Por
Hernando Calvo Ospina*, Resumen Latinoamericano, 7 de octubre 2016.-El coronel
boliviano Roberto Quintanilla le hizo amputar las manos al recién asesinado
Ernesto “Che” Guevara. Fue un terrible ultraje el que cometió ese 9 de octubre
de 1967. Por ello se convirtió en el hombre más odiado de la izquierda en el
mundo. Que en esa época era numerosa y radical.
Dos
años después, el 9 de septiembre, le rompió la columna vertebral a culatazos al
detenido Guido “Inti” Paredo, antes de asesinarlo. Inti, uno de los cinco
sobrevivientes de la guerrilla del Che en Bolivia, era líder guerrillero.
Temiendo
por su vida, el gobierno lo nombró cónsul en Hamburgo, Alemania.
El
1° de abril de 1971, hacia el medio día, fue ejecutado. Una elegante mujer en
falda, esbelta, con una peluca rubia y de lentes le pegó tres tiros. Murió al
instante. Para pedir la cita, ella se hizo pasar por australiana en busca de
información turística. El mismo Quintanilla la atendió en su oficina. Luego de
un forcejeo con la ya viuda, escapó sin dejar pistas certeras. Antes de salir
del edificio soltó la peluca, el revólver y el bolso. Este contenía un trozo de
papel donde se leía: “Victoria o muerte. ELN”.
La
noticia dio la vuelta a la tierra. Muchísimos la celebraron. Una mujer en
alguna parte dijo: “Para la venganza ningún camino es largo”
Por
simple sospecha, la policía alemana sindicó a Monika Ertl. La gran prensa, como
siempre, repitió y repitió. Entonces empezó la cacería.
Ella
había llegado a Bolivia en 1953, cuando tenía quince años. Llegó con su madre y
hermanas para juntarse a su padre Hans. Este llevaba tres años en Chiquitania,
a unos cien kilómetros de Santa Cruz. Ahí, en esas planicies casi vírgenes, que
hacen frontera con Brasil, se sintieron como conquistadores.
Hans,
en particular, estaba escondido. Huido. Como fotógrafo y cineasta, durante la
Segunda Guerra Mundial había sido uno de los grandes propagandistas del
nazismo. Se le conocía como “El Fotógrafo de Rommel”, por haber servido mucho
tiempo a este mariscal, uno de los hombres más poderosos del Tercer Reich.
Cuando
las tropas soviéticas entraron a Berlín el 2 de mayo de 1945, derrotando a las
nazis, Hans pudo huir ayudado por los servicios de espionaje militar
estadounidenses y el Vaticano. A cambio, entregó la información que tenía.
No
se sabe cómo él había adquirido tres mil hectáreas de terreno, pues cuando
llegó a Bolivia su tesoro era una chaqueta. Era la misma que portaban los
oficiales nazis, diseñada y fabricada por quien llegaría ser mundialmente
famoso: Hugo Boss. Sus máquinas las operaban prisioneros franceses,
principalmente.
Monika, entonces, había vivido su niñez entre la efervescencia del nazismo. Ahora, en Bolivia, como adolescente, su mundo debió ser totalmente diferente. Pero socialmente no lo fue tanto, porque su hogar era un ir y venir de nazis prófugos, aunque protegidos por Estados Unidos.
Monika, entonces, había vivido su niñez entre la efervescencia del nazismo. Ahora, en Bolivia, como adolescente, su mundo debió ser totalmente diferente. Pero socialmente no lo fue tanto, porque su hogar era un ir y venir de nazis prófugos, aunque protegidos por Estados Unidos.
Monika
se casó en 1958 con otro alemán y se fueron a vivir al norte de Chile, cerca a
las minas de cobre. Casi diez años soportó la vida de hogar. Ver las
desventuras de los mineros le hizo cambiar su visión del mundo y sus humanos.
Se fue a vivir en La Paz y fundó un hogar para huérfanos. Crecida entre
racistas, pasó a convivir en las comunas repletas de indígenas.
