domingo, 15 de mayo de 2016

La CIA frente a Cuba desde 1959: eliminar a Fidel, Raúl y Che

Escrito por Lázaro Barredo Medina   
Miércoles, 04 de Mayo de 2016 16:05
Desde mucho antes del triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959, los servicios de inteligencia estadounidenses asumieron como tareas prioritarias impedir la victoria de las fuerzas revolucionarias y el asesinato del Comandante en Jefe Fidel Castro.
Ya, por ejemplo, desde 1958, en los momentos en que Fidel estaba en la Sierra Maestra, el coronel Joseph Caldwell King, jefe de la Sección del Hemisferio Occidental de la CIA a cargo de las operaciones cubanas, en unión de William Pawley, exembajador norteamericano en Brasil, Perú y amigo del dictador Fulgencio Batista, habían planeado algunas medidas para obstaculizar el avance de las fuerzas revolucionarias y el asesinato del líder cubano. Objetivo: evitar que llegara al poder, para lo que habían activado plenamente a la Estación en La Habana encabezada por James A. Noel, quien desarrolló una intensa actividad subversiva contra Cuba y ocupó este cargo hasta el cierre de la sede diplomática en enero de 1961.

En diciembre de 1958, es detenido en la Sierra Maestra el ciudadano Alan Robert Nyeportador de un fusil con mira telescópica, quien había sido enviado por el Gobierno yanqui con la misión de asesinar a Fidel.

Desde el comienzo mismo del triunfo revolucionario empiezan los encontronazos conEstados Unidos y se intensifican las maniobras conspirativas para descabezar a la Revolución triunfante.

En sus memorias Los años de la Casa Blanca, publicadas en  1966, el presidente de los Estados Unidos en aquel período, Dwight D, Eisenhower, reconoció: “En cuestión de semanas, después que Castro entrara en La Habana, nosotros, en el gobierno, comenzamos a examinar las medidas que podían ser efectivas para reprimir a Castro”.

El 21 de enero de 1959, trece días después de su entrada triunfal en La Habana, en una magna concentración popular en el Palacio Presidencial, Fidel dijo: “Para tomar las medidas de precaución, porque aquí hay que estar prevenidos contra todo, le voy a proponer a la Dirección del Movimiento 26 de Julio, que designe al compañero Raúl Castro, Segundo Jefe del Movimiento 26 de Julio. Lo hago, no porque sea mi hermano –que todo el mundo sabe cuánto odiamos el nepotismo– sino porque, honradamente, lo considero con cualidades suficientes para sustituirme en el caso de que yo tenga que morir en esta lucha; porque, además, es un compañero de muy firmes convicciones revolucionarias, que ha demostrado su capacidad en esta lucha, que fue de los que dirigió el ataque al Moncada, de los que estuvo dos años en la cárcel, de los que organizó el Segundo Frente Frank País, y de los que han dado relevantes pruebas de capacidad como organizador y como líder”.

Y siguió advirtiendo: “Ojalá que en este caso no se hubiese tratado de un hermano mío, ojalá hubiese sido otro para que no cupiera la menor sospecha de que se trata de favorecer a un familiar. Digo, en primer lugar, que así no se favorece a nadie, porque la patria para nosotros es agonía y deber, no placer, no vanidad, no satisfacciones de tipo personal; para nosotros este trabajo es el trabajo de un esclavo que sabe servir a su pueblo; para nosotros, ser líder es ser sacrificado; para nosotros ser líder no es aspirar al poder, que todo el mundo sabe que yo renuncié al poder hace mucho tiempo, que todo el mundo sabe el desinterés con que he luchado y que soy de los hombres que sostengo que ningún hombre es imprescindible [… ] Y al plantear aquí que considero que el compañero Raúl Castro podría sustituirme en este caso, no es que yo decida unilateralmente, sino yo quiero consultar con el pueblo si está de acuerdo”. (EXCLAMACIONES DE: ¡Sí!).

