Por Marlene Caboverde Caballero *
Mi regalo a la PolillaCubana
Este 26 de abril la comunidad virtual perdió a uno
de sus estrategas más dignos, el
ejército de izquierda, a un soldado imprescindible
y yo, a una hermana. Era de Cuba,
y era una mujer extraordinaria. Se llamaba Rosa
Cristina Báez Valdés, pero trascendió
como La polilla cubana, el nombre que dio a su blog
en Internet y por el que la
conocimos y reconocimos miles de personas en el
mundo.
Fue a fines del año 2008 cuando me topé con su
nombre, su historia y su trinchera.
En aquellos momentos me había sumado desde la
emisora Radio Jaruco al jurado de
millones que intentaba liberar a los Cinco
antiterroristas, víctimas de la injusticia, el
silencio y la cárcel en Estados Unidos.
En el mundo del periodismo, más allá del papel, la
tinta y el éter existe un universo
donde se entraman millones de brazos y de voces. Y
es ahí donde el desafío es opacar
la nimiedad que intenta aplastar lo más auténtico
del ser humano. Esa fue la primera
lección de la Polilla cubana, una bibliotecaria
devenida periodista.
Desde la distancia me mostró los caminos y las
herramientas para construir desde la
Internet más efectividad, una pequeñísima parte de
la verdad de Cuba. Mi prioridad
en aquellos momentos era la libertad de Gerardo,
Antonio, Ramón, Fernando y René, a
quienes ella solía llamarles, “mis muchachos”. Y no
era de la boca para afuera. Los
amó y les sirvió de corazón.
Fue la Polilla cubana quien me abrió todas las
puertas y me indicó cada resquicio para
distinguir en su exacta dimensión la espiritualidad
de los cinco y sus familias. Por ella
abracé a Alicia Jrapko, Bill Hacwell, Graciela
Ramírez, Paco y Rosa Bernal y Wafica
Ibrahim, enamorados también de la causa, de la paz
y de Cuba.
Recuerdo, que nos escribíamos casi a diario, ella
corregía mis trabajos o más bien, los
bendecía con sus luces. Me asombró cómo solita, era
a la vez su propio equipo de
redacción, edición, diseño y montaje de las más
atractivas, novedosas e impactantes
publicaciones.
Además de publicar artículos propios en su blog y
otros espacios digitales como Cuba
Coraje, replicaba el quehacer de importantes
intelectuales de Venezuela, Argentina,
España, el Líbano y otras naciones del mundo en la
plataforma Hermes que ayudó a
dirigir y que aúna a decenas de periodistas de
varias latitudes.
Eso y más lo hacía en medio de una concurrida
soledad, desde una habitación en su
casa de la Villa Panamericana. Tuve la oportunidad
de ver aquella “cuevita”, como solía
decirle. En las paredes asoman las imágenes donde
se le ve junto a sus amigos más
entrañables: Silvio Rodríguez y Vicente Feliú. Y
sobre la mesita, muy cerca de la
“compu”, un portarretrato en el que sonríen Gerardo
y Adriana, juntos después del 17
de diciembre.
Era también poeta, a veces jardinera, siempre la
ferviente admiradora de Mafalda y de
manera invariable la más leal cómplice de Fidel y
de sus ideas.
Para la Polilla el momento más importante era
ahora, y esa sed insaciable de decir y
de hacer arrasó su salud. Creía firmemente que era
imperdonable perder un minuto y
quien posterga pierde trozos de la vida. Así que
pasó por alto el sueño, el descanso la
alimentación.
Un día dejó de andar por sí misma y su precaria
condición física le llevó al hospital y a
la dependencia casi total de su compañera quien la
cuidó hasta los últimos instantes.
Pero así mismo, continuó trabajando y hasta fue al
hasta el Instituto Cubano de
Amistad con los Pueblos encuentro con los Cinco en
febrero del pasado año, cuando
las dos pudimos casi a la vez, abrazar a Gerardo y
Adriana, y llevarnos dedicado por él
el libro, El humor desde mi pluma.
Estoy segura que somos muchos quienes tenemos roto
el corazón y triste el alma por
su ausencia. “La Polilla murió”, decía el mensaje
que recibí en la mañana del 27 de
abril. Eran tres palabras y un error que ya ella
había remediado de antemano.
Y es que, Rosa Cristina Báez Valdés ilumina esa
comunidad infinita y viva que es el
mundo de las
páginas digitales y las redes sociales.
Allí continuaremos encontrándola flotando libre en
un cielo, que nos advirtió, es de
todos y es deber defenderlo con astucia, pero con
amor.
* Periodista
de Radio Jaruco
NOTA: Las fotos fueron enviadas junto al texto por el Comité Internacional Paz, Justicia y Dignidad a los Pueblos.
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