El Loro Político
el loro plagia la palabra pero quien está preso es el canario
Muy buenas tardes a todos,
muy buenas tardes a todas. Como buen populista, voy a hablar de pie. Quiero
agradecer a cada uno de ustedes que se han tomado el tiempo para hacerse
presentes en este hermoso escenario, para venir a dialogar y compartir las lecturas
que tenemos sobre lo que está pasando en nuestro continente. Agradecer
infinitamente a los compañeros de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.
También a Carlos, que cuando fue a Bolivia me dijo: tienes que venir
Álvaro, y acá estamos, cumpliendo con nuestro compromiso. Gracias por la
invitación. Saludar también al compañero Eduardo por sus reflexiones sobre el
papel del Estado y su propuesta de este republicanismo popular, plebeyo. Y al
profesor Emir Sader, de quien hemos aprendido mucho y de quien seguramente
seguiremos aprendiendo más en el porvenir.
Yo
quisiera hacer una reflexión de lo que está pasando en el Continente, de lo que
veo que ocurre en el Continente. No estamos en un buen momento. Tampoco es un
momento terrible. Pero este es un momento de inflexión histórica. Algunos
hablan de un retroceso, de un avance los restauradores. Lo cierto es que en el
último año, después de diez años de intenso avance, de irradiación territorial
de gobiernos progresistas y revolucionarios en el Continente, este avance se ha
detenido, y en algunos casos ha retrocedido, y en otros casos está en duda su
continuidad. De manera fría, como lo tiene que hacer un revolucionario, tiene
que hacer un análisis de plaza, en terminología militar, analizar las fuerzas y
escenarios reales que hay, sin ocultar nada, porque dependiendo de la claridad
del análisis que uno hace, es que sabrá encontrar las potencias, las fuerzas
reales prácticas del avance futuro.
No cabe duda que hay una limitación o una contracción
territorial de este avance de los gobiernos progresistas.
Allá donde han triunfado las fuerzas conservadoras, hay un acelerado proceso de
reconstitución de las viejas elites de los años 80 y 90, que nuevamente quieren
asumir el control de la gestión estatal, el control de la función estatal. En
términos culturales, hay un esfuerzo denodado desde los medios de comunicación,
desde las ONG, desde intelectuales orgánicos de la derecha, por devaluar,
por poner en duda, por cuestionar la idea y el proyecto de cambio y de revolución.
Todo
esto dirige su ataque haciaa lo que podemos considerar como la década dorada,
la década virtuosa de América Latina. Son más de diez años que el Continente,
de manera plural y diversa, unos más radicales que otros, unos más
urbanos, otros más rurales, con distintos lenguajes muy diversos, pero de una
manera muy convergente, América latina, dese los años 2000, ha vivido los años
de mayor autonomía y de mayor construcción de soberanía que uno pueda recordar
desde la fundación de los Estados en el siglo XIX.
Cuatro cosas caracterizaron esta década virtuosa
latinoamericana.
Lo primero lo político: un ascenso en lo social y fuerzas
populares que asumen el control del poder del Estado,
superando el viejo debate de principios de siglo que si es posible cambiar el
mundo sin tomar el poder, los sectores populares, trabajadores, campesinos,
indígenas, mujeres, clases subalternas, superan ese debate teoricista y
contemplativo de una manera práctica. Asumen las tareas de control del
Estado. Se vuelven Diputados, asambleístas, senadores, asumen función pública,
se movilizan, hacen retroceder políticas neoliberales, toman gestión estatal,
modifican políticas públicas, modifican presupuestos, y en diez años asistimos
a lo que podría denominarse una presencia de lo popular, de lo plebeyo, en sus
diversas clases sociales, en la gestión del Estado.
Igualmente en esta década asistimos a un fortalecimiento de la
sociedad civil: sindicatos, gremios, pobladores, vecinos, estudiantes,
asociaciones, comienzan a diversificarse y a proliferar por distintos ámbitos.
Se rompe la noche neoliberal de apatía, de simulación democrática, para recrear
una potente sociedad civil que asume un conjunto de tareas
en conjunción con los nuevos Estados latinoamericanos.
