martes, 28 de febrero de 2017

Carta pública a Mario Vargas Llosa Por Mempo Giardinelli

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Amirado Maestro, dondequiera se encuentre:
No he tenido la fortuna de ser su amigo cercano, aunque como usted bien sabe me considero su devoto discípulo. Las dos veces que nos vimos, una en Buenos Aires, otra en Lima, nos saludamos con afecto y además he recibido otro par de veces sus saludos. Pero lo para mí más importante es haber leído casi toda su obra con deleite y pasión. Todavía enseño en mis clases de grado y posgrado sus novelas, por lo menos una por año –en 2016 retomé “Los cachorros”– y siempre sus lecciones sobre Flaubert y Arguedas.
Desde luego que no comparto ninguna de sus ideas políticas, pero hasta ahora opté por no contradecirlo y lamenté en silencio diversas declaraciones suyas. Cada vez que lo vi en la tele cambié de canal en homenaje a la calidad de su prosa, su poética y la carnadura de sus personajes. Incluso cuando en 2012 se armó un jaleo en Buenos Aires porque usted iba a inaugurar la Feria del Libro, yo escribí en este mismo diario que su Premio Nobel era “irreprochable porque en él se premió una estética literaria moderna, innovadora, original y escrita en los márgenes de la civilización imperial”. Y también escribí que “más allá del enorme narrador que es, también es un cruzado neoliberal, de esos que se espantan ante cualquier gesto o corruptela kirchnerista pero a Menem le toleraron sin chistar que nos rifara el país, el petróleo, los ferrocarriles, los puertos y la mar en coche”. Y hasta ahí llegué, y después, cuando en 2015 usted hizo campaña electoral diciendo que “si fuera argentino, votaría por Macri”, también me impuse silencio a pesar de lo que me dolía mi país.
Pero aunque jamás retruqué sus opiniones ni mucho menos lo ataqué a usted –y tampoco lo haré ahora– sí quiero precisarle algunas cosas porque he visto con estupor la entrevista –es un modo de decir– que usted enhebró en Madrid esta semana con el presidente de mi país. Al verlo a usted aceptar y celebrar tanta mentira no literaria, supe que otro silencio ya era demasiado. 
Y es que el gobierno que encabeza el Sr. Macri es un gobierno de estafadores, en primer lugar, porque llegaron al poder prometiendo lo que el pueblo argentino quería y necesitaba escuchar, pero decididos –ya entonces– a traicionar todas y cada una de aquellas promesas. 
En segundo lugar es un gobierno de facinerosos y malvados insensibles que a lo largo de cuatro décadas, y bajo todos los gobiernos, han venido fugando del país alrededor de 350.000 millones de dólares que tienen escondidos en cuevas fiscales que llaman paraísos. Por eso entre lo primero que dispuso el Sr. Macri figura un “blanqueo” fiscal para dizque legalizar esas fortunas, las cuales ni siquiera retornan al país.
El Sr. Macri es hoy considerado por diversos medios del mundo (no los españoles, claro está) entre los cinco gobernantes más corruptos del planeta. Y el repertorio de sus escándalos –que ocultan los grandes diarios y sistemas televisivos argentinos– es impactante. Se sabe que hay más de 40 sociedades secretas vinculadas al Grupo Socma, propiedad de la “Famiglia” Macri. Y son públicas sus condonaciones de deuda y favoritismos, como en los casos del Correo Argentino (a su papá) y del Ferrocarril Sarmiento (a su cuñado). 
Claro que a mí también me impacta ahora que usted haga como que ignora todo esto. El gabinete argentino se parece al del Dr.Caligari, con más de 50 funcionarios procesados (entre ellos el mismo presidente y la vicepresidenta), perversos vínculos con el brasileño affaire Odebrecht, uno de cuyos coludidos es un íntimo amigo y socio de Macri, que lo puso al frente de nada menos que una especie de FBI argentino (por decirlo con alguna gracia). 
Usted debe saber, seguro, que reformaron por decreto la Corte Suprema de Justicia, y que ahora gobiernan a decretazos como hicieron por décadas los dictadores militares, aquí y en el Perú. Y seguro está al tanto de los favores obscenos a grandes latifundios y a empresarios avorazados que siguen acumulando millones mientras destruyen trabajo, educación, familias e ilusiones. En poco más de un año cerraron 7000 fábricas y emprendimientos productivos, dejaron en la calle a más de un millón de trabajadores, tienen a la educación pública en proceso terminal y para colmo en sólo 14 meses han multiplicado nuestra deuda externa casi ad infinitum, lo que nos obligará a un nuevo repudio que por ahora sólo unos pocos estamos denunciando que nunca se va a pagar porque no la vamos a reconocer.
Me cuesta creer que usted, Maestro, con su agudeza proverbial, se preste a esta farsa. Le pregunto, entonces: ¿Tan grandes son los negocios que preparan en España para recolonizarnos como hace cinco siglos, y como hace veinte años con Menem? ¿Tan enormes son esos intereses que usted echa por la borda una excelsa trayectoria literaria complaciendo a un patán que tanto se parece a su paisano Fujimori aunque éste tiene ojos azules y no rasgados?
Mi lealtad de discípulo y mi conciencia de pequeñez literaria no me impiden ver, con dolor, el triste papel televisivo de usted coreando lugares comunes para criticar al presidente venezolano, y encima todo cargado de tintes racistas y clasistas. 
Me dio mucha pena su papel, Don Mario. Al verlo tan generoso y dócil frente al impresentable gobernante de esta tierra que a usted lo quiere y lee, yo sentí dolor pero también una cierta vergüenza. No hacía falta tanto. 
Sin dudas, seguiré admirando su obra literaria, pero qué pena tan grande sentí al verlo, ahora, en edad provecta, haciendo un papel como el de Zavalita preguntando: “¿En qué momento se jodió la Argentina?”. Usted eludió en la tele una respuesta digna.
Seguiré devoto de su grandeza literaria. Pero sólo de ésa.

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