“Pues ya lo saben mis enemigos: ¡Me pueden agredir cuando quieran, que no hay problemas! Y, además, si agredieran también a Raúl, ¡detrás de él vendrá otro, y detrás otro, y detrás otro y detrás otro!, que al pueblo de Cuba en esta lucha no le faltará ni líder ni pueblo, porque todo estará prevenido. Los que supimos ganar la guerra contra todos los recursos, sabremos también ganar la Revolución contra todos los enemigos que se pongan delante”.

En un balance de la evolución de las relaciones bilaterales desde enero de 1959 presentado ante el Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos, Roy Rubottom, secretario asistente para Asuntos Interamericanos, las resumió así: “El período de enero a marzo puede ser caracterizado como la luna de miel con el gobierno de Castro. En abril se hizo evidente un giro descendente en esas relaciones… En junio habíamos tomado la decisión de que no era posible alcanzar nuestros objetivos con Castro en el poder y acordamos acometer el programa referido por Mr. Marchant (subsecretario Livingston Marchant). En julio y agosto habíamos estado delineando un programa para reemplazar a Castro”.

Livingston Marchant, para justificar sus medidas punitivas, manifestó en esa sesión del Consejo de Seguridad Nacional que el caso  Cuba era uno de los más peligrosos y difíciles respecto a las relaciones de Estados Unidos con América Latina.

El programa para reemplazar a Castro tenía dentro del plan una reaccionaria campaña contra el comunismo, mientras la propaganda contrarrevolucionaria pretendía menguar la influencia popular de Raúl y el Che, atacándolos como los dirigentes revolucionarios más proclives a los comunistas. Sin duda, eran los de las ideas más radicales, con honda formación marxista y partidarios decididos de avanzar rápidamente hacia el socialismo.

La presencia del Che Guevara en sectores económicos estratégicos como el sector bancario, primero, y, luego, la dirección del incipiente desarrollo industrial, junto a sus primeras actividades internacionales a mediados de 1959, tensaron a los sectores gobernantes estadounidenses y a la contrarrevolución.

Después, como explican Luis M. Busch y Reinaldo Suárez en su libro Gobierno Revolucionario Cubano Primeros pasos, las necesidades de la defensa de la Revolución hacían imperativa una reestructuración militar profunda, que garantizara la identificación plena de los institutos armados con la ciudadanía, una economía administrativa y de dirección y una verdadera unidad de mando y acción.

Es así como se crea el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias el 21 de octubre de 1959. “El comandante del Ejército Rebelde que reunía todas las cualidades y aptitudes para dirigir tal tarea era, sin lugar a dudas, Raúl Castro Ruz. En pocos meses de lucha guerrillera, había conformado en las montañas más orientales de Cuba un frente meticulosamente organizado y eficaz, en lo militar y lo civil. Virtualmente, un Estado en armas, con hospitales y gestiones administrativas, de educación, comunicaciones e industrias, administración de justicia y arbitraje. Había dado pruebas inequívocas de una habilidad especial de mando y organización”, reseñan ambos autores.

Raúl, al asumir el mando, es enfático en los principios que se persiguen con la concepción de la nueva institución militar: “No estaremos jamás satisfechos hasta que por nuestra organización y contando siempre con la indestructible colaboración del pueblo de Cuba, nuestro país esté en condiciones de hacerse respetar militarmente por pequeños y poderosos”.

Por esos días concluyeron en fracaso los intentos del gobierno estadounidense por aupar fuerzas alternativas a la dirección revolucionaria al frustrarse las traidoras tentativas del entonces comandante Hubert Matos, como antes habían sido un fiasco la traición del comandante Pedro Luis Díaz Lanz –jefe de la fuerza aérea rebelde–, el descalabro de la conspiración trujillista o la crisis nacional que concluyó con la salida del núcleo reaccionario del primer Gobierno Revolucionario, incluido el presidente Manuel Urrutia.

