martes, 13 de junio de 2017

Contar desde la épica del tiempo: Biografía del Che en facsimilares

Por: María del Carmen Ariet

 

Una vez más, el Centro de Estudios Che Guevara y la editorial Ocean Sur se unen bajo el propósito de presentar al lector un nuevo libro del Proyecto editorial que ambos construyen. Se unen factores difíciles de soslayar porque su contenido se elaboró a partir de facsimilares extraídos del Archivo documental del Centro, los que a su vez han sido considerados por la UNESCO Patrimonio de la Memoria del Mundo.
Desde el honor que significa este reconocimiento, expresión del ejemplo y legado que dejara el Che, la mayoría sin propósitos manifiestos para su publicación y mucho menos de perpetuidad. Sin embargo, no podemos sustraernos de hilvanar momentos imprescindibles de su vida y obra por intermedio de la historia que nos cuentan los documentos inéditos que conforman la Colección recién premiada y que forma parte de los fondos más significativos que posee el Centro de Estudios Che Guevara, en su condición de albacea universal.
Del contenido mismo de la documentación se seleccionaron un grupo de facsimilares que muestran de forma coherente y cronológica la evolución y desarrollo de etapas imprescindibles. Se pretende transitar, llevados de su mano, por momentos decisivos que revelan imágenes y textos que por sí solos nos hablan de sentimientos, búsquedas, percepciones, realidades y respuestas tentativas que mucho dicen, sin tener que recurrir a explicaciones o frases pensadas. Se ha querido ofrecer una especie de autorretrato visual con dimensiones autobiográficas, validadas por las propias imágenes seleccionadas.
El ordenamiento abordado se enmarca dentro de la metodología establecida por el Centro para el desarrollo de sus investigaciones y estudios concretos, el mismo que conforma el ordenamiento dado a nuestro Proyecto editorial, del que forma parte el libro que se les presenta. Estimamos que esta propuesta sobre los facsimilares de Ernesto-Che permitirá escudriñarlo, interrogarlo y sobre todo interpretarlo como acto pleno de vida y fe, desde la esencia de la épica del tiempo.

Vagar sin rumbo

El Che, un lector interminable. Foto: Archivo.
El Che, un lector interminable. Foto: Archivo.
Resulta en extremo difícil sustraernos a la impresión que siempre producen los documentos que contienen la génesis y formación de Ernesto Guevara de la Serna. Trasmiten una especie de halo mágico al descubrirnos una aproximación al futuro que conocemos, pero que no deja de asombrar por sus singularidades, su constancia y tesón al mostrar una existencia que por su persistencia se mantuvo siempre al acecho para escudriñar su verdad y descubrir su auténtica vocación.
Palpar su escritura, la relectura de sus relatos y correcciones, al tratar de encontrar precisión en el lenguaje y en la búsqueda de un estilo propio, nos acercan a sus rebeldías e inconformidades aun en ciernes, que lo conducen, como expresara en frase al vuelo, a un vagar sin rumbo, aparentemente sin brújula y con una cuota particular de aventurero irreverente, dando paso a sus primeras crónicas de viajero y a una interrogante que persistiría por siempre: ¿Qué veo yo?
Los facsimilares que se reproducen forman parte de una especie de diagnóstico entre sus  vivencias pasadas y su trayectoria futura. Así se observan registros escolares, cartas de la infancia a sus familiares, para dar paso, en su adolescencia, a la elaboración de un Índice de lecturas donde registra con meticulosidad la literatura que pasaba por sus manos y que, sin dudas, contribuyeron a la ampliación de sus horizontes y a la obtención de respuestas tentativas, que pueden servirnos para interpretar ese afán inagotable de indagaciones y hallazgos que lo acercarían a derroteros mayores.
Al Índice le siguen los Cuadernos Filosóficos, comenzado a escribir a los 17 años con la pretensión de un joven que se apropia de un calificativo muy superior a sus conocimientos, como una señal de la que solo él podía estar convencido. Si algo es importante reconocer en esa etapa, aun no delineada con exactitud, es la certeza de una necesidad interior por crecer espiritualmente a través de un ejercicio intelectual, que nos permite examinar el pasado agigantado por el valor teórico de una obra tangible hoy.
Con esa misma convicción, acumula y multiplica conocimientos y vivencias enriquecedoras en el estudio y el trabajo. De todo ello quedan documentos sugerentes, quizás desconocidos para muchos, de su estancia en Vialidad de Córdoba con el propósito de costear su subsistencia, su vínculo laboral con la Clínica Pisani en Buenos Aires mientras cursaba sus estudios de Medicina, etapa fructífera en la que se acerca a una de sus preferencias siempre manifiestas, la investigación, y que tiene como resultado la colaboración de trabajos publicados sobre alergia en revistas especializadas.
No obstante, ese camino prominente es interrumpido para dar paso a un proyecto incierto, autocalificado como “el camino del ensueño” y de aspiraciones por alcanzar, su primer viaje por el continente latinoamericano. La improvisación y el desenfado resultan el sello distintivo de un momento determinante al confesarse la “trascendencia de su descubrimiento” y sobre todo de su nueva mirada hacia el porvenir.
Pudiera parecer inverosímil la exactitud de esas expresiones por la inmediatez con que fueron pensadas y afirmadas, pero ahí están las crónicas escritas como memoria imperecedera de sensaciones y verdades que rebasan la intuición y se convierten en pautas de vida. Cómo refleja, describe y se adentra en la realidad de cada país que visitara, con mirada escrutadora, nos permitirá entender su compromiso indisoluble con la política activa aun sin definírsela, cuando la experimenta como algo que llevaba dentro hacía tiempo y muy cercana a sus aspiraciones y realizaciones por conquistar.
Al aseverar que siente la presencia del fin de una etapa y el comienzo de otra en su vida, solo es posible deducirlo por intermedio de una expresión extraída de sus notas: “Los dejo ahora conmigo mismo, el que fui…”

