Por Arthur González.
La prensa repite todos los días que, durante su visita a La Habana, el presidente Barack Obama, hablará sobre los derechos humanos y reiterará que: “los Estados Unidos consideran que ningún cubano debe ser víctima de acoso, arresto o golpizas, solo por ejercer el derecho universal de hacer que su voz se escuche”.
Falacias reiteradas en campañas mediáticas para satanizar a la Revolución cubana.
Lo que debería hacer el presidente Obama, es pedirle perdón al pueblo cubano en su discurso en La Habana, por tantos daños, destrucción y muerte causadas por su país contra Cuba.
Miles de documentos y planes ya desclasificados y publicados, confirman la política de terrorismo de Estado elaborada por la CIA y aprobada por todas las administraciones estadounidenses desde 1959 hasta la fecha.
El primer hecho de terrorismo fue la voladura del buque francés La Coubre, el 4 de marzo de 1960, mientras descarga granadas para fusiles FAL compradas en Bélgica para defender la estabilidad del país, ante la inminente invasión que preparaba Estados.
Fueron los primeros 101 muertos y los 200 heridos, después del triunfo de la Revolución.
Petacas incendiarias introducidas clandestinamente por la CIA, destruyeron desde 1961 centros comerciales, cines, teatros y fábricas, con su secuela de muertos, heridos y cuantiosas pérdidas materiales.
Un documento preparado por la Agencia Central de Inteligencia para el Grupo permanente del Consejo Nacional de Seguridad, del 08.06.1963, publicado por el Departamento de Estado en su conocido Foreign Relations, FRUS, volumen XI, 1961-1963, con el número 346, confirman los actos de terrorismo que sufrió Cuba en esa etapa.
Para no dar lugar a dudas, el mencionado plan expone textualmente:
[…] “Solamente después que los efectos de la represalia económica y de las acciones de sabotaje, se sientan profundamente en la población y en los grupos de élite, puede esperarse convertir la desafección en las fuerzas armadas y otros centros de poder del régimen, en revueltas activas contra el séquito Castro-comunista”.
[…] “Solamente después que los efectos de la represalia económica y de las acciones de sabotaje, se sientan profundamente en la población y en los grupos de élite, puede esperarse convertir la desafección en las fuerzas armadas y otros centros de poder del régimen, en revueltas activas contra el séquito Castro-comunista”.
“…Los sabotajes en este programa son tanto un arma económica como un estímulo a la resistencia. Debe existir una visible y dramática evidencia del sabotaje para que sirva como un símbolo del creciente desafío popular al régimen de Castro”.
“Los tipos de sabotaje considerados apropiados para este programa son:
• Sabotajes a los barcos cubanos fuera de las aguas cubanas, (aprobado y poniéndose en práctica).
• Ataques de “muerde y huye” montados externamente contra blancos seleccionados apropiadamente.
• Apoyo de los elementos de resistencia interna, brindando material y personal para permitir que ellos realicen una variedad de operaciones y sabotajes y hostigamiento.
[…] “Debe admitirse que ningún acto de sabotaje aislado por sí mismo puede afectar materialmente la economía o estimular una resistencia significativa. Opinamos que una serie de esfuerzos de sabotajes bien planeados, ejecutados adecuadamente y a su tiempo, producirán los efectos que buscamos…”
Una prueba de la ausencia de sentimientos humanos de Estados Unidos hacia el pueblo de Cuba, es la siguiente afirmación contemplada en dicho programa, al expresar:
“Cada acción tendrá sus peligros: habrá fracasos con la consecuente pérdidas de vida y acusaciones contra EE.UU. que resultarán en críticas en casa y afuera. Ninguna de esas consecuencias esperadas deberá hacernos cambiar nuestro curso, si el programa expuesto puede esperarse tenga éxito”.
[…] “El gobierno de EE.UU. debe estar preparado para negar públicamente cualquier participación en esos actos, no importa lo alto o incluso lo detallado que pudieran ser los informes de la complicidad de Estados Unidos”.
Los actos terroristas abarcaron toda la economía cubana, y el mencionado plan expone los objetivos a los que se dirigieron sus acciones:
“Energía eléctrica. La interrupción de cualquiera de las redes de energía existentes que puedan ser afectadas por sabotajes o por la destrucción de sus instalaciones generadoras o de las subestaciones críticas en la red de distribución, debilitarán significativamente la economía existente y la estructura social…”
“El daño o la destrucción de la población Petróleo y Aceites y/o las instalaciones de su almacenamiento, afectarían seriamente casi todos los aspectos de la economía cubana”.