Intensa y descomunal actividad subversiva contra Cuba

En 1975, a partir de informaciones desclasificadas y los testimonios o comparecencias en audiencias, se elaboró un informe del Comité Selecto del Senado de los Estados Unidos que estudió las operaciones relacionadas con las actividades de inteligencia, más conocido por el Informe de la Comisión Church, pues dicho comité estuvo presidido por el senador Frank Church.

Por esas informaciones desclasificadas y testimonios pudieron conocerse en detalle algunas de las operaciones encubiertas de la CIA para atentar contra la vida de los principales dirigentes de la Revolución Cubana. Después de haber hecho el análisis operativo de la Revolución, expresar sus preocupaciones sobre el fortalecimiento del proceso y medidas para destruirla, el 11 de diciembre de 1959, el coronel J.C. Kingenvió un memorándum a Allen Dulles, director de la CIA, en el que planteaba que en Cuba ahora había una dictadura de “extrema izquierda” que “si” se le permitía continuar, alentaría acciones similares contra posiciones estadounidenses en otros países latinoamericanos.

Una de las cuatro “Acciones Recomendadas” por King era considerar seriamente la eliminación de Fidel Castro: “Muchas personas informadas creen que la desaparición de Fidel aceleraría grandemente el derrocamiento del gobierno actual”.

En uno de los márgenes del documento hay una nota escrita a mano donde Dulles indica que con el asentimiento de Richard Bissell, un exprofesor de economía que fungía como subdirector de planes de la CIA, aprobó las recomendaciones. A partir de ese instante se intensifican todos los esfuerzos por descabezar el país.

En enero de 1960 se organizó la Rama 4 (WH-4) de la División del Hemisferio Occidental de la CIA como un equipo especial para dirigir la operación cubana, con la principal “[…] misión de derrocar al gobierno de Castro […]” y tenía bajo su responsabilidad la Oficina Cuba en el cuartel general de la CIA, incluyendo el apoyo a su estación radicada en la sede diplomática en La Habana.

La cadena de mando dentro del cuartel general la integraban el director de Inteligencia, Allen Dulles, el vicedirector de Planes señor Richard M. Bissell, el jefe de la División del Hemisferio Occidental J. C. King y el jefe de la Fuerza de Tarea, Jacob D. Esterline.

Según el informe de la Comisión Church, el 13 de enero de 1960, Dulles, en lo que aparentemente fue la primera discusión del Grupo Especial sobre un programa clandestino para derrocar a Castro, “observó la posibilidad de que a la larga Estados Unidos no podría tolerar el régimen de Castro en Cuba, y sugirió la planificación de contingencias secretas para lograr la caída del gobierno de Castro…”.

Una de las acciones fue mediar en cuanta gestión hiciera el Gobierno Revolucionario cubano para impedirle el aprovisionamiento de armas para llevar adelante su política de creación de las milicias populares. El 4 de marzo de 1960 ocurre el monstruoso sabotaje al barco francés La Coubre, que trajo desde Bélgica un cargamento de 70 toneladas de armas y municiones y cuyas explosiones provocaron alrededor de 100 muertos y unos 400 heridos.

El acto terrorista concebido por la CIA, cuyos documentos 51 años después siguen clasificados, había previsto que tras el primer estallido, los principales dirigentes de la Revolución seguramente acudirían de inmediato al lugar del siniestro y esa era la oportunidad de producir el segundo bombazo para acabar con ellos.

Fidel llegó a la conclusión de que a partir del criminal sabotaje de La Coubre la agresión contra la Revolución se desencadenaría en grandes magnitudes y aceleró su estrategia de preparación del pueblo para hacerle frente, resistirla y derrotarla.

El informe de la Comisión Church ratifica esa apreciación y demuestra que el Gobierno de Eisenhower andaba a la búsqueda de pretextos

Según memorándum de una reunión el 9 de marzo de 1960, cinco días después de La Coubre, el coronel J.C. King,  dijo ante al Grupo Especial que estaba a cargo de las operaciones cubanas que había “pruebas crecientes de que ciertos ‘jefes’ del gobierno de Castro han estado presionando por un ataque contra las instalaciones de la Armada de Estados Unidos en la bahía de Guantánamo y dijo que de hecho es posible atacar las instalaciones”.