“Vibraciones nuevas”

El Che y Granado con la motocicleta.
El Che y Granado con la motocicleta.
Un nuevo ciclo y a la vez el mismo, forma parte de una espiral sentida por Ernesto como algo diferente. Nos queda un silencioso pasaporte en el que se registran visas infinitas y un mundo descubierto por un hombreque se va forjando a sí mismo, reiterado, una vez más, en páginas escritas con premura pero con un sentido exacto de deseos por alcanzar.
Un nuevo recorrido por la América Nuestra, después de concluido sus estudios de Medicina, lo conducen a una especie de antesala a su trayectoria futura. La continuidad de sus estudios autodidactos, su búsqueda aparentemente infinita en la que se manifiesta inconformidad y trasgresión para con el medio, lo impulsan a nuevos horizontes en los que podrá integrar sus ansias personales con sus convicciones políticas, obtenidas sobre todo en sus viajes, visibles a través de manuscritos conservados por él mismo en su mochila de viajero. Cómo imaginar la continuidad de sus Cuadernos filosóficos, cómo seguir sus impresiones inmediatas, solo es posible gracias a un nuevo diario titulado Otra vez y de ese modo hacernos sentir la infinitud de su camino, así cómo seguir el contenido de un libro inconcluso, adelantado a su tiempo, como lo fue La función social del médico en América Latina. Todo ello y mucho más se encuentran en páginas amarilleadas por el tiempo pero a la vez beneficiadas al hablarnos de un hombre que no desistió nunca de lo que consideró su batalla permanente.
La Bolivia que tan hostil le resultara al final de sus días, fue su primera aproximación a una revolución, que no le satisfizo del todo pero que contribuyó a reforzar el verdadero valor de los posibles movimientos políticos que pudieran surgir en el continente. No es de extrañar que al visitar de nuevo al Perú percibiera ese aliento en las cumbres de Machu-Picchu al sentir un grito desgarrador: “…ciudadanos de indoamérica, reconquistad el pasado…”.
A la par que frustraciones con la derrocada revolución guatemalteca en junio de 1954, la decisión de partir a tierras mexicanas lo coloca en una encrucijada respecto a su futuro, sin imaginar que sería allí donde encontraría, como afirmara después, su verdadera vocación y donde se convertiría definitivamente en el Che de todos. Impresiones indelebles acerca de su primer encuentro con Fidel, escritas en su diario personal para no ser contadas y su compromiso de luchar por la liberación de Cuba, lo llevan a definirse ante su madre, por intermedio de una carta: “Por la vida he pasado buscando mi verdad…”. Es un manuscrito capaz de hacernos experimentar cuánto de trascendencia puede un hombre llegar a alcanzar en su empeño por el mejoramiento humano.

“Buscando mi verdad”

Ernesto Che Guevara llega a lomo de mulo al encuentro de Fidel (1957). Foto: Enrique Meneses.
Ernesto Che Guevara llega a lomo de mulo al encuentro de Fidel (1957). Foto: Enrique Meneses.
Cuba se convierte, ya para el Che, en una responsabilidad histórica que llegara a calificar de muy grande, reafirmada en una ética y compromiso materializados en su decisión de acompañar a los revolucionarios cubanos en su afán por alcanzar su definitiva independencia. Una vez más, por su singularidad y tesón, podemos vibrar junto a él en combates, estrategias y batallas a través de páginas diferentes, porque ahora le corresponde a un diario de combate hablar por sí solo del esfuerzo personal de un hombre, que, sin conocer el terreno que pisaba ni mucho de su realidad, pudo vencer enormes dificultades, ganarse el respeto y la admiración y llegar a ser el primer comandante de un ejército irregular, convencido del papel que se había asignado.
La conformación de un retrato del guerrillero Che Guevara, validado por documentos de campañas conservados a lo largo de la contienda, permiten obtener una visión más depurada de su personalidad y sobre todo de su extraordinaria labor como combatiente comprometido, descritos desde el inicio del desembarco del Granma el 2 de diciembre de 1956 hasta la última etapa de la lucha que le correspondió dirigir en el territorio de Las Villas y su culminación el 1º de enero de 1959.
Para contribuir a un mayor entendimiento de su devenir como combatiente se incluyeron documentos, órdenes, decretos, notas y cartas, capaces de ofrecernos las múltiples facetas que desempeñó en la lucha, su ética formadora como el educador que siempre fuera y el hombre integral, valiente y leal, resumido en su ejemplo permanente.
Esas páginas de la historia reciente de Cuba, en el caso particular del Che, se suman a otras que con posterioridad desarrollara en el Congo y Bolivia, sintetizada en una frase con la que imaginaba su futuro: “Mis sueños no tendrán fronteras…”