En lo social, en Brasil, en Venezuela, en Argentina, en Bolivia,
en Ecuador, en Paraguay, en Uruguay, en Nicaragua, en El Salvador, vamos a
asistir a una potente redistribución de la riqueza social. Frente a las políticas de
ultra-concentración de la riqueza, que había convertido al continente
latinoamericano en uno de los continentes más injustos del mundo, desde los
años 2000, a la cabeza de gobiernos progresistas y revolucionarios, asistimos a
un poderoso proceso de redistribución de la riqueza. Esta redistribución de la
riqueza va a llevar a una ampliación de las clases medias, no en el sentido
sociológico del término, sino en el sentido de su capacidad de consumo. Se
amplía la capacidad de consumo de los trabajadores, de los campesinos, de los
indígenas, de distintos sectores sociales subalternos.
Igualmente, América Latina va a llevar adelante la limitación de
las desigualdades sociales que no habían podido lograrse en los últimos 100
años. Las diferencias en los porcentajes entre el 10% más rico y el
10% de los más pobres, que arrojaba cifras de más de 100, 150, 200 veces en la
década del 90, al finalizar la primera década del siglo XXI, se ha reducido a
80, 60, a 40, de una manera que amplía la participación e igualdad de los
sectores sociales.
En lo económico, con mayor o menor intensidad cada uno de los
gobiernos de estos Estados va a ensayar propuestas post-neoliberales en la
gestión económica. No
estamos hablando todavía de propuestas socialistas. Estamos hablando de
propuestas post-neoliberales, que permiten que el Estado retome un fuerte
protagonismo. Algunos países llevarán adelante procesos de nacionalización de
empresas privadas o llevarán adelante la creación de empresas públicas, la ampliación
del aparato estatal, la ampliación de la participación del Estado en la
economía, para generar formas post-neoliberales de la gestión de la economía,
recuperando la importancia del mercado interno, recuperando la importancia del
Estado como distribuidor de la riqueza, recuperando la participación del Estado
en áreas estratégicas de la economía.
En política externa, se va a constituir lo que podríamos
denominar de una manera informal, una internacional progresista y
revolucionaria a nivel continental. No va a existir un COMITERN, como en la
vieja Unión Soviética, pero de alguna manera, el Presidente Lula, el Presidente
Kirchner, el Presidente Correa, el Presidente Evo, el Presidente Chávez,
van a asumir lo que podríamos llamar una especie de comité central, de una
internacional latinoamericana, que va a permitir pasos gigantescos en la
constitución de nuestra independencia. En esta década, la OEA, que
anteriormente decidía los destinos de nuestro continente bajo la batuta de
Estados Unidos, que ponían el dinero y ponían con eso todas las disposiciones,
surgirá la CELAC, surgirá la UNASUR, surgirá una integración propia de
latinoamericanos, sin Estados Unidos, sin la necesidad de tutelajes, sin la
necesidad de patrones.
Igualmente,
la solidaridad entre los gobiernos y entre los países para consolidar una
política y externa se llevará adelante. Recordaba el compañero Carlos Ghiroti,
cuando él estuvo en Santa Cruz cuando había un golpe de Estado en Bolivia. En
ese entonces, 5 de los 9 departamentos que tiene Bolivia, estaban bajo control
de la derecha. El Presidente Evo, ni este Vicepresidente, podíamos aterrizar en
esos departamentos, no podíamos controlar las autoridades en esos
departamentos, no podíamos hacer gestión ahí, el país estaba dividido, la derecha
había asumido el control político, había dualizado el poder, amenazaba y
llevaba adelante un golpe de Estado, amenazaba con guerra civil. Y en estos
tiempos, fue la UNASUR, fue el Presidente Kirchner, fue el Presiente Chávez,
fue el Presidente Correa, fue el Presidente Lula, que nos ayudaron para
restablecer el orden.
