miércoles, 21 de junio de 2017

Gramsci. Entre triunfos, derrotas, aniversarios y nuevas tecnologías

Edgardo Logiudice / Resumen Latinoamericano / LaHaine / 21 de junio de 2017 – Cuando el fascismo terminó de aniquilar a Antonio Gramsci, la Revolución de Octubre llevaba sólo veinte años. La obra inspiradora de los dirigentes del acontecimiento, setenta. Y, desde ésta, a los diez días que conmovieron al mundo sólo cincuenta. En épocas en que el tiempo histórico no andaba tan acelerado.
Gramsci vivió tiempos nuevos entre triunfos y derrotas. Entre esa gran revolución triunfante y otras abortadas. Antes de la Segunda Guerra Mundial que trastocaría viejas alianzas y pondría la ciencia, ideología y la propaganda al servicio de la atrocidad.
Luego la Unión Soviética sería una realidad, aunque sea simbólica, del mundo socialista. Como una realidad la fuerza de la clase obrera en Occidente y los movimientos de liberación nacional. Después todo lo que conocemos y 1991. Aunque antes ya se habían gestado las transformaciones que, luego, desde algún punto de vista, desembocaron en una derrota y el peligro cierto de la barbarie.
Casi coincidiendo con los movimientos en Rusia, en los EEUU comienza el fordismo, con la cadena y los altos salarios. Gramsci no se queda con el triunfo, Ford también representa un desafío para su pensamiento. El desafío de afrontar las nuevas formas de producción, su organización y apropiación. ¿Qué es el capitalismo sino la apropiación del trabajo ajeno a través del salario? Y ¿qué es el salario sino una forma ideológica dentro del complejo de ideas?
Y los escritos sobre americanismo y fordismo constituyen un hito del pensamiento gramsciano que, hoy, con el cambio de modelo productivo y de apropiación, vale la pena recordar.
Precisamente como paradigma de pensamiento desde al ángulo transformador de los dominados, los subordinados, los explotados. Ejemplo válido en un contexto, hecho -en este caso modalidad de pensamiento- irrepetible, alguno de cuyos rasgos pueden ser luces que ayuden a alumbrar nuevos fenómenos en otros contextos. La historia no es un bucle. Americanismo y fordismo devinieron otra cosa distinta a la que pensaba Gramsci -y que podía pensar- en ese momento. Cosa que sucedió también con el Estado y la sociedad civil. Y la reforma intelectual y moral. Y la guerra de posiciones.
Salvo para recordar la vida y obra, las conmemoraciones no deberían ser, creo, recitados ni hagiografías.
Se trata de un canto al fordismo. En la Italia de la Fiat. Un país con una estructura política, económica y religiosa poco apta para incorporar las nuevas formas productivas. Con sectores políticos y económicos parasitarios que ofrecían resistencia a las transformaciones. Con tradiciones campesinas muy arraigadas y la fuerza del catolicismo. Su lucidez realista lo induce a pensar que, allí, imponer esa nueva forma de producción y apropiación más que con el consenso se impondría por la coerción. A diferencia de los EEUU donde el americanismo, es decir el modo de vida, la tarea con empresarios inteligentes, como Henry Ford, afincaría su hegemonía ya en la fábrica a través de los altos salarios, más que con la intervención de las superestructuras. Es decir una relación de clases poco o nada mediada por el Estado. El tipo de productor y su ideología, más una intervención directa de los empresarios capitalistas en la organización de la vida privada de los productores, facilitaban la adecuación de los trabajadores a las nuevas formas.
Creo que vale la pena citar un breve párrafo: “A partir de la existencia de estas condiciones preliminares [la inexistencia de sedimentaciones viscosamente parasitarias residuo de fases históricas pasadas (que) ha permitido dar una base sana a la industria], ya racionalizadas por el desarrollo histórico, fue relativamente fácil racionalizar la producción y el trabajo, combinando hábilmente la fuerza (destrucción del sindicalismo obrero de base territorial) con la persuasión (altos salarios, diversos beneficios sociales, propaganda política e ideológica muy hábil); se logró así hacer girar toda la vida del país alrededor de la producción. La hegemonía nace de la fábrica y para ejercerse sólo tiene necesidad de una mínima cantidad de intermediarios profesionales de la política y de la ideología”.
Aunque no sería un proceso del todo pacífico y dejaría a muchos no adaptables en el camino hasta su literal desaparición. “Se producirá ineluctablemente una selección forzada, una parte de la vieja clase trabajadora será despiadadamente eliminada del trabajo y quizá del mundo tout court”.
“[…] el método de Ford es «racional» y […] debe generalizarse, pero para esto es necesario un largo proceso, que provoca un cambio en las condiciones sociales y un cambio de las costumbres y de los hábitos individuales, lo cual no puede ocurrir mediante la sola «coerción» sino mediante una acción equilibrada de la coacción (autodisciplina) y la persuasión, bajo una forma que puede ser también la de los altos salarios, vale decir tornando posible un mejor nivel de vida o quizás, más exactamente, un nivel de vida más adecuado a las nuevas formas de producción y de trabajo, que exigen un gastos especial de energías musculares y nerviosas”.