“Fabricador de esperanzas”

Imagen tomada en enero de 1959. Foto: Archivo.
Imagen tomada en enero de 1959. Foto: Archivo.
En carta simbólica para su familia, cuando se encontraba en Costa Rica, muy próximo a su entrada a Guatemala, en 1954, escribe que en ese país se convertiría en un verdadero revolucionario. Es sabido, como después afirmara, que solo fue un sueño lindo al ser derrocado ese proceso anhelado y compartido por muchos revolucionarios de entonces.
Quizás durante ese tiempo soñó Ernesto en convertirse en un artífice o constructor de una sociedad diferente. Qué hacer y cómo lograrlo solo pudo materializarlo años más tarde cuando se hizo efectiva su participación en la lucha revolucionaria en Cuba pero, sobre todo, en lo que vislumbraba como su papel de “fabricador de esperanzas” y de nuevas conquistas dentro de una sociedad más justa.
Si existe una etapa de ese eterno soñador que fuera el Che y que lo define con dimensiones superiores, se produjo en el breve tiempo que se desempeñó como dirigente de la Revolución cubana y en las múltiples responsabilidades desempeñadas. Sin dudas, un legado que rebasa su tiempo y que permanece indeleble en la memoria colectiva de un pueblo que siempre lo consideró como parte suya y en la presencia de una obra escrita y oral que habla por sí sola de su entrega y dedicación incondicional.
En esa etapa crucial de la Revolución cubana persiste en su insaciable y permanente búsqueda de conocimiento a través de la lectura, el estudio, la escritura y la construcción de nuevas ideas y proyectos que se entremezclan con aquellos lejanos manuscritos de sus estudios de filosofía, políticos y otros, los que indudablemente nos aseveran de la coherencia, continuidad e integralidad que comenzara en la primera juventud y que permaneció invariable hasta su última aliento en Bolivia. Son documentos que continúan hablando de persistentes búsquedas, investigaciones, trasgresiones y rebeldías, como lecciones indelebles para los jóvenes de hoy que lidian con un mundo ajeno y desigual pero que pueden encontrar en la obra y en el ejemplo del Che una huella que les corresponde desentrañar desde la autenticidad de una vida plena cuajada de convicciones.

“La épica de nuestro tiempo”

El Che y sus compañeros en Bolivia. Foto: Archivo.
El Che y sus compañeros en Bolivia. Foto: Archivo.
Esa frase, expresada por el Che para dar una visión exacta de lo que a su juicio constituía la épica de un tiempo muy singular y suyo, se enmarca en momentos en los que traza proyectos y caminos propios, al considerar que era el tiempo de conquistar el escalón más alto, el de revolucionario. Qué sentía, qué faltaba y qué podía hacer para alcanzar ese peldaño sin poses ni actitudes impensadas. Eran acciones y caminos de alguien que se sabía poseedor de una experiencia enriquecedora como la Revolución cubana y que le permitiría andar con paso segura en su proyecto de vida y esperanza, el que en definitiva se traducía en el de poder contribuir a la redención de la humanidad.
Esa decisión lo encauza a un internacionalismo sin fronteras, materializado en el Congo y en Bolivia, donde conoció de lo amargo de la derrota y de noticias íntimas y dolorosas, como fue el fallecimiento de su madre, y que lo impulsan a escribir páginas de enorme significado, tanto en su contenido como en su escritura. Son, sin dudas, documentos que trascienden y quedan como privilegio histórico para los que desean acercarse a su obra y vida.
Todos y cada uno de los facsimilares que se reproducen de esa etapa forman parte de un proceso de crecimiento en el que se puede descubrir y a la vez describir su crecimiento espiritual como una auténtica fusión entre el pasado y el presente. Siguen impactando sus apuntes sobre filosofía, economía, sus lecturas interminables y sobre todo la construcción de un pensamiento creador propio y de acciones definitorias para alcanzar, como se veía desde su época de juventud, la justicia en América a través de nuevas rutas y destinos, solo que este último, sin pensarlo, se convertiría en el definitivo.
La propuesta de aprehender la vida y la obra del Che por medio de un legado muy particular –los manuscritos y documentos conservados desde su adolescencia–, debe contribuir para que los jóvenes de estos y de los tiempos por venir, adquieran una conciencia y compromiso con el empleo consecuente de su legado y actuar, en correspondencia con la herencia de su obra y su plena validez y vigencia, sobre todo para acercarnos a su altura y a “la épica de nuestro tiempo” como él mismo soñara.
Foto que Korda tomara al Comandante Ernesto Che Guevara, conocida luego como la imagen más reproducida en la historia de la fotografía.
Foto que Korda tomara al Comandante Ernesto Che Guevara, conocida luego como la imagen más reproducida en la historia de la fotografía.





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