Y de acuerdo con el propio memorándum “el coronel King declaró (…) que A MENOS QUE SE ELIMINASEN A FIDEL, A RAÚL Y AL CHE GUEVARA, todos juntos –lo cual es poco probable– esta operación podría ser un asunto largo y trabajoso y solo se derrotaría al gobierno actual por medio de la fuerza”.

En el informe del comité senatorial se describen también otros tópicos de una reunión celebrada al día siguiente, 10 de marzo, del Consejo de Seguridad Nacional, en la cual se discutió la política estadounidense de “llevar a otro gobierno al poder en Cuba”.

Las actas de esa reunión informan que el almirante Arleigh Burke, jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas yanquis, entendía que se necesitaba un dirigente cubano alrededor del cual pudieran agruparse los elementos contrarios a Castro. “El señor Dulles dijo que existían algunos dirigentes contrarios a Castro, pero que actualmente no se encontraban en Cuba, y él se preguntaba qué podríamos hacer ante una situación de esa índole (…); informó que se estaba trabajando en un plan para cambiar la situación en Cuba. El almirante Burke sugirió que cualquier plan para la sustitución de los dirigentes cubanos debía ser llevado hasta sus últimas consecuencias, ya que muchos de los dirigentes cercanos a Castro eran incluso peores que Castro”.

La Comisión Church describe otra reunión del Grupo Especial en la Casa Blanca el 14 de marzo de 1960, a la cual asistieron Allen Dulles y el coronel J.C. King.

De acuerdo con el testimonio senatorial en los documentos desclasificados 15 años después, las actas archivadas de esa reunión informaban que hubo una discusión general en cuanto a cuál sería el efecto sobre la situación cubana de desaparecer simultáneamente Fidel, Raúl Castro y Che Guevara. El almirante Burke dijo que el único grupo organizado en Cuba en estos momentos eran los comunistas y que por lo tanto existía el peligro de que pasaran a tomar el control. El señor Dulles fue de la opinión que esto quizás no fuese desventajoso ya que facilitaría una acción multilateral por parte de la OEA. El coronel King dijo que había pocos dirigentes identificados hasta ahora capaces de hacerse cargo de la situación.

El 17 de marzo de 1960, el presidente Eisenhower dio luz verde al programa de actividades encubiertas contra Cuba.

La CIA frente a Cuba desde 1959 (II y final): “Accidente” para eliminar a Raúl

Planificado en 1960, antes que la Operación Patty-Candela

Varios analistas norteamericanos y cubanos coinciden en señalar que Eisenhower había indicado al director de la CIA, Allen Dulles, que las medidas más comprometedoras que se adoptasen sobre Cuba no quería que se ventilasen en el Consejo de Seguridad Nacional. No debían quedar rastros de la utilización de procedimientos que luego pudieran comprometerlo.

Se señala que estudios realizados en Estados Unidos acerca de la utilización por el presidente Eisenhower de las herramientas que le ofrecían las operaciones encubiertas para la conducción de la política exterior, posibilitan entender las posibles causas de algunas omisiones. Por ejemplo, según el académico e investigador Fred I. Greenstein, en un análisis acerca de la inteligencia norteamericana: “[…] La parte más solapada de las acciones encubiertas de Eisenhower era su propia responsabilidad en ellas. Aunque las discutía en privado con los hermanos Dulles, por lo general era muy cauteloso en asegurarse de que, si algo salía mal, ningún documento comprometedor apareciera en la Oficina Oval”.

El Programa aprobado por Ike Eisenhower contra Cuba tenía cláusulas muy secretas, aunque en el contexto no dejaba de expresar su intencionalidad: “Dado que inevitablemente puede producirse una crisis a causa de acciones drásticas dentro de Cuba o provenientes del exterior por circunstancias que están fuera del control de Estados Unidos, antes de que el Programa de Acción Encubierta haya cumplido su objetivo, se hará todo lo posible por ejecutarlo de tal forma que la capacidad de actuación de Estados Unidos aumente progresivamente en caso de una crisis”.

