miércoles, 10 de agosto de 2016

Crónicas cubanas: Tu bloqueo, mi bloqueo Por Laura V. Mor

Por Laura V. Mor, ResumenLatinoamericano Cuba, 3 de agosto 2016-Aunque se conozca de primera mano la realidad del país y se tenga una visión lo bastante ampliada, la experiencia de vida inmersa en el día a día del pueblo cubano, escapa a todo horizonte pensado.
Situaciones tan simples para un extranjero como intentar descargar Facebook en tu móvil desde el Google Play que solías usar y caer en cuenta de que “no está disponible para tu país” o actualizar Adobe Flash en tu notebook son tareas dignas de un ilusionista de primera línea.
Hacer comprender a familiares y amigos que están a 6900 km de distancia que debe ser uno quien los llames por IMO -esa nueva aplicación de Android que acaban de descubrir junto contigo- cuando tenga conexión; que no deben enojarse ni preocuparse porque haya acontecido algún evento si no respondes una llamada de whatsapp o si no contestas un chat que te enviaron en varios días…
Desarrollar paciencia al intentar mirar un video de Youtube que alguien te envió, escribir mails desde tu casa en Gmail y que se envíen automáticamente cuando logres tener conexión a internet, o incluso conseguir alguna actualización para el Windows con el que tu computadora llegó del capitalismo dependiente, son algunas de las tantas cosas que se aprenden viviendo en Cuba.
Parece surrealista, pero no lo es. Cuba es un país declaradamente socialista que eligió forjar su propio destino a noventa millas de su antiguo opresor.  Eso es algo que el Imperio no iba a perdonar fácilmente…y no lo hizo. Interrumpió relaciones unilateralmente y legalizó un bloqueo genocida ilegal contra una isla de tan sólo 11 millones de habitantes con la esperanza de verlos fenecer, además de organizar y financiar sistemáticas acciones subversivas que continúan intentando cambiar el rumbo político y social de una Nación que se autodeterminó libre hace ya 58 años.
Suele escapar a nuestro imaginario colectivo la forma en que ese bloqueo influye diariamente en la vida de los cubanos, más allá de lo meramente macroeconómico. Muchas veces creemos que es un tema entre Estados, y hasta incluso que ya no es real, dado el reciente reinicio de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. Otras veces, cuando visitamos Cuba y vemos cientos de jóvenes conectados en las zonas Wi-fi a través de celulares Smartphone, sus tablets o computadoras Mac, o disfrutando de una tarde de sol y rumba en plena Avenida de los Presidentes, tendemos a pensar que el problema no es tan grave como nos cuentan.
Quizás no alcancemos a darnos cuenta, en una primera mirada, cómo el bloqueo obstaculiza el desarrollo del país, sea que pensemos en conseguir un medicamento que no es de los miles que se producen en Cuba o un repuesto para algún artefacto que casualmente contiene más del 10% de producción estadounidense. Quizás tampoco comprendamos, en esa primera aproximación a la realidad cubana, el esfuerzo que realiza el gobierno revolucionario tanto en obtener esos productos en mercados lejanos a tasas altísimas como en mantener el carácter universal de los derechos conquistados.
No es descabellado que no lo notemos, somos extranjeros y vamos conociendo la singularidad del pueblo cubano y la Revolución poco a poco, desde nuestra propia idiosincrasia y perspectiva, incluso sin darnos cuenta, intentando comparar lo incomparable. Los medios hegemónicos juegan su rol desinformador, máxime cuando de Cuba se trata; pero como decía Aristóteles, la única verdad es la realidad; y es esa realidad la que golpea a los cubanos hace más de cincuenta años, la del recrudecimiento del bloqueo en un mundo ya no bipolar.
Lo que relato más arriba parte de mi experiencia personal, al compararla con las situaciones que voy descubriendo en lo cotidiano, siento rubor por estas “banalidades” que no trascienden más allá de las nuevas formas de comunicación que hemos adoptado a partir del uso de las nuevas tecnologías.

Mi impaciencia al intentar conectarme es una “bobería” como dicen los cubanos, en comparación a la infinita paciencia que ha tenido que desplegar todo el pueblo en la construcción una sociedad más justa en medio de la voracidad de un bloqueo que debe terminar ya.

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