También
empezaron sus contactos con la izquierda boliviana. Viajando en busca de
financiamiento para su proyecto, hizo estrechas relaciones con la europea,
principalmente alemana. Según su hermana Beatrix, Monika era “una mujer
eléctrica con mucha adrenalina, que tenía un amplio abanico de amistades”.
Para
ella el Che Guevara “había sido un Dios”, contó Beatrix. Su asesinato le había
impactado y dolido terriblemente. Por tanto su integración al Ejército de
Liberación Nacional, ELN, fue normal: había sido la guerrilla del Che. No fue
una combatiente sino una miliciana encargada de apoyo logístico, tarea que
implica más riesgos que estar en la montaña. Su nombre de guerra era “Imilla”,
que en idioma aimara significa “niña india”.
Contó
su hermana: “ella estaba decidida a cambiar el mundo”.
Desde
un comienzo sus posiciones políticas le trajeron desacuerdos con el padre. A
pesar de ello, él le permitía que usara una gran casa que la familia tenía en
la capital. Lógicamente, ella la utilizó para esconder armas y guerrilleros. El
día que Monika fue hasta “La Dolorosa”, como se llamaba la hacienda, a pedirle
que le dejara construir ahí un campo de entrenamiento, Hans le ordenó que se
largara para siempre. Durante los cuatro años de clandestinidad, le escribió a
su familia solo una vez por año. Siempre les dijo que estaba bien. En 1969 fue
su último correo: “Adiós, me voy y no me verán nunca más”. Así fue.
La
casa de La Paz escondió a Inti Paredo. También fue testiga regular del
apasionado romance que Monika mantuvo con el dirigente guerrillero. El se
convirtió en su gran amor.
Desde
la ejecución de Quintanilla ella pasaba más tiempo por fuera de Bolivia,
especialmente en Cuba y Francia. Tenía un pasaporte argentino falso. A pesar de
que varios servicios de inteligencia estaban tras su pista, encabezados por los
alemanes y la CIA, se movía con cierta facilidad.
El
ministro del Interior boliviano ofreció por ella una recompensa más alta que la
prometida por el Che Guevara. Una vez el padre vio el cartel con los
“terroristas” más buscados, así como su precio. Ella estaba. Dicen que eso le
causó profunda vergüenza.
Había
un hombre que la conocía muy bien: era el “Tío Klaus”. Así su padre le había
enseñado a llamar a ese hombre que se decía comerciante y de apellido Altmann.
Monika tardó muchos años en saber que su verdadero nombre era Klaus Barbie, un
“criminal de guerra”. En 1943, durante la Segunda Guerra Mundial, había sido
jefe de la tenebrosa Gestapo de Hitler en la ciudad francesa de Lyon. Torturó,
asesinó o envió a los campos de concentración a unas cuatro mil personas. Por
su crueldad se le llamó “El Carnicero de Lyon”. Al finalizar la conflagración
los servicios de seguridad franceses lo quisieron detener, pero se había
esfumado. Es que lo protegía un gran poder: la contrainteligencia del Ejército
estadounidense (Counter Intelligence Corps, CIC). El asesino era importante por
todo lo que sabía del espionaje soviético y de la resistencia organizada por el
Partido Comunista francés. El CIC adujo que lo realizado por Barbie solo habían
sido “actos de guerra”.
Con
la ayuda del Vaticano, en 1951 fue enviado a Argentina, de donde pasó a
Bolivia. Ahí obtuvo la nacionalidad, convirtiéndose en brazo derecho de la CIA
y asesor de las dictaduras. Sí era un “comerciante”, como se le contaba a
Monika, pero de cocaína y armas.
“Barbie
sabía todos los movimientos de mi hermana, los tenía bien estudiados”, contó
Beatrix. Claro, con los contactos que tenía era normal, pues se asegura que
también colaboraba con la policía secreta alemana. Desde que Monika salió de
Europa la última vez, e ingresó a Bolivia, venía siendo seguida.