Más claro ni hablar. La propuesta era descabezar, crear la crisis e intervenir y el Presidente norteamericano no pudo ocultar su profunda satisfacción por el plan que le aprobaba a la CIA, cuando expresó aquel 17 de marzo que “no conocía un plan mejor que este” para acabar con la Revolución cubana.

Inmediatamente, la CIA comenzó a proyectar con prioridad uno los planes de agresión a Cuba que había ordenado Eisenhower.

Richard Bissell, el subdirector de Planes de esa organización y segundo en jerarquía, tuvo bajo su dirección personal la elaboración del proyecto y, rápidamente, comenzó a seleccionar entre sus agentes más expertos el grupo de hombres que trabajarían con él. Con el fin de tener mayor autonomía y compartimentación, Bissell propuso, y Dulles aceptó, situar su grupo fuera del cuartel general de la CIA. El lugar seleccionado para el puesto de mando, denominado Quarter Eyes, era una instalación de la Marina de Guerra.

Pero el Consejo de Seguridad Nacional de Eisenhower y la CIA, como después ha sucedido a lo largo de todas las administraciones norteamericanas, incurrieron en un error: subestimar la capacidad e inteligencia visionaria de Fidel que, combinando el sentido estratégico con el táctico, con su capacidad para desentrañar conspiraciones, siempre se preparó para la peor de las variantes. Diría que es como un trabalenguas “prepararnos para lo peor, convencidos de que lo peor, no será nunca tan peor como lo peor que previmos”.

El 1ro de mayo de 1960, en la concentración popular por el Día Internacional de los Trabajadores en la Plaza Cívica, hoy Plaza de la Revolución, Fidel informaba al pueblo sobre el recrudecimiento de esa agresión y en particular por los atentados contra los principales dirigentes revolucionarios: “¡Siempre alertas y dispuestos a luchar, pase lo que pase, caiga quien caiga!; ¡siempre alertas y dispuestos a luchar falte quien falte, muera quien muera! De manera que nuestra Revolución no vaya a ser débil porque el enemigo pueda arrancar una vida, o dos vidas, o tres vidas. Si un jefe cae, el deber es poner otro jefe, inmediatamente y sin discusión de ninguna clase … sea quien sea ese jefe.

“Y ya nosotros, cuando las circunstancias no eran las de hoy, dimos nuestra opinión y el pueblo tomó una decisión. Si el Primer Ministro falta (EXCLAMACIONES DE: “¡No, no!”) –en cualquier momento, el problema no es desearlo o no desearlo, el problema es que todo el mundo sepa lo que debe hacer en cada circunstancia, y a nosotros lo que nos preocupa es que el pueblo lo sepa hacer en cada circunstancia, y ese es nuestro deber con el pueblo–, si el Primer Ministro falta (EXCLAMACIONES DE: “¡No, no!”) –quiero decir, si los enemigos de la Revolución llevan a cabo una agresión–, lo único realista y lo único objetivo es saber lo que hay que hacer, y saber que tienen ustedes inmediatamente un sustituto del Primer Ministro, y ustedes lo van a decir. Ya en aquella concentración dijimos que yo proponía a Raúl para Primer Ministro, si faltaba el Primer Ministro (OVACIÓN PROLONGADA).

“Y si faltan los dos, el Presidente de la República se reúne con el Consejo de Ministros y designa otro Primer Ministro, que aquí hay que estar preparados para todas las contingencias (APLAUSOS).

“Cuando un pueblo se encara a una tarea como a la que se ha encarado el pueblo de Cuba; cuando un pueblo, pequeño como el de Cuba, tiene adversarios poderosos como tiene Cuba hoy, todas las contingencias deben ser previstas, y ese pueblo debe saber qué es lo que tiene que hacer, ¡y lo que tiene que hacer, antes que todo, es saber que nunca puede ese pueblo dividirse ante una acción del enemigo y que la reacción del pueblo es estrechar filas siempre! (EXCLAMACIONES DE: “¡Unidad, unidad!”)