En
conjunto, entonces, el continente, en esta década virtuosa, llevó adelante
cambios políticos: la participación del pueblo en la construcción de Estados de
nuevo tipo. Cambios sociales: redistribución de la riqueza y reducción de las
desigualdades. Economía: participación activa del Estado en la economía,
ampliación del mercado interno, creación de nuevas clases medias. En lo
internacional, integración política del Continente. No es poca cosa en diez
años, que son quizás los años, desde el siglo XIX, más importantes de
integración, de soberanía, de independencia, que ha tenido nuestro continente.
Sin embargo, y hay que asumir de frente el debate, en los
últimos meses este proceso de irradiación y de expansión territorial de
gobiernos progresistas y revolucionarios, se ha estancado.
Hay un regreso de sectores de la derecha, en algunos países importantísimos y
decisivos del continente, hay amenaza de que la derecha retome el control en
otros países, es importante que nos preguntemos por qué. ¿qué ha sucedido para
que hemos llegado a esta situación? Evidentemente la derecha siempre va a
intentar y buscar sabotear los procesos progresistas. Es un tema de
sobrevivencia política de ellos, es un tema de control y disputa por el
excedente económico. La derecha en el mundo entero, y en el continente es
derecha y se vuelve empresarial, se vuelve millonaria, usufructuando los
recursos públicos. Está claro que la derecha siempre va a buscar conspirar y ese
es un dato de la realidad. Pero es importante que evaluemos qué cosas nosotros
no hemos hecho bien, dónde hemos tenido límites, tropiezos, que ha permitido o
quieren permitir que la derecha retome la iniciativa. Porque si nos damos
cuenta dónde está nuestra debilidad, está claro que podemos superar esa
debilidad e impedir ese regreso de la derecha o retomar nuevamente la
iniciativa, para sustituir a esa derecha nuevamente con la movilización
democrática del pueblo.
Yo
marcaría cinco límites y cinco contradicciones que se han hecho presentes, que
han aflorado en esta década virtuosa continental. No voy a marcar por orden de
importancia sino simplemente por orden lógico.
Una primera debilidad, una primera falencia, que hemos tenido o
podemos tener son las contradicciones al interior de la economía. Es como si le
hubiésemos dado poca importancia al tema económico al interior de los procesos
revolucionarios. Y ese es un peligro porque no se olviden que Lenin decía: la
política es economía concentrada. Claro, en oposición, cuando uno es opositor
no gestiona nada. Lanza un proyecto de país, irradia una propuesta económica,
pero no gestiona. Su convocatoria hacia el pueblo es en función de
propuestas, iniciativas, sugerencias, pero no todavía en función de gestión. Entonces, cuando uno es opositor
importa más la política, la organización, las ideas, la movilización,
acompañada de propuestas de economía más o menos atractivas, creíbles,
articuladoras. Pero
cuando uno es gestión de gobierno, cuando uno se vuelve Estado, la economía es
decisiva. Y no siempre los gobiernos progresistas y los líderes revolucionarios
han asumido la importancia decisiva de la economía cuando se está en gestión de
gobierno. La base económica de cualquier proceso revolucionario es la economía.
Cuidar la economía, ampliar los procesos de redistribución, ampliar el
crecimiento, eran también las preocupaciones de Lenin allá en 1919, 20, 21, 22,
cuando pasado el comunismo de guerra tiene que afrontar la realidad de su país
destrozado. Ha resistido la invasión de siete países, ha derrotado a la
derecha, pero hay siete millones de personas que han muerto de hambre. ¿Qué
hace un revolucionario, qué hace Lenin? La economía. Todos los textos de Lenin
después del comunismo de guerra es la búsqueda de un lado y del otro de cómo
restablecer la confianza de los sectores populares, obreros y campesinos, a
partir de la gestión económica, del desarrollo de la producción, de la
distribución e la riqueza, del despliegue de iniciativas autónomas de
campesinos, de obreros, de pequeños empresarios, incluso de
empresarios, para garantizar una base económica que de estabilidad, que de
bienestar a su población, habida cuenta que no se puede construir socialismo ni
comunismo desde un solo país, habida cuenta que hay mercado mundial que regula
las relaciones, que el mercado y la moneda no desaparecen por decreto,
habida cuenta que la moneda y el mercado no desaparecen estatizando los medios
de producción, habida cuenta que la economía social y comunitaria solamente podrán
surgir en un contexto de avance mundial y continental como es el mercado, como
es la moneda, y mientras tanto le toca a cada país resistir, crear condiciones
básicas de sobrevivencia, crear condiciones básicas de bienestar para su
población, pero eso sí, manteniendo el poder político en manos de los
trabajadores. Se
puede hacer cualquier concesión, se puede dialogar con quien sea que
permita ayudar al crecimiento económico, pero siempre garantizando el poder
político en manos de los trabajadores y los revolucionarios.
