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noviembre 2016.- Se impuso la transparencia de la brutalidad “republicana”
contra la hipocresía letal de los “demócratas”. La topadora Trump, ese camión
gigantesco y sin frenos que parece arrollar todo a su paso, pudo más que la
tilinguería soez y mentirosa de la señora Clinton. Indudablemente el sistema
sabe reciclarse: a veces lo hace en clave falsamente progresista, encandilando
a espectadores (o votantes) desprevenidos, y otras, como en este caso, apela a
un discurso cargado de exabruptos, en apariencia provocador, pero que está
perfectamente calculado. Esta embestida, tan criminal como cualquiera, viene a
proclamar que ya no es la hora del “discurso políticamente correcto” sino todo
lo contrario, y eso casi aparece como un alivio, porque no hay nada peor que
una máquina de matar que disfrace sus verdaderas intenciones debajo de una
pátina de “tolerancia” , “comprensión” y falso pacifismo. Esa estrategia
clintoniana que bajo la batuta de Bill descargó uranio empobrecido en varios
continente, y en brazos de su esposa, festejó el asesinato de Gadaffi y la
destrucción de Libia.
A su vez, Trump es el mejor intérprete de dos tipos de hartazgos
coincidentes: por un lado el del electorado blanco, racista, kukluxklanesco,
cargado de depravaciones sexuales, homo-lesbofóbico, anti inmigrantes y
descaradamente enemigo de cualquier derecho humano que se precie, y por otra
parte, aquellos y aquellas que ya no creen en los cantos de sirena de quienes
les prometieron estabilidad, educación, salud y menos guerras, e hicieron todo
lo contrario, provocando la mayor ola de deshaucios, homeless y personajes
sub-humanos que desayunan, almuerzan y cenan en los containers de basura.
Todos ellos y ellas, prefieren subirse nuevamente a protagonizar el “sueño
americano” con que tantas veces les amenazaron, y “disfrutar” de la protección
de alguien que amenaza con esgrimir la mano más dura que recuerde la historia
contemporánea norteamericana, antes que seguir naufragando en promesas
sensibleras pero igualmente devastadoras para quienes no son parte de “Happy
Land”, la ciudadela de los ricos.
Sin ser Premio Nobel de nada, Trump ha encandilado a muchos de
sus votantes a pesar de ser un hombre de escasísima cultura y una mediocridad
casi crónica, pero que indudablemente sabe vender el paraíso. Finalmente, eso
es lo que ha hecho a lo largo de su vida empresarial convirtiéndose, después de
pisar cabeza tras cabeza, en un envidiado multimillonario. Esa característica
suele dar resultados (en América Latina hay ejemplos actuales de ello) y llevan
a que hasta los más humildes afroamericanos y latinos hayan cerrado sus oídos a
los insultos terribles del candidato (que los trató de monos y escoria) y se
prestaron a comprar -votos mediante- la soga con que finalmente habrán de
ahorcarlos.
Es evidente que a partir de ahora nada será igual. No sólo en
Washington y sus alrededores sino también en el mundo, ya que ha comenzado a
producirse un cambio de paradigma que indudablemente producirá efectos
importantes en todos los órdenes. También en política exterior, y es
precisamente en ese campo, donde todo aparece entre paréntesis. Desde los
acuerdos de paz en Colombia hasta la denominada ”flexibilización” de las
relaciones EE.UU-Cuba. En el primer caso, Trump se parece mucho a Uribe Vélez y
sus paramilitares, con todo lo que ello significa. Con respecto a Cuba, basta
recordar la foto del nuevo presidente posando con los sobrevivientes gusanos de
la invasión a Bahía Cochinos, mientras hacía una gira triunfal por la Florida,
donde finalmente venció a Clinton.
En cuanto a la relación con los otros dos grandes, China, al que Trump considera
“el enemigo principal” ya ha dado señales de que prefiere relacionarse con él
antes que con el discurso taimado de Hillary, mientras que Putin cuenta con el
sobre sueldo de saber que el propio nuevo presidente lo incluye en la lista de
rivales con los que intentará ponerse de acuerdo. En buen romance, el
empresario yanqui aspira a negociar con China y competir a cara de perro con
sus inversores en el mundo. En función de ello buscará también efectivizar
relaciones amigables con Rusia intentando neutralizar la influencia de Putin en
regiones que EE.UU considera sus propios patios.
El otro adversario está en el Vaticano, y visto lo visto es probable que frente
al discurso apocalíptico del nuevo habitante de la Casa Blanca, cobre cada vez
más fuerza el matiz anti capitalista de Francisco, quien por otra parte sigue
alarmado por el crecimiento (o la invasión) de iglesias con matriz
estadounidense que le disputan su tradicional clientela.
Con respecto a Medio Oriente, la intencionalidad declarada de
Trump de hermanarse aún más a su socio israelí y la reciente declaración del
ministro sionista de Educación, anunciando que el triunfo republicano”es una
oportunidad para que Israel descarte totalmente la creación de Palestina”,
indican por donde podrían ir algunos de los pasos del mandatario. Si a esto se
le suma la buena cantidad de millones de dólares invertida por el lobby judío
estadounidense en ambos candidatos, y el odio expresado a los musulmanes (de
adentro y de afuera) a quienes el vencedor del 8N identifica como súbditos del
ISIS, el escenario se llena de incertidumbres y muchas luces de alerta. Además,
Trump aboga por la anulación del pacto con Irán firmado por Obama.
Si se confirman los dichos por Trump en campaña electoral, de
cara a Latinoamérica es probable prever nuevos pasos hostiles hacia Venezuela
Bolivariana, ya que prometió más apoyo a la oposición. También es de imaginar
excelentes relaciones con el trio Macri-Temer-Cartes, en respuesta al
comportamiento neocolonial de todos ellos, y un cúmulo de dificultades para los
pocos gobiernos progresistas que subsisten al avance de la derecha regional.
Especial atención provoca en el nuevo presidente la relación con México. No
sólo insultó al pueblo de ese país, amenazando con expulsar a los inmigrantes
de esa nacionalidad que viven en Estados Unidos, sino que también habló de
construir un muro que los oculte de su vista, y cuyos gastos quiere hacerles
costear a ellos mismos.
Lo dicho, Trump viene con todo pero al menos muestra parte de su
juego y eso ayuda a tomar recaudos, o ponerse bajo techo. ¿Que puede haber
imponderables y sorpresivos giros en su actuación? Por supuesto, pero para ello
habrá que esperar que el vehículo empiece a rodar. Lo único que con seguridad
no cambiará es el papel voraz de las multinacionales, ni la de los lobbies que
conforman lo que desde siempre se conoce como Imperialismo. Tampoco las luchas
de los pueblos para enfrentarlo, se llame Trump, Clinton o el saliente Obama.
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