Parece
que durante unos pocos días Barbie le perdió el rastro en La Paz. Hasta que el
criminal la volvió a ubicar en el centro de la ciudad. Ella iba vestida como
una hippie o una gitana. El la reconoció por sus piernas esbeltas y desgarbadas
y los lóbulos alargados de las orejas. Inmediatamente llamó al Ministerio del
Interior para que se encargara del resto. Entonces se envió a los “negros”,
como se le decía a los matones encargados del trabajo sucio.
Monika
estaba acompañada de un argentino. Cuando llegaban a la casa de su padre una
vendedora les advirtió del peligro: el lugar estaba allanado y el sector
militarizado.
Tres
días después, en El Alto, un municipio colindante con la capital, los ubicaron.
Era el 12 de mayo de 1973. Aunque había sido una casa de seguridad,
clandestina, estaba localizada por la policía. La guerrillera y su compañero
resistieron el asalto hasta que se les acabó la munición. La policía informó
que habían muerto en el combate. Años después, el padre dijo que a ella la
habían torturado antes de asesinarla.
La
familia se enteró por la prensa, pues fue portada en todos los diarios y
noticieros. Las hermanas se comunicaron con la embajada alemana para reclamar
el cadáver: apenas se movieron. Se contentaron con la respuesta del Ministerio
del Interior: “ella tuvo cristiana sepultura”. Igual se les dijo a ellas. El
padre no quiso mover un dedo.
Hasta
hoy el cuerpo está desaparecido. Tan solo existe una placa rustica a la entrada
de un cementerio en La Paz que dice: “Aquí yace Monika Ertl”.
Cuenta
Beatrix que un día vio a Barbie en la calle. “Me saludó atentamente y dijo ‘qué
pena lo que le sucedió a tu hermana, lo siento’. Yo ni sentí rencor hacia él.
Solo queríamos su cadáver […] Yo no supe si fue él el que la mandó a asesinar”.
Barbie,
al fin, fue extraditado a Francia en febrero de 1983. Murió encarcelado el 25
de septiembre de 1991.
Monika vengó el vil asesinato de esos grandes dirigentes revolucionarios, el Che e Inti, quienes también eran sus héroes. El fiscal de Hamburgo la acusó, pero cerró el caso sin poderlo resolver.
Monika vengó el vil asesinato de esos grandes dirigentes revolucionarios, el Che e Inti, quienes también eran sus héroes. El fiscal de Hamburgo la acusó, pero cerró el caso sin poderlo resolver.
Cuando
asesinaron a la guerrillera, gobernaba en Bolivia el dictador Hugo Banzer. Por
coincidencia, él era vecino de los Ertl en la hacienda. El padre nunca quiso
preguntarle por el cuerpo de quien un día fuera su hija preferida. Cuando no
podía evadir el tema, solo decía: “si la mandó a matar, habrá tenido sus
razones”.
*
Periodista y escritor. Este texto hace parte del libro “Latinas de falda y
pantalón”. Ediciones El Viejo Topo, Barcelona, 2015.
Alguna
bibliografía :
Jurgen Schreiber, La mujer que vengó al Che. La historia de Monika Ertl, Editorial Capital Intelectual, Buenos Aires, 2010.
Peter McFarren y Fadrique Iglesias, « Klaus Barbie, un novio de la muerte », La Razón Digital, La Paz, 12 enero 2014.
Erhard Dabringhaus, L’Agent américain Klaus Barbie, Editions Pygmalion, enero 1986.
Documental « Se busca : Monika Ertl » de Christian Baudissin, 1988.
Jurgen Schreiber, La mujer que vengó al Che. La historia de Monika Ertl, Editorial Capital Intelectual, Buenos Aires, 2010.
Peter McFarren y Fadrique Iglesias, « Klaus Barbie, un novio de la muerte », La Razón Digital, La Paz, 12 enero 2014.
Erhard Dabringhaus, L’Agent américain Klaus Barbie, Editions Pygmalion, enero 1986.
Documental « Se busca : Monika Ertl » de Christian Baudissin, 1988.
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