“Cuando un pueblo, pequeño como el nuestro, se echa sobre sus hombros una tarea como la que se ha echado nuestro pueblo, debe saber siempre qué hacer. Y no importa que seamos pequeños; si actuamos bien, si sabemos qué hacer, saldremos vencedores, ¡porque vencen los que tienen la razón y saben llevar adelante su razón, saben luchar por su razón! Y nosotros podemos estar seguros de que si hacemos lo que tengamos que hacer, saldremos victoriosos, saldremos vencedores (APLAUSOS)”.

Toda esta situación indicaba que era imprescindible preparar al país para la defensa, disponer de armas y preparar con urgencia a una fuerza en medios aéreos, tanques y artillería.

A partir de una invitación para asistir a las Espartaquiadas en la República de Checoslovaquia, en junio de 1960, el comandante Raúl Castro, joven ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, viaja al frente de una delegación a ese país, y allí sostiene entrevistas que permiten gestionar las compras de medios y el necesario asesoramiento técnico. Estando aún en Praga, lo contacta su viejo amigo Nicolai Leonov para extenderle una invitación de viajar a Moscú, lo cual cumple por orientación de Fidel y allí también mantiene conversaciones con importantes jefes militares soviéticos y con Nikita Kruchov, donde igualmente se intensifican las gestiones para adquirir armamento y urgente entrenamiento de fuerzas. El recorrido de Raúl concluyó en Egipto adonde había acudido en los últimos días de julio y participó junto al presidente Gamal Abdel Nasser en los festejos en Alejandría por el aniversario de la entonces República Árabe Unida y el asalto al Cuartel Moncada.

Complot para asesinar a Raúl

El informe del Comité Selecto del Senado, elaborado a partir de las audiencias de 1975, revela que el 20 de julio de 1960 ocurre un hecho entre el cuartel general de la CIA y su estación en La Habana que después se trata de disfrazar de una manera contradictoria.

Los investigadores Manuel Hevia Frasquieri y Andrés Zaldívar Diéguez, del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado, refieren en su libro Girón, preludio de la invasión: El rostro oculto de la CIA, algunas particularidades de este hecho y que trata sobre el complot de un “accidente” para asesinar al compañero Raúl.

Dicen los investigadores: “El Comité Selecto del Senado consideró en su informe que “[…] la primera acción auspiciada por la CIA contra la vida de un dirigente cubano de que tenga noticias el Comité, ocurrió en 1960 […]. Un cubano que se había ofrecido voluntariamente a ayudar a la CIA en la obtención de información de inteligencia le informó a su oficial de caso en La Habana que él probablemente estaría en contacto con Raúl Castro […]”.

“Según el Comité, el centro principal de la CIA recibió un cable de la estación local de su embajada en La Habana en horas de la noche del 20 de julio, en la que proponían que el cubano podría cubrir cualquier necesidad de información que resultara necesaria. La jefatura de la CIA envió un cable “a primera hora” del 21 de julio de 1960 a su estación en La Habana donde indicaba: “Posible eliminación tres jefes principales siendo considerada seriamente por oficina central […]” indagando si el cubano se sentía lo suficientemente motivado para arriesgarse a preparar un “accidente” que involucrara a Raúl Castro y aconsejaba a la estación en La Habana a contactar a discreción con la fuente para determinar su disposición de cooperar y sus sugerencias sobre los detalles de la operación.

“Según el informe del Senado se autorizó el pago de 10 mil dólares después de ‘la conclusión exitosa’, pero no se permitió el pago por adelantado debido a que existía la posibilidad de que el cubano fuese un agente doble…

“Al siguiente día 22 de julio la CIA indicó abandonar el caso, en momentos en que la fuente ya había sido orientada. Esta última, según el Comité Selecto, le dijo después al oficial del caso en La Habana que no había tenido oportunidad de preparar el “accidente”. Este oficial declaró ante el Comité que él y el cubano habían contemplado solo la obtención de información de inteligencia y que ellos no habían propuesto aquel asesinato. Según este oficial, el cable recibido representaba “[…] un alejamiento considerable de las actividades convencionales que se nos había pedido que realizásemos […]”.

