jueves, 1 de septiembre de 2016

Contra la destitución de Dilma en Brasil y los aprestos golpistas en Venezuela. Unidad de los pueblos y lucha consecuente por Democracia y Liberación

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Cómo la culminación de la “crónica de una muerte anunciada”, la mayoría de los senadores del Brasil han votado la destitución de la presidenta constitucional sin siquiera montar una escena de apariencia legal
La han destituido sin motivo legal alguno, apoyándose en la fuerza del número de manos dispuestas a alzarse en defensa del amo imperial y los sectores más poderosos de un país que luego de tantos años de gobiernos electos por la mayoría de los ciudadanos  no supo, no pudo o no quiso resistir en las calles el golpe de estado que se consumó en el Congreso.
Las derechas vernáculas, excitadas por el triunfo electoral en Argentina y el golpe hoy consumado en Brasil, alimentan movilizaciones destituyentes en Venezuela y amenazan con volver a enhebrar un rosario de gobiernos sumisos al Imperio y de represión fácil contra los reclamos y resistencias populares en toda la región.
La larga etapa abierta a principios de la década de los ’80 en América Latina con el fin de las dictaduras militares, que algunos se empecinaron (contra toda evidencia) en denominar de “transición a la democracia”, parece dar lugar a otra en que la “forma constitucional” apenas disimula el poder brutal de las trasnacionales dueñas de nuestros minerales, nuestros alimentos y casi toda nuestra riqueza.
Democraduras las denominó certeramente el inolvidable Eduardo Galeano.
A doscientos años de los procesos de independencia formal, la conquista de una democracia verdadera vuelve a ser parte del sueño independentista de Nuestra América puesto que la vida ha demostrado, para propios y extraños,  que liberación nacional, transformaciones anticapitalistas en serio y democracia verdadera son inescindibles y  se deben conquistar al mismo tiempo por la lucha popular.
Tal como ocurrió en Honduras y Paraguay, la conquista del gobierno por las derechas en Argentina y  Brasil no es prueba de su “compromiso democrático” sino todo lo contrario: si algo está en peligro en Nuestra América son los derechos de los pueblos.  Todos ellos.  Sus derechos económicos sociales y los que hacen a la libertad en todas sus dimensiones, empezando por el derecho a la autodeterminación de los pueblos, avasallado sin rubor por los Temer y Macri que encarnan hoy el proyecto colonialista de siempre

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