La economía es decisiva. En la economía nos
jugamos nuestro destino como gobiernos progresistas y revolucionarios. Si no
hay los satisfactores básicos, no cuenta el discurso. El discurso habrá de ser
eficaz, puede crear expectativas positivas colectivas, sobre una base material
de satisfacción mínima de condiciones necesarias. Si no están esas condiciones
necesarias, cualquier discurso, por muy seductor, por muy esperanzador que
sea, se diluye ante la base económica.
Una segunda debilidad en el tema económico. Algunos de los
gobiernos progresistas y revolucionarios han adoptado medidas que han afectado
al bloque revolucionario, potenciando al bloque conservador. Ciertamente que un gobierno debe
gobernar para todos, es la clave del Estado. El Estado es el monopolio de lo
universal, ahí radica su fuerza y su poderío, representar lo universal,
sabiendo que lo universal es lo particular irradiado y articulante en el resto
de los sectores. Pero gobernar para todos no significa entregar los recursos o
tomar decisiones que por satisfacer a todos debiliten tu base social que te dio
vida, que te da sustento y que te son al fin y al cabo los únicos que saldrán a
las calles cuando las cosas se ponen difíciles. ¿Cómo moverse en esa dualidad:
gobernar para todos, teniendo en cuenta a todos, pero en primer lugar, por
siempre, como dice la Iglesia Católica de base, tomando una opción
preferencial, prioritaria por los trabajadores, por los pobladores, por los
campesinos? No puede haber ningún tipo de política económica
que deje de lado a lo popular. Cuando se hace eso, creyendo que se va a ganar
el apoyo de la derecha, o que va a neutralizarla, cometió un error, porque la derecha nunca es leal. A los sectores empresariales los
podemos neutralizar, pero nunca van a estar de nuestro lado. Y vamos a
neutralizarlos siempre y cuando vean que lo popular es fuerte y movilizado. En
cuanto vean que lo popular es débil, o cuando vean que hay debilidad, los
sectores empresariales no van a dudar un solo instante para levantar la mano y
clavar un puñal a los gobiernos progresistas y revolucionarios.
Hay
quienes dicen desde el lado de una supuesta izquierda, más izquierda, que
el problema fue que los gobiernos progresistas no tomaron medidas más duras de
socialización y de levantar el comunismo y de acabar con el mercado y
disolverlo, como si el problema fuera un tema de voluntad o de decreto. Se
puede sacar un decreto que diga que no hay mercado, sin embargo, el mercado va
a seguir. Podemos sacar un decreto que diga acabar con las compañías
extranjeras, sin embargo, las herramientas para los celulares y para las
máquinas, van a requerir el conocimiento universal y planterio que los envuelve
a todos. Un país no puede volverse autárquico. Ninguna revolución ha aguantado
ni va a sobrevivir en la autarquía ni en el aislamiento. O la revolución es mundial y
continental o es caricatura de revolución.