“Pura hipocresía. La promoción de alzamientos, atentados y sabotajes en la que participaban activamente los oficiales de esa estación de la CIA con grupos terroristas internos a mediados de 1960 no eran precisamente actividades convencionales.

“Por razones aún no explicadas, la CIA se vio obligada a reconocer ante el inspector general Jack Earman la existencia del cable cifrado del 21 de julio en que él reconoce estar evaluando la posible eliminación de tres dirigentes cubanos y orienta claramente a su estación en La Habana a proceder al asesinato del ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Raúl Castro Ruz.

“Sin embargo, la historia tejida alrededor de este hecho resulta incomprensible. Para cualquier lector podría resultar poco creíble que la jefatura de la CIA, tan solo en unas pocas horas (madrugada del día 21 de julio), estuviera en condiciones de autorizar o dejar a discreción de su estación una acción como aquella en manos de una supuesta fuente voluntaria que, de acuerdo con unos pocos datos recibidos horas antes, no mantenía una relación permanente con Raúl y sobre la que existía la posibilidad de ser un doble agente. Utilizando el propio argot de la Agencia, aquello resultaba una leyenda imperfecta.

“Quizás le resultaba más comprometedor explicar que aquello no se trataba de un simple contacto operativo con una fuente ‘eventual y voluntaria’, sino una relación estable con un agente entrenado y pagado por su embajada, realizando una posible labor de penetración en un ambiente cercano al jefe militar de un país extranjero, al que entonces orientan asesinar, simulando un accidente. ¿Había sido esta la verdad? ¿Formaba aquel suceso parte de otra operación siniestra en curso, ya premeditada, de las muchas que ejecutaba diariamente su desmedida estación local en Cuba? ¿Qué trató de ocultar la CIA?”.

Es curioso que Richard Bissell al testificar ante el Comité Senatorial el 10 de septiembre de 1975 y ser preguntado sobre el por qué aquel cable había sido anulado, respondió de una manera supuestamente especulativa pero que expresa la verdadera razón de la suspensión del acto macabro.

Dijo Bissell: “Podía deberse a un juicio por parte de Dulles de que este esfuerzo concerniente a Raúl Castro era muy arriesgado y desde el punto de vista técnico no lo suficientemente prometedor de éxito”.

Según los especialistas contrainteligentes el término accidente en operaciones encubiertas se utiliza por lo regular para provocar asesinatos mediante accidentes de aviación donde, como regla, es muy difícil encontrar evidencias, y mucho más para aquella época.

Deja mucho margen a la especulación, pero desde un punto de vista de análisis de los acontecimientos, la apresurada suspensión parece obedecer al hecho de que Raúl y su comitiva están en ese momento en la Unión Soviética y, como dice Bissell “desde el punto de vista técnico no consideraron a aquel “accidente” lo suficientemente prometedor de éxito”.

Richard Bisell no era ni tonto ni improvisado. Se dice que “tenía fascinación extraordinaria por el poder oculto que otorga el espionaje” y más aún era el director delegado de planes encubiertos para las operaciones extranjeras secretas. En el lenguaje de la inteligencia black (negro) quiere decir secreto, y Bissell estaba tan metido en la dirección conspirativa que dirigía a los más negros de los agentes negros, como aseguran David Wise y Thomas B. Ross en su libro El gobierno invisible.

De todos modos, liquidar a los jefes principales de la Revolución era su plan. Casi exactamente un año después lo intentarían en otra fracasada operación, mediante un supuesto ataque a la base naval de Guantánamo, pretexto para producir una intervención militar directa: esa operación fue Patty para la CIA y Candela para nuestros Órganos de la Seguridad del Estado.

Fuente: Bohemia

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