“El daño o la destrucción de las vías férreas o de los materiales rodantes de las carreteras o la destrucción de puentes claves conducirían a una caída de la economía regional…”
“…existe todavía una cantidad de otras instalaciones, tales como el complejo niquelífero de Nicaro, las plantas de cemento, las destilerías y la miríada de industrias asociadas con el abastecimiento de alimentos, ropas y casas, los cuales son blancos valiosos porque la parada o disminución de sus salidas, debilitarán la economía y producirán descontento contra el régimen”.
A estas despiadadas acciones hay que sumarle los asesinatos cometidos por los agentes de la CIA en las montañas cubanas, como fueron los de maestros, alfabetizadores, campesinos simpatizantes de la Revolución, entre ellos decenas de mujeres y niños inocentes.
Basta recordar el documento desclasificado, elaborado por el Coronel Jack Hawkins, jefe de la sección de personal paramilitar en el centro de operaciones de la Fuerza de Tarea de la CIA, en la denominada como “Operación Cubana”, que señala:
“Durante el período comprendido entre octubre de 1960 y el 15 de abril de 1961, se perpetraron alrededor de 110 atentados dinamiteros contra objetivos políticos y económicos, se colocaron más de 200 bombas. Se descarrilaron 6 trenes, se dejó inactiva la refinería de Santiago de Cuba durante una semana, como resultado de un ataque sorpresivo desde el mar. Se provocaron más de 150 incendios contra centros estatales y privados, incluyendo 21 viviendas de comunistas y 800 incendios en plantaciones de caña”.
Asegura ese informe “…Estas operaciones lograron un éxito considerable. Las embarcaciones que prestaban servicio de Miami a Cuba entregaron más de 40 toneladas de armas, explosivos y equipos militares e infiltraron y sacaron a un gran número de personal.
“Algunas de las armas entregadas se utilizaron para pertrechar parcialmente a 400 guerrilleros [léase: bandidos] que operaron durante un tiempo considerable en el Escambray, (zona montañosa) de la provincia Las Villas. La mayoría de los sabotajes perpetrados en La Habana y otros lugares se realizaron con materiales suministrados de esta manera …”
Si Obama considera que esos actos no son suficientes para pedirle perdón a los cubanos, habrá que recordarle los ataques terroristas contra poblados costeros de la isla, como fue el de Boca de Samá, en Holguín, el 12.10.1971, donde lanchas provenientes de Miami de la organización Alfa 66, tirotearon casas de humildes pescadores y dejaron un saldo de 4 muertos y varios heridos, entre ellos una niña que perdió uno de sus pies.
El Presidente no puede olvidar en sus palabras las bombas colocadas contra embajadas cubanas en el exterior, donde varios diplomáticos perdieron la vida y el asesinato de otros funcionarios como los que cumplían misión en New York y Argentina.
La voladura del avión de Cubana de Avión en octubre de 1976, con la muerte inmediata de sus 73 pasajeros y tripulantes, bastaría para pedir perdón, a lo que se le suman los 158 muertos causados por la introducción por agentes de la CIA, del Dengue Hemorrágico, de ellos 101 eran niños.
La lista de plagas y enfermedades introducidas para afectar la economía cubana es interminable, a lo que deben sumársele los actos terroristas de septiembre de 1997 contra varios hoteles de la capital, donde murió un turista italiano, acción dirigida por el terrorista refugiado en Miami, Luis Posada Carriles, responsable también de la voladura del avión de Cubana de Aviación.
Con qué moral podrá el presidente Obama, hablarles a los cubanos de derechos humanos, cuando el pueblo acumula tanto dolor y penas causadas por su país.
Antes de blasfemar a Cuba, deberá hacer un acto de contrición para al menos, regresar a Washington con su conciencia más tranquila, al reconocer los crímenes horrendos causados por una política que como expresó el comunicado de la Casa Blanca, el 17.12.2015:
“…décadas de aislamiento de Cuba por parte de Estados Unidos, no han conseguido nuestro perdurable objetivo de promover el surgimiento de una Cuba estable, próspera y democrática.”
Pues como expresó José Martí:
“…! el arrepentimiento no empieza sino en el horror y la vergüenza de la culpa!”.
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