Y en
lo económico, evidentemente, los gobiernos progresistas y revolucionarios
significaron un empoderamiento de trabajadores, de campesinos, de obreros,
mujeres, jóvenes, con mayor o menor radicalidad según el país que se tome en
cuenta. Pero un poder político no va a ser duradero si no viene acompañado de
un poder económico de sectores populares. ¿Qué significa eso? En cada país
habrá que resolverlo. Pero
poder político tiene que ir acompañado de poder económico, porque si no se va a
seguir presentando la dualidad. Poder político en manos de los trabajadores,
poder económico en manos de los empresarios o el Estado. Pero el Estado no
puede sustituir a los trabajadores. Podrá colaborar, podrá mejorar, pero
tarde o temprano tiene que ir disolviendo poder económico en los sectores
subalternos. Creación
de capacidad económica, creación de capacidad asociativa productiva de los
sectores subalternos, esa es la clave que va a decidir a futuro la posibilidad
de pasar de un post-neoliberalismo a un post-capitalismo.
El segundo problema que estamos enfrentando los gobiernos
progresistas es la redistribución de riqueza sin politización social. ¿Qué significa esto? La mayor parte de
nuestras medidas han favorecido a las clases subalternas. En el caso de Bolivia
el 20% de los bolivianos ha pasado a las clases medias en menos de diez años.
Hay una ampliación del sector medio, de la capacidad de consumo de los trabajadores,
hay una ampliación de derechos, necesarios, sino, no seríamos un gobierno
progresista y revolucionario. Pero, si esta ampliación de capacidad de consumo,
si esta ampliación de la capacidad de justicia social no viene acompañada con
politización social, no estamos ganando el sentido común. Habremos creado una nueva clase
media, con capacidad de consumo, con capacidad de satisfacción, pero portadora
del viejo sentido común conservador.
¿Cómo acompañar a la redistribución de la riqueza, a la ampliación
de la capacidad de consumo, a la ampliación de la satisfacción material de los
trabajadores, con un nuevo sentido común? ¿Y qué es el sentido común? Los
preceptos íntimos, morales y lógicos con que la gente organiza su vida. ¿Cómo
organizamos lo bueno y lo malo en lo más íntimo, lo deseable de lo indeseable,
lo positivo de lo negativo? No se trata de un tema de discurso, se trata de un
tema de nuestros fundamentos íntimos, en cómo nos ubicamos en el mundo. En
este sentido, lo cultural, lo ideológico, lo espiritual, se vuelve decisivo. No hay revolución verdadera, ni
hay consolidación de un proceso revolucionario, si no hay una profunda
revolución cultural.
Porque
es muy cierto que podemos levantarnos y unirnos, como decía el compañero,
cuando explicaba lo de la democracia espasmódica, que me encantó esa
frase, está bien, en un momento de espasmo y arrebato nos unimos, deliberamos y
tomamos decisiones, pero luego uno regresa a la casa, regresa al trabajo, a la
actividad cotidiana, a la escuela, a la universidad, y vuelve a reproducir los
viejos esquemas morales y los viejos esquemas lógicos de cómo organizar el
mundo. Y qué hemos hechos. Claro, mi participación en la asamblea fue un
espasmo, pero no fue profundidad que democratizó mi ser interno. ¿Cómo llevar
la democratización de la asamblea, como espacio, como experiencia colectiva, a
unademocratización del alma, al espíritu de cada persona, en su universidad, en
su barrio, en su sindicato, gremio, barrio? Ese es el gran reto. Es decir, no
hay revolución posible si no viene acompañada de una profunda revolución
cultural. Y ahí estamos atrasados. Ahí la derecha ha tomado la iniciativa. A
través de medios de comunicación, de control de universidades, de fundaciones,
de editoriales, de redes sociales, de publicaciones, a través del conjunto de
formas de constitución de sentido común contemporáneas. ¿Cómo retomar la
iniciativa? Esta angustia la comentábamos con el Presidente Evo, cuando leíamos
que muchos de nuestros hermanos que son dirigentes sindicales, o que son
líderes estudiantiles, como una especie de ascenso social ven cuando
llegan al Parlamento, o se convierten en dirigentes, es la culminación de una
carrera social. Tienen derecho, después de haber sido siglos marginados de
poder político, imaginarse que pueden ser dirigentes es un hecho de
justicia. Pero muchas veces, es más importante ser un dirigente de barrio, ser
un dirigente de universidad, ser un comentarista de radio, ser un dirigente de
base, que ser autoridad. Porque es en el trabajo cotidiano con la
base donde uno gesta la construcción de sentido común. Y cuando vemos
camadas enteras, cuando vemos a nuestros hermanos saliendo del barrio, de la
comunidad, del sindicato, para buscar con derecho legítimo ser
autoridad, luego queda un vacío y ese vacío lo llena la derecha. Y luego
tendremos entonces, un buen ministro o un buen parlamentario, pero tendremos un
mal sindicalista, un mal dirigente universitario, en general predispuestos a
someterse a la derecha. Vuelvo a decir, cuando uno está en gestión de gobierno
es tan importante un buen ministro o parlamentario como un buen dirigente
revolucionario sindical, barrial, estudiantil, porque ahí también se hace la
batalla por el sentido común.
Una tercera debilidad que estamos presentando los gobiernos
progresistas y revolucionarios es una débil reforma moral.La
corrupción es clarísimo que es un cáncer que corroe la sociedad, no ahora, sino
hace 15, 20, 100 años. Los
neoliberales son ejemplo de una corrupción institucionalizada, cuando amarraron
la cosa pública y la convirtieron en privada. Cuando amasaron fortunas privadas
robando fortunas colectivas a los pueblos de América Latina.
Las privatizaciones han sido el ejemplo más escandaloso, más inmoral, más
indecente, más obsceno, de corrupción generalizada. Y eso hemos combatido. Pero
no basta. No ha sido suficiente. Es importante que, así como damos ejemplo de
restituir la res publica, los recursos públicos, los bienes púbicos, como
bienes de todos, en lo personal, en lo individual, cada compañero, Presidente,
Vice-Presidente, Ministros, Directores, parlamentarios, gerentes, en nuestro
comportamiento diario, en nuestra forma de ser, nunca abandonemos la humildad,
la sencillez, la austeridad y la transparencia.
Hay
una campaña de moralismo insuflado últimamente en los medios. En el caso de
Bolivia decimos: ¿Qué ministro, qué viceministro, qué Diputado del pueblo,
tiene una compañía en Panamá Papers? Ninguno. Pero en cambio podemos enumerar
Diputados, Senadores, candidatos, Ministros, de la derecha que en fila
inscribieron sus empresas en Panamá para evadir impuestos. Ellos son los
corruptos, ellos son los sinvergüenzas y nos acusan a nosotros de corruptos,
sinvergüenzas, que no tienen ninguna moral. Pero, hay que seguir insistiendo en
la campacidad de mostrar con el cuerpo, con el comportamiento y con la vida
cotidiana lo que uno procura. No podemos separar lo que pensamos de lo que
hacemos, lo que somos de lo que decimos.
Un cuarto elemento, que yo no diría de debilidad, es un cuarto
elemento que se presenta en la experiencia latinoamericana, y que no la
vivieron ni Rusia, ni Cuba, ni China, el tema de la continuidad del liderazgo
en regímenes democráticos. Cuando triunfa una
revolución armada, la cosa es fácil, porque la revolución armada logra
finiquitar, casi físicamente a los sectores conservadores. Pero en las
revoluciones democráticas, tienes que convivir con el adversario. Lo has
derrotado, lo has vencido, discursivamente, electoralmente, políticamente,
moralmente, pero ahí sigue tu adversario. Es parte de la democracia. Y las
Constituciones tienen límites, 5, 10, 15 años, para la elección de una
autoridad. ¿Cómo se da continuidad al proceso revolucionario cuando tiene esos
límites? Es un tema del que no se ocuparon otros revolucionarios, porque lo resolvieron
al principio el problema. Nosotros no. Forma parte de nuestra experiencia
revolucionaria. ¿Cómo se resuelve el tema de la continuidad del liderazgo? Van
a decir: lo que pasa que los populistas, los socialistas, son caudillistas.
Pero, qué revolución verdadera no personifica el espíritu de la época. Si todo
dependiera de instituciones, eso no es revolución. Ninguna revolución late en
las instituciones. No hay revolución verdadera sin líderes ni caudillos. Es la
subjetividad de las personas que se pone en juego. Cuando ya son las
instituciones que regulan la vida de un país, estamos ante democracias fósiles.
Cuando es la subjetividad de las personas las que define los destinos de un
país, estamos ante procesos verdaderos de revolución. Pero el tema es cómo
damos continuidad al proceso teniendo en cuenta que hay límites
constitucionales para un líder. Hay límites constitucionales para una persona.
Ese es un gran debate, no fácil resolverlo. No tengo yo la respuesta. Hay
varios países en los que se está atravesando ese proceso: Bolivia, Ecuador. Tal
vez la importancia ahí de liderazgos colectivos, de trabajar liderazgos
colectivos, que permitan que la continuidad de los procesos, tengan mayores
posibilidades en el ámbito democrático. Pero incluso a veces ni eso es
suficiente. Esta es una de las preocupaciones que corresponde ser resueltas en
el debate político. ¿Cómo damos continuidad subjetiva de los liderazgos
revolucionarios para que los procesos no se trunquen, no se limiten, y puedan
tener una continuidad en perspectiva histórica?
Por último, una quinta debilidad que quiero mencionar de manera
autocrítica pero propositiva, es la débil integración económica y continental.
Hemos avanzado muy bien en integración política. Y los bolivianos somos los primeros en
agradecer la solidaridad de esta Argentina, de Brasil, de Ecuador, de
Venezuela, de Cuba, cuando hemos tenido que enfrentar problemas políticos. Y
gracias a ellos estamos donde estamos. El Presidente Evo está donde está
gracias a la solidaridad política de Presidentes y de los pueblos
latinoamericanos. Pero integración económica. Esto es mucho más difícil. Porque
cada gobierno está viendo su espacio geográfico, su economía, su mercado, y
cuando tenemos que leer los otros mercados, ahí surgen limitaciones. No es una
cosa fácil la integración económica. Uno habla, pero cuando tienes que ver la
balanza de pagos, inversiones, tecnología, las cosas se ralentizan. Este es el
gran tema. Soy un convencido que América Latina solo va a poder convertirse en
dueña de su destino en el siglo XIX, si logra constituirse en una especie de
Estado continental, plurinacional, que respete las estructuras nacionales de
los Estados, pero que la vez con ese respeto de las estructurales locales y
nacionales, tenga un segundo piso de instituciones continentales en lo
financiero, en lo económico, en lo cultural, en lo político y en lo comercial.
¿Se imaginan si somos 450 millones de personas? Las mayores reservas de
minerales, de litio, de agua, de gas, de petróleo, de agricultura. Nosotros
podemos direccionar los procesos de mundialización de la economía continental.
Solos, somos presas de la angurria y el abuso de empresas y países del Norte.
Unidos, América Latina, vamos a poder pisar fuerte en el siglo XXI y marcar
nuestro destino.
La
derecha quiere retomar la iniciativa. Y en algunos lugares lo han logrado,
aprovechando alguna de estas debilidades. ¿qué va a pasar, en qué momento
estamos, qué viene a futuro? No debemos asustarnos. Ni debemos ser pesimistas
ante el futuro, ante estas batallas que se vienen. Marx, en 1848, cuando
analizaba los procesos revolucionarios, siempre hablaba de la revolución como
un proceso por oleadas. Nunca imaginó como un proceso ascendente, continuo, de
revolución. Decía, la revolución se mueve por oleadas. Una oleada, otra oleada,
y la segunda oleada avanza más allá de la primera, y la tercera más allá de la
segunda. Me atrevo a pensar, profesor Emir, que estamos ante el fin de la
primera oleada. Y está viniendo un repliegue. Serán semanas, serán meses, serán
años, pero está claro que como se trata de un proceso, habrá una segunda
oleada, y lo que tenemos que hacer es prepararnos, debatiendo qué cosas hicimos
mal en la primera oleada, en qué fallamos, dónde cometimos errores, qué nos
faltó hacer, para que cuando se de la segunda oleada, más pronto que tarde, los
procesos revolucionarios continentales puedan llegar mucho más allá, mucho más
arriba, que lo que lo hicieron en la primera oleada.
Y
esta segunda oleada podrá ir más arriba porque tendrá unos soportes, un punto
de partida que no lo vamos a ceder. Tendrá a una Bolivia, a una Cuba, a una
Venezuela, tendrá a un Ecuador, firmes.
Tocan
tiempos difíciles, pero para un revolucionario los tiempos difíciles es su
aire. De eso vivimos, de los tiempos difíciles, de eso nos alimentamos, de los
tiempos difíciles. ¿Acaso no venimos de abajo, acaso no somos los perseguidos,
los torturados, los marginados, de los tiempos neoliberales? La década de oro
del continente no ha sido gratis. Ha sido la lucha de ustedes, desde abajo,
desde los sindicatos, desde la universidad, de los barrios, la que ha dado
lugar al ciclo revolucionario. No ha caído del cielo esta primera oleada.
Traemos en el cuerpo las huellas y las heridas de luchas de los años 80 y 90. Y
si hoy provisionalmente, temporalmente, tenemos que volver a esas luchas de los
80, de los 90, de los 2000, bienvenido. Para eso es un revolucionario.
Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse,
levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino.
Algo que cuenta en nuestro favor: el tiempo histórico está de
nuestro lado. Ellos,
lo decía el profesor Emir Sader, no tienen alternativa, no son portadores de un
proyecto de superación de lo nuestro. Ellos simplemente se anidan en los
errores, en las envidias, de lo pasado. Ellos son restauradores. Ya conocemos
lo que hicieron con el continente. Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, sabemos
lo que hicieron ellos, porque gobernaron en los años 80 y 90. Y nos
convirtieron en países miserables, dependientes, nos llevaron a situaciones de
extrema pobreza, de vergüenza colectiva. Ya conocemos lo que ellos quieren
hacer. No representan el futuro. Ellos son zombis, muertes vivientes
electoralmente. Nosotros somos el futuro. Somos la esperanza. Hemos hecho en diez
años lo que ni en cien años se atrevieron a hacer ni dictadores ni gobiernos,
porque nosotros hemos recuperado la Patria, la dignidad, la esperanza, la
movilización y la sociedad civil. Entonces ellos tienen eso en contra. Son el
pasado. Ellos son el pasado. Ellos son el retroceso. Nosotros estamos con el
tiempo histórico. Pero hay que ser ahí muy cuidadosos. Aprender lo que
aprendimos en los 80 y 90, cuando todo complotaba contra nosotros. Acumular
fuerzas, saber acumular fuerzas. Saber que cuando uno se lanza a una batalla y
la pierde, nuestra fuerza va hacia el enemigo y se potencia y nosotros nos
debilitamos. Que cuando hay que dar una batalla, saber calcularla bien, saber
obtener legitimidad, saber explicar a la gente, saber conquistar nuevamente la
esperanza, el apoyo, la sensibilidad, y el espíritu emotivo de las personas en
cada nueva pelea que hagamos. Saber que nuevamente tenemos que entrar a la
batalla minúscula y gigantesca de ideas, en los medios de comunicación grandes,
en los periódicos, en los pequeños panfletos, en la Universidad, en los
colegios, en lo sindicatos. Que hay que volver a reconstruir nuevo sentido
común de la esperanza, de la mística. Ideas, organización, movilización.
No
sabemos cuánto durará esta batalla. Pero preparémosnos por si dura un año, dos,
tres cuatro. Cuando nos tocó soportar los tiempos neoliberales, la trinchera
que estuvimos, soportamos más de 20 años. Y los que vienen desde la dictadura,
soportaron 40 años. Pero en esos tiempos, la derecha se presentaba como portadora
del cambio. Nosotros somos los abanderados del cambio. Nosotros, la derecha son
los abanderados del pasado.
Por
lo tanto, es un buen tiempo. Siempre es un buen tiempo, en gestión de gobierno
o en oposición, el Continente está en movimiento y más pronto que tarde, ya no
serán simplemente 8, o 10 países, seremos 15, seremos 20, 30 países que
celebraremos esta gran Internacional de pueblos revolucionarios, progresistas.
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