Es interesante su afirmación de que, en Italia, no son los trabajadores los que ofrecen más resistencia a las nuevas formas, sino las viejas clases sedimentadas y parasitarias.
Su realismo ante los costos brutales de adaptación es quizá lo que le hace discordar con Trotsky en cuanto al ritmo de la industrialización en un país como la Rusia soviética, con un amplio campesinado y también fuertes tradiciones, donde el Estado lo era todo.
Cierto contenido utópico le hacía pensar que, a pesar de la mecanización física del trabajador con la repetición de movimientos, esa misma mecanización como en el acto de caminar, dejaría libre la cabeza del obrero para pensar.
Si bien Gramsci en esos escritos considera fenómenos muy diversos, no hallo mencionado el consumo, como tampoco el crédito para el consumo, que acompañaban a los altos salarios.
En mi opinión esto último jugará un importante papel en lo que se refiere a las finanzas empresarias. Cuestión que sí aborda para señalar que ya las empresas norteamericanas se han autonomizado de los ahorros rentistas de los que sí dependen en Italia. Ahorros parasitarios.
Cabe señalar, que aun con todos los problemas que implicaba la adaptación a la introducción de estas formas progresistas de producción, su carácter es inclusivo de grandes masas. Gramsci señala que, junto a la existencia de desplazamiento de sectores no adaptables por distintas circunstancias, la organización de actividades subalternas, como el transporte y el comercio, podía absorberlos.
Como es sabido son muchos los aspecto que abordó Gramsci en estos fragmentos, desde el papel del puritanismo, la cuestión sexual y de la familia hasta la función del Rotary Club en los EEUU, contraponiéndolas a las condiciones de Europa en general e Italia en particular. Pero lo sintetizado antes es suficiente para señalar la diferencia abismal de ese capitalismo de base industrial, fundado en el consumo de energía física humana, separado de la utilización de la racionalidad científica y de las aptitudes intelectuales de los productores directos, con la utilización de la inteligencia artificial aplicada a la producción de toda clase de bienes.
Lo que quiero señalar acá es la actitud del intelectual transformador, revolucionario. Su filosofía de la praxis.
Los caminos fueron otros. Henry Ford no se quedó en los altos salarios como elemento ideológico de constitución de hegemonía en la producción. Atendió al consumo, al crédito para el consumo y con ello abrió la puerta a la economía de la deuda y a una nueva forma de apropiación del trabajo ajeno. Otro tipo de hegemonía distinta de la originada en la fábrica.
Por distintas razones, que abordé en otros trabajos, tampoco en ‘El Capital’ Marx hizo hincapié en el consumo de supervivencia sino en el consumo productivo.
Por distintas razones también, y no es el caso encarar acá, tampoco el proceso soviético puso de relevancia la cuestión.
Finalmente el fordismo mismo y muchos elementos del americanismo, y con ellos la hegemonía del capitalismo industrial devinieron subordinados al capitalismo financiero con sus propios modos endógenos de acumulación. En interrelación con las nuevas tecnologías de la inteligencia artificial incorporada a la producción y al conjunto de las relaciones sociales.
Y este es el momento histórico de transición que estamos viviendo en el globo. Muy lejos de aquéllos. Una transformación tecnológica sin precedentes por su celeridad y magnitud, hegemonizada por un sector financiero sin reglas, más que las propias.
Me parece que eludir enfrentar estos cambios, con sus idas y vueltas y sus contradicciones, las nuevas estrategias de los sectores dominantes, como también -y, quizá, sobre todo- el carácter de las nuevas subjetividades de los sectores subordinados, no sólo puede ser intelectualmente infecundo, sino socialmente suicida. Y eso por más que hasta ahora no funcione más que como amenaza para lograr la “competitividad” (derogar el derecho laboral) para las célebres inversiones.
Porque si no enfrentamos la cuestión será una profecía autocumplida por omisión.
Pero no cabe encerrarse en el pseudo proteccionismo de la manufactura clásica de Trump, uno de los fundamentos para denunciar el Protocolo de cambio climático que, pese a sus limitaciones mercantilistas negocio de los bonos de carbono) son algo más que la política opuesta.
El síntoma de estas contradicciones es la oposición del mismo Estado de California. Allí se desarrolla la tecnología de punta, no casualmente basada en energías renovables.
Creo que se requiere una nueva filosofía de la praxis. Porque lo que parece indiscutible es que por esta nueva vía, sin luchas que busquen un rumbo transformador distinto en las nuevas condiciones, las derrotas nos condenarán a la barbarie global.
Y Argentina no está fuera del globo.

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