mi hermano tenía una
larga cicatriz en el brazo de cuando cayó sobre vidrios rotos durante El
Caracazo, tenía nueve años. Crecí viendo esa herida y escuchando supercherías
sobre salir de abajo, que el barrio tenía que volverse algo ajeno, no
acostumbrarnos a él, no dejar que allí creciera algo más que paredes para
guardar a familias en búsqueda del “progreso” y que algún día también lo
abandonarían, algún día cuando fueran “alguien”.
Vuelvo a la memoria porque en momentos de “caídas” es el único lugar en
el que, desde el origen, puedo convencerme del camino que hemos andado. Esa
memoria me dice que este es el momento para reencontrarnos con una raíz
compartida con millones de venezolanxs, que paradójicamente nacimos de la
victoria en varias derrotas. En el año 89, cuando en el piso los vidrios rotos,
el pueblo tuvo un despertar de sangre, y las fuerzas de entonces podrían decir
que fracasamos porque nos asesinaron a miles. Volvimos a las casas para sentir
en el 92 una sacudida abismal, ya no fracaso, sino un triunfo que no fue en su por
ahora. En ese punto otra cultura y horizonte se volvieron necesarios e
irreversibles. En el 99, después de cientos de años de poner el cuero para
resistir, por fin ganamos. Ese año no nació una única identidad chavista,
veníamos de historias comunes pero de conciencias distintas. Esto es importante
para caracterizar al chavismo de estos días, su compromiso con lo armado, el
proyecto de país por el que cada quien apuesta.
“Nada ocurre en ningún lugar”, es un afirmación de Chávez que vale la
pena revisar hoy, cuando algo se abre bajo los pies. Esto que somos, la moral
intacta de quien sabe perder, debe darnos un respiro profundo para contestarnos
francamente si estamos apostando con todo lo que somos y tenemos para construir
ese “lugar” en el que Venezuela empezará a gestar una nueva sociedad, el
proyecto socialista. Ese lugar que no es otro que la Comuna.
En el 2009, diez años después de nuestra gran victoria, Chávez dijo en
San Juan de Los Morros, estado Guárico, que era urgente la creación de
proyectos productivos, de los trabajadores, del pueblo. Un plan de empresas
mixtas entre el Estado nacional y las regiones para crear un nuevo tejido
empresarial público de propiedad social. ¿Y cuál ha sido la paliza más fuerte
recibida día a día desde hace más de un año? El acaparamiento y bachaqueo de la
comida y productos de primera necesidad, las colas para no pagar cien veces más
el precio de un alimento, cuando se consigue. Mientras entre varios consejos
comunales se inventan sistemas de distribución de alimentos, mientras en
tierras recuperadas se trabaja por volver a las semillas que las
transnacionales eliminaron, mientras consejos campesinos cosechan hectáreas que
habían sido secuestradas por terratenientes y tratan de no ser parte de los más
de doscientos asesinados en el intento, mientras obreros toman fábricas para
ponerlas a producir después de que los empresarios las quebraron y se fueron
del país. En esas experiencias, que no son pocas, está la respuesta sobre el
giro por dar. Creer sin peros en los poderes creadores del pueblo. Si ha de
haber un cambio en este país no será para volver a la miseria, sino para
enrumbarnos a la construcción del socialismo como hegemonía, y esto se empieza
desde la Comuna.
Cada expresión comunal, orientó Chávez, debe tener su propio perfil
económico. Cada expresión del poder popular organizado, aquí incluyó también a
las casas de la cultura, deben ser células del Socialismo.
¿Hay acuerdos comunes para el establecimiento de esta hegemonía en la
alta dirigencia del chavismo? Si este fuera el caso, de la mano debemos ir con
las palabras del presidente Nicolás Maduro: Nada se detuvo, ni nada se
detendrá. Pero estos acuerdos no parecen darse hace mucho, y urgen más que
nunca en medio del replanteamiento de los aspectos de la política reciente de
la Revolución, y pasan por reconocer y transferir competencias al movimiento
popular. Y por otra parte tenemos la tarea de exponernos y reconocer si como
movimiento popular hemos pasado más allá de la legitimación interna y para
asumir el trabajo en las calles en la consolidación de la Comuna.
***
Los resultados de estas elecciones tienen que ver con esas deudas
históricas pendientes, con el burocratismo, la indolencia y la arrogancia de
muchos cuadros altos y medios a quienes coyuntura tras coyuntura se les dejó
pasar impunemente porque no era el momento para planteamientos y sacudidas. Más
las fallas comunicacionales sobre este proyecto, cuya estrategia institucional
se ha mantenido en la consigna y la fraseología, dando como resultado lo que
plantea José Roberto Duque: “Una legión de muchachos que creen que la
revolución consiste en tener un cargo, un sueldo, un uniforme, unos
cestatiquets y unos beneficios burocráticos.”
El reconocimiento de las propuestas de la sexo-género diversidad, que
ahora tiene voz en la nueva Asamblea de la mano de la derechista Tamara Adrián,
la discusión diáfana y comprometida sobre la Ley de Semillas, la tardía
implementación del nuevo motor productivo no rentista, el desconocimiento de
liderazgos populares y la vista larga sobre la situación de contrabando
cada vez más desmedido en la frontera a causa de la Guardia Nacional
Bolivariana, son algunas aristas que se volvieron un monstruo en la
cotidianidad.
En estos días, cuando marxianos y chavistólogos llaman clientelista al
presidente Maduro, lo culpan de no apoyar los nuevos partidos que evitarían en
“hundimiento de la Revolución”, y por ende de haber tenido que votar por la
oposición por sentirse frustrados, es cuando se confirma que el pueblo es el
que tiene que orientar y conducir sus procesos y no analistas de esquina ni
líderes de partidos enanos.
¿Qué está en juego en esta nueva etapa? En pocos días las facciones de
derecha sacan la voz para hacer sus planteamientos: derogar la Ley de
Arrendamiento, lo que dejaría, solo en Caracas, a más de 25 mil familias en la
calle; la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios pide
detener discusión de Ley de Semillas que ha sido impulsada por campesinxs y
movimientos sociales, para iniciar sus propuestas que incluirán el uso de
transgénicos. Realizar “ajustes” a la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario para
que los latifundistas vuelvan a recuperar las tierras que tenían secuestradas e
improductivas. La Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción
de Venezuela (Fedecámaras, de donde salió en el Golpe de Estado del 2002 el
autoproclamado presidente de Venezuela Pedro Carmona Estanga) pide “revisar” la
Ley del Trabajo para eliminar la inamovilidad laboral y otras conquistas del
sector obrero; así como varios gremios empresariales ya pugnan por la eliminación
de la Ley de Precios Justos y la Ley Antimonopolio.
Esta “nueva” Asamblea Nacional está integrada por los mismos actores
representantes de viejos proyectos que en estos 16 años desconocieron 18 de las
20 elecciones, y que en entre los últimos comicios presidenciales y la llamada
“Salida” provocaron la muerte de más de 50 personas, por la supuesta dictadura
en que se terminó el domingo 6 de diciembre solo por haber ganado estas últimas
elecciones.
Todo este cuadro de pretendida restauración neoliberal ya anda en marcha
y se tratará de ir por más, pues las atribuciones de la mayoría calificada de
esta nueva Asamblea liderada por la oposición pasan por la generación de leyes
orgánicas, remoción de magistradxs del Tribunal Supremo de Justicia, designación
del Fiscal, Contralor y Defensor del Pueblo, propiedades para realizar una
Reforma constitucional y hasta censurar al vicepresidente o ministrxs. Sin
embargo, todo acto que atente contra las garantías y derechos del pueblo pueden
ocasionar la disolución de ese nuevo parlamento.
Nuestra mayor fortaleza ha sido y sigue siendo el pueblo activo y
movilizado. El lunes desde temprano, en varias zonas del país como canchas,
plazas y espacios culturales, el poder popular espontáneamente buscaba reunirse
e iniciar los debates sobre los resultados electorales y sobre la actitud en lo
que podría avecinarse.
El presidente Maduro ha sabido hacer una rápida y acertada lectura sobre
esto, se dirigió al país para invitar a crear espacios de análisis, debates y
agendas de trabajo, empezando por un Congreso con lxs 980 delagadxs del Partido
Socialista Unido de Venezuela, una reunión con lxs secretarixs de los partidos
que integran el Gran Polo Patriótico Simón Bolívar, y un encuentro con todos
los Consejos Presidenciales de Gobierno Popular. “Hay que aprender de las
dificultades. Las nuevas etapas nos llevarán a los nuevos caminos de victoria”,
dijo, y no hay otra vía que la revisión, rectificación y reimpulso, ya lo
vivimos en la pérdida de la Reforma Constitucional y el mensaje de Chávez fue
que cada jornada electoral y política permite que el país continúe madurando.
Los movimientos de mujeres, ecologistas, de comunicación, y muchos otros
empezaron a convocar sus propios espacios para la reflexión y la acción. Lo que
queda en ellos es armar planteamientos que tributen al plan de esta nueva
etapa: lucha contra la corrupción, reimpulso de la economía productiva y
fortalecimiento de los movimientos sociales.
Por eso vuelvo a la memoria, porque como aprendimos en estos años, el
repaso del ayer no es solo antes del 99 sino a partir del 99, y eso da las
líneas de lo que pide ahora el pueblo: la depuración de procesos ineficaces,
corrompidos y tecnócratas.
Inmediatamente tras el Consejo Nacional Electoral dar el primer boletín
con los resultados, Ramos Allup dijo que ellos cambiarían “todo ese chiquero”
que fue la anterior Asamblea Nacional y a hacer cambios radicales en su canal
de televisión. Eso es lo que piensa la oposición de todo lo que hemos ganado a
fuerza de resistencia y ofensiva, que la Revolución es un chiquero, y por ese
pensamiento mujeres como mi madre durante décadas bajaron la cara a la tierra
por agua. No volveremos a eso.
Quienes votaron por el “cambio” en realidad eligieron regresar a los
modelos excluyentes y conservadores, por certezas o por voto castigo. De
cualquier manera, quienes no dejamos de creer que lo que comenzó en el 89 es lo
que debemos profundizar vamos hacia el tiempo de renacimiento con todas las
fuerzas del movimiento popular.
Texto: Katherine Castrillo. @ktikok
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