Es Cristina Fernández de esas mujeres valientes y dignas que igual a tantas latinoamericanas y argentinas, entre ellas las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo, son orgullo de los pueblos de la Patria Grande. Estas líneas van dedicadas a todas esas genuinas féminas, y en especial a la hermosa expresidenta de la nación sudamericana.
Una colega amiga me convidó hace algún tiempo a escribir sobre Cristina, por lo que ella ha representado en los últimos años para América Latina, por la belleza de su corazón, y por la audacia que demostró durante sus dos mandatos frente a los calumniosos enemigos de los procesos progresistas y de integración en nuestra región.
Tenía ese compromiso y una deuda moral con la exmandataria argentina, a la que admiro intensamente, motivo por el que decidí hacer esta modesta nota periodística, tras su reaparición en Buenos Aires el miércoles 13 de abril para enfrentar una nueva embestida en su contra, orquestada por el régimen de Mauricio Macri, sus emporios mediáticos, y de seguro por Estados Unidos,
En nuestro “Buenos Aires Querido”, Cristina expresó ante miles de simpatizantes lo que todos esperábamos: “Me pueden meter presa, pero no me van a callar”, al tiempo de sugerir que es imprescindible crear un frente ciudadano para afrontar las políticas neoliberales de su impresentable sucesor Macri.
Denunció el injustificado encarcelamiento de Milagro Sala, diputada del Parlasur, luchadora social y defensora de los pueblos originarios en Argentina, quien ha sido imputada por supuesta “instigación a cometer delitos y tumultos en concurso real”, y aun la mantienen en prisión.
La intrépida expresidenta, que se enfrentó sin temor alguno a los parásitos fondos buitres y a innumerables ataques y campañas desatadas por la derecha en su país, como la hace hoy también la jefa de Estado brasileña, Dilma Rousseff, dejó esclarecido que liderará en lo adelante la lucha contra el neoliberalismo salvaje impuesto por Macri en la nación sudamericana.
Un gigantesco mar de personas acompañó a Cristina a su presentación ante el juez Claudio Bonadio, quien la citó por una fabricada causa que le abrieron “por venta de dólar futuro”, empero de acusada se convirtió en acusadora.
Se declaró perseguida por el actual régimen argentino y denunció a su interrogador de actuar a sabiendas de que está equivocado. Sostuvo que hay intención del gobierno, en contubernio con los jueces, de plantar un proceso penal que la prive de su libertad, y aseguró seguidamente: “no les tengo miedo”.
Tal conducta de Cristina me hizo recordar su respeto absoluto por las las ideas de Néstor Kirchner, su especial admiración por el gigante venezolano Hugo Chávez, su entrañable amistad con Evo Morales, de Bolivia, y Rafael Correa, de Ecuador, y su cariño hacia el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, y el presidente Raúl Castro, entre otros dignatarios y personalidades de la Patria Grande.
Encontré entonces una carta que Fidel escribió el 21 de enero de 2009 en la que relata sus impresiones tras un encuentro que mantuvo en La Habana con Cristina, de quien subrayó: “Es una persona de convicciones profundas”.
El hacedor de la Revolución de la mayor de la Antillas, faro indiscutible de la unidad Nuestra América, no se equivocó como es costumbre. La expresidenta argentina lo demostró una vez más este 13 de